miércoles, 6 de mayo de 2009

Obama, México y Latinoamérica

La Cumbre de las Américas terminó con una declaración cuestionada y firmada por el mandatario de Trinidad y Tobago “a nombre de” los asistentes; otro espectáculo mediático que en realidad tuvo la finalidad de relanzar la nueva retórica estadounidense, lo que Barack Obama consiguió con creces. Las declaraciones y fotos son elocuentes.
En un fin de semana, Obama relajó la situación dejada por su antecesor; mostró el rasero con el que medirá su acercamiento con Cuba y los Castro; hizo una diplomática aproximación con Hugo Chávez, y sopesó el liderazgo de Brasil con Lula. Esa Latinoamérica interesa políticamente a su gobierno; México es un problema de seguridad.
La Cumbre de las Américas fue el escenario para redefinir diplomática y políticamente el acercamiento entre el sur latinoamericano, a partir de donde termina México, y los Estados Unidos. Un rostro distinto, pero que olvidó las implicaciones de la crisis y las responsabilidades económicas, políticas, sociales y militares de este país en la región.
En México, la visita de Obama causó sensación mediática, pero más allá de los discursos no salió mucho en concreto. El acuerdo, si es que puede llamarse de algún modo, se centró en el control del trasiego de armas. Lo demás fueron elogios que solamente los medios afines al calderonato dieron por ciertos. Las referencias a la migración, simple diplomacia.
Mientras en Estados Unidos los medios refirieron la visita de Barack Obama a México como un acto amistoso y simbólico, en nuestro país la prensa impresa y electrónica hizo un detallado seguimiento de su presencia, aunque para pasmo de analistas, agoreros y calderonistas, los discursos sobre la relación bilateral tuvieron pocas convergencias.
La retórica es clara: no hay “nueva era en las relaciones”, tampoco puntos en común sobre la migración indocumentada y menos sobre el trasiego de armas de ese país hacia el nuestro. El tema, como he comentado en otro lado, es la guerrita contra el narco que es percibida como fallida y es una amenaza a la seguridad interna de Estados Unidos.
En su campaña, Obama prometió impulsar medidas relacionadas con la libre circulación de armas en Estados Unidos, pero dejó en claro que es un derecho constitucional y no se revertirá porque Calderón lo pida. Al nombrar un Zar para la frontera sur, nuestra frontera norte, supone que se emprenderán acciones para evitar el ingreso de armas y drogas.
Por ello, es elocuente la declaración de la secretaria de Seguridad Interna a la cadena CNN, donde afirmó que la prohibición de la venta de armas de asalto en Estados Unidos no reduciría la violencia de los cárteles de la droga en México, pues ya existen grandes arsenales en nuestro país y por la polémica que implicaría en su nación.
En México Obama resaltó la necesidad de combatir la pobreza, generar empleos y acabar con el terrorismo, en tanto para Calderón el narcotráfico es su gran lucha, además de un relleno sobre el cambio climático. Sobre migración hubo palabras amables, pero se sabe que cualquier asunto sobre el tema apenas está procesándose en Estados Unidos.
La prensa estadounidense repasó brevemente el impacto discursivo de la visita de Obama a México, resaltando el asunto de las armas (presión, reducción, solicitud, pedido de auxilio, según algunos medios). Asimismo, de las reuniones privadas no emergió un compromiso sólido sobre temas estratégicos, más allá del narcotráfico y sus implicaciones.