Antes de 2018, año del triunfo electoral y político de Andrés Manuel López Obrador y Morena, el grupo de intelectuales mexicanos visibles, practicaba una narrativa que resumía, de un lado, sus vínculos insanos, ideológicos, políticos y de negocios con el régimen gobernante encabezado por #PRIANRD, y del otro, el discurso propagandístico, electoral y mediático que tenía como centro a AMLO. Entre el peligro para México y el mesías tropical, en algunas revistas (Vuelta, Nexos, Letras Libres, Etcétera, entre otras), cuyos tirajes eran comprados por los gobiernos anteriores, para ser arrumbados en bodegas y libreros que nadie consultaba, y los medios corporativos y sus escribanos, la consigna era desacreditar, no solo a AMLO sino también al movimiento social que lo acompañaba.
Durante 30 años, las derechas del PRI y el PAN convergieron y se
fusionaron en las dos últimas décadas del siglo XX, para apoyar y promover el
neoliberalismo, ideología política y económica que construyó un proyecto
económico que acompañó a la globalización, quizás la fase del capitalismo más
depredadora, salvaje, corrupta, saqueadora y empobrecedora de millones de
pueblos del mundo. Estados Unidos pasó de experimentar el capitalismo salvaje
en algunos países, como Chile, sostenido por una sangrienta dictadura, a
imponer el modo de vida estadounidense en todos los países del orbe. México no
fue la excepción. Los partidos políticos y la derecha intelectual, participaron
de manera entusiasta, sin cuestionar sus graves consecuencias.
La pobreza en el mundo, con sus diferentes secuelas individuales y
colectivas, tiene sus profundas raíces estructurales en el capitalismo, pero en
algunos países el Estado se había consolidado para paliar sus implicaciones. El
neoliberalismo cortó de tajo los avances impulsados por algunas naciones, por
lo menos para aliviar el impacto entre algunos grupos sociales, imponiendo al
mercado y achicando al Estado, con la finalidad de que el capital actuara sin
contrapesos ni impedimentos legales, políticos y económicos. Las grandes
corporaciones y los grupos oligárquicos se convirtieron en los protagonistas
privilegiados.
En México, los cambios que favorecieron al capital extender su dominio
en toda la sociedad, fueron promovidos e impuestos por el PRI inicialmente,
pero después, al aliarse con el PAN, se profundizarían, generando estructuras
para administrar la pobreza, a pesar de su peligrosa profundización. Asimismo,
en esos 30 años, se pasó de las represiones y las desapariciones perpetradas
por el PRI en los 50, 60 y 70, a las represalias encabezadas por la alianza hoy
conocida como #PRIAN, más tarde consolidada por la asociación con el PRD,
partido político con orígenes en distintos grupos de izquierda, unos disidentes
del PRI, y otros de las diversas izquierdas socialistas y comunistas mexicanas.
A nivel político, los gobiernos neoliberales encabezados por el PRI y el
PAN no tuvieron oposición entre la intelectualidad de derecha, la que con
entusiasmo acompañó el programa neoliberal al llegar al poder Miguel de la
Madrid (1982-1988), quien implemento lo que se llamó la reestructuración
productiva, que incluyó la venta al mejor postor o liquidación de empresas
paraestatales, la reducción de las funciones del Estado y la ampliación de la
intervención del empresariado interno y externo. La ruta emprendida fue aplaudida
por los intelectuales, en particular de los grupos visibles liderados en ese
entonces por Octavio Paz-Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, quienes
pusieron sus revistas y publicaciones al servicio de académicos e intelectuales
neoliberales mexicanos y extranjeros.
El gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), a pesar del fraude
electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas y las oscuras alianzas con el PAN, fue
bien recibido por la derecha intelectual. El fin de la historia mexicana había
llegado y el neoliberalismo, que ese presidente priista intentó transmutar en
democracia social, comenzó a convertirse en el discurso único e inapelable. La caída
del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la URSS, aparentemente les
dieron la razón, y junto con los intelectuales de Estados Unidos y Europa,
anticomunistas, antisocialistas y antimarxistas, elevaron sus loas al modelo
económico que en 1983 el Consenso de Washington apremió imponer para salir de
los recientes ciclos recesivos del capitalismo, y así recuperar la tasa de
ganancia.
Durante 30 años y cinco presidencias, tres que llegaron al poder por
fraudes electorales (Carlos Salinas, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto), uno
producto del asesinato del candidato presidencial priista Colosio (Ernesto
Zedillo) y otro con legitimidad pero que traicionó a millones de mexicanos
(Vicente Fox), la derecha intelectual mexicana se mimetizó al poder político y
partidista del #PRIAN, por medio de negocios privados, prebendas, recursos
públicos para financiar sus revistas, publicaciones y congresos, imponer la
agenda pública mediática, convertir a los medios corporativos y sus escribanos
en la narrativa única y dominante, a cambio de discursos favorables y loas al
neoliberalismo, a pesar de extensión y profundización de las desigualdades, la
marginación, la pobreza, el saqueo y la corrupción.
Ese ha sido el fatídico papel de la derecha intelectual en México. De una
relativa autonomía antes de ser impuesto el programa neoliberal a la práctica
servil a favor de los gobiernos neoliberales del #PRIAN. Con pocas excepciones,
las voces críticas, o eran acalladas, o contenidas en los medios corporativos
para guardar ciertas apariencias de pluralidad, o satanizadas hasta
convertirlas en enemigos del pensamiento único y el mercado. En prácticamente
todos los ámbitos, el neoliberalismo dejó huella: organizaciones de la sociedad
civil, defensa de los derechos humanos, procesos electorales, uso del
presupuesto público, adquisición de deuda pública para favorecer a unos
cuantos, entre otros aspectos. No solo fue un programa económico, sino un
proyecto cultural que permeó toda la vida social.