Las elecciones
presidenciales, tanto en México como en Estados Unidos, se mueven de formas
caprichosas. En nuestro país, cuatro candidatos arremeten mediáticamente contra
los ciudadanos, pero en dos casos el guión ya está trazado, por lo que los
monopolios televisivos, radiofónicos y periodísticos están a su servicio sin
rubor.
Desde mi punto
de vista, en la Internet es donde se están dando batallas más interesantes,
pues el compromiso de algunos ciudadanos y la zalamería de otros que suponen
estar en los medios tradicionales, protagonizan duelos abiertos y sin tapujos. La
libertad en la red de redes alienta movilizaciones y críticas virtuales de gran
potencia.
En Estados
Unidos las batallas están comenzando. Definido el candidato republicano, el
presidente Obama está dirigiendo parte de su batería electoral a un individuo
cuyas posturas radicales favorecen al establishment y las fuerzas
antiinmigrantes. El presidente Obama busca el voto latino y al blanco
clasemediero para refrendar su mandato.
Como parte de la
batalla electoral en Estados Unidos, la reforma migratoria comprehensiva
regresa a la arena política, pero en esta ocasión con profundas divisiones
entre el electorado y un activismo pro y antiinmigrante creciente. Esta semana
se discute en la SCJN la ley SB1070 y sus resultados incidirán en el uso
político de la reforma migratoria.
En México
ninguno de los candidatos presidenciales ha tocado el tema de la migración
mexicana seriamente. El abanderado de las izquierdas señaló que si gana Obama,
la reforma migratoria tendría el camino despejado, pero parece ser retórica
pura, pues el tema migratorio es abordado de manera particular en Estados
Unidos.
Asimismo, el
embajador de México en ese país afirmó, no sin razón, que de haber reforma
migratoria no sería fruto de un acuerdo entre países y gobiernos, pues la
visión estadounidense refrenda el tema inmigratorio como un asunto
estrictamente doméstico, en el que la opinión de los países expulsores de
migrantes no cuenta.
Tampoco ningún
candidato ha mencionado el tema de los transmigrantes y el tráfico de personas
que está asociado al movimiento masivo de personas de allende nuestra frontera
sur que busca alcanzar territorio estadounidense. Mientras los defensores de
los derechos de los migrantes son amenazados, los candidatos guardan silencio.
En ambos países,
los temas económicos dominan las campañas. El lento crecimiento de la economía
estadounidense, los vaivenes del mercado laboral, son asuntos destacados en las
mediciones de la opinión pública en ese país. El reciente estudio del Pew
Hispanic Center que refrenda la interrupción de la migración mexicana, tendrá
buen uso político.
Con todo, la
nueva promesa sobre la reforma migratoria todavía no consigue entre los latinos
una postura definitoria. En estos cuatro años lo que se profundizó fue la
política inmigratoria que el ex–presidente Bush reforzó a raíz de los ataques
terroristas de 2001. Las deportaciones de mexicanos y otros indocumentados
siguen al alza.
El tema en el
que coincide plenamente el actual gobierno panista, y de seguro la abanderada
del PAN refrendará, es la seguridad en la frontera de ambos países, donde la
inmigración indocumentada juega un papel, y cuyas implicaciones para la
migración mexicana y la transmigración pueden ser graves, pues podría reforzar
a la delincuencia organizada.
La inseguridad
en las fronteras México-Estados Unidos y México-Centroamérica, es de particular
interés geopolítico para la nación allende el Bravo. La migración y la
transmigración son parte de la política estadounidense como tema de seguridad
doméstica, pero en nuestro país apenas se discuten abiertamente.
Como era de
esperarse, el reciente estudio del Pew Hispanic Center ya está siendo usado
políticamente por el gobierno mexicano, que afirma que el empleo en México ha
llevado a la migración mexicana a tasa cero. Desde mi punto de vista, esta
descarada manipulación tiene el fin de ocultar el desastre nacional.
En Estados
Unidos el tema migratorio estará presente en el debate electoral, en parte como
promesa para reconquistar los votos latinos y en parte como reforzamiento del
activismo antiinmigrante. En México, el desplazamiento de las personas no es
motivo de interés para el discurso y las propuestas de cuatro candidatos
presidenciales.
Desde mi punto
de vista, quien gane la elección mexicana no va a poner en la mesa de la
relación bilateral el tema migratorio, pues no parece convenir a los intereses,
tanto de los candidatos y sus partidos como de la propia relación entre ambos
países. Seguirá siendo un asunto que las inercias económicas y políticas
redefinan.
Asimismo, si en
Estados Unidos el presidente Obama consigue otro mandato, la reforma migratoria
que proponga de seguro que tendrá serias limitaciones, porque buscará engarzar
la actual política inmigratoria restrictiva con alguna vía que atienda el
clamor de los grupos pro-inmigrantes y antiinmigrantes.
En México, urge
una política migratoria que enfoque integralmente la emigración a Estados
Unidos, la transmigración, la movilidad interna con sus implicaciones y el
desplazamiento producto de la inseguridad y la violencia. Aparte de las
ocurrencias de algunos legisladores, entre los candidatos y los partidos
políticos no parece haber el mayor interés.