sábado, 8 de octubre de 2011

La migración mexicana en la encrucijada

El viernes 23, a las 19 horas, en céntrico hotel de Morelia, el Dr. Gustavo López Castro (El Colegio de Michoacán), el mayor experto en la migración michoacana a Estados Unidos, nos convocó al Dr. Rodolfo García Zamora (UAZ), Dr. Rafael Alarcón (COLEF), Dr. Agustín Escobar (CIESAS), Dr. Carlos Heredia (CIDE), y al escribano de esta columna.
Fue la primera sesión del Conversatorio sobre migración de El Colegio de Michoacán, que tuvo como fin abordar el tema, cuyo impacto mediático todavía persiste, sobre el supuesto fin de la migración mexicana a Estados Unidos. Cada quien, desde nuestra trinchera de conocimientos conversamos sobre el planteamiento de Douglas S Massey.
A principios de julio, como lo registré en una de mis colaboraciones (Cambio de Michoacán, 12/07/11), el The New York Times publicó una entrevista al profesor Massey de la Universidad de Princeton, uno de los líderes del Mexican Migration Project, que fue aderezada por varias entrevistas realizadas en Jalisco a migrantes.
El argumento central de la entrevista fue puntualizar, lo que muchos no quieren ver según Massey: después de una larga etapa de migración masiva a Estados Unidos, históricamente la más significativa respecto a otros flujos, los mexicanos ya no se están yendo a ese país. En sus indagaciones y los números del INEGI sobresale que la migración llegó a casi cero.
Sin duda esta constatación es fundamental para entender en que momento está el proceso migratorio, pero también la euforia que causó entre la comentocracia afín a Felipe Calderón, y el uso mediático y político que se le está dando a un dato y los argumentos de uno de los expertos sobre la migración mexicana y de otros lares.
En la mesa coincidimos en que la suma y resta entre emigración e inmigración no es suficiente para echar las campanas al vuelo. Efectivamente, la migración muestra un descenso, una pausa, pero no es efecto de ninguna mejora económica y social en México, sino de factores externos, particularmente ligados a la recesión estadounidense.
Gustavo López Castro recordó que a mediados de los noventa del siglo pasado, en el contexto del Estudio Binacional, empresa intelectual que reunió a 10 investigadores mexicanos y 10 estadounidenses para una investigación que ahora resulta imprescindible, Agustín Escobar planteó que en estas fechas la migración mexicana descendería.
En efecto, armado de indicadores demográficos y económicos, Escobar señaló que lo que hoy observamos es resultado de la transición demográfica mexicana, cuyo mayor cambio en la pirámide poblacional muestra que el famoso bono demográfico está llegando al punto en que la población que se incorpora al mercado laboral cada año tiende a disminuir.
Desde esta perspectiva, el stock de migrantes se está reduciendo, por lo que el número de personas que demandan trabajo, tanto en México como en el mercado laboral estadounidense, es menor. El cambio sociodemográfico implica también una tendencia al envejecimiento de la población mexicana que estaría saliendo del mercado laboral.
El planteamiento es impecable si únicamente observamos el lado mexicano, pero Rafael Alarcón, Rodolfo García Zamora y Carlos Heredia, señalaron que la recesión estadounidense es el mayor factor que está incidiendo en el descenso de la migración mexicana. La contracción del mercado laboral ha sobre pasado cualquier estimación.
Asimismo, puntualizaron que la política inmigratoria actual golpea de manera frontal a los inmigrantes mexicanos. Por lo mismo, en las localidades de origen de los migrantes donde las redes sociales son maduras y fuertes, la información que circula previene a los migrantes de emprender el viaje por la falta de empleo y los peligros del cruce.
El riesgo migratorio, el costo del cruce fronterizo, la peligrosidad del trayecto por Arizona y la conversión de los migrantes en objetivo del crimen organizado, están incidiendo en ese descenso. Igualmente, la política restrictiva que ha implicado detenciones, ya no sólo en la frontera sino tierra adentro, y las deportaciones masivas, son un duro golpe a la migración.
Quien escribe esta columna, considera que este panorama es parte de una tendencia de largo plazo que comenzó a mediados de los noventa del siglo pasado y que se recrudeció a raíz de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001. Existen evidencias de que este descenso comenzó a acentuarse en el 2007.
Desde esta perspectiva, mi argumento es que la mezcla entre recesión, política inmigratoria restrictiva y la situación explosiva que vivimos en México, están llevando a la migración México-Estados Unidos a una nueva fase. Después de una de las etapas históricas más largas de migración masiva a ese país, se está produciendo un ajuste en el proceso.
Sin lugar a dudas, la migración mexicana continuará pues aunque la migración indocumentada es la que aceita el proceso mayor, en realidad entendemos que es un fenómeno muy complejo, con sus mecanismos autoreguladores y la dinámica propia de un proceso de carácter transnacional.
La encrucijada de la migración mexicana adquiere así mayores dimensiones. La migración de retorno por ejemplo, que combina migrantes que efectivamente están regresando a México por su propio pié y un creciente número de detenidos y deportados, presenta auténticos desafíos ante la ola de violencia e inseguridad que vive el país.
A nivel local y regional, amplios territorios están dominados por los diversos grupos delincuenciales hasta al punto de haber penetrado las estructuras sociales y económicas de algunas comunidades, tanto de origen como no de migrantes, por lo que la reinserción de los migrantes de retorno y los deportados es un asunto de gran impacto.
Si bien la migración de retorno y las deportaciones aún no se desbordan, el asentamiento de estos migrantes, muchos de ellos arrojados a México sin dinero, imposibilitados de regresar a Estados Unidos porque están clasificados como violadores de las leyes migratorias, y en condiciones de precariedad, puede tener implicaciones en el mediano plazo.
En este contexto, se señaló que se ha documentado la deportación de cientos, si no es que miles, de personas de origen mexicano con más de una década de residencia en Estados Unidos, incluidos migrantes llevados por sus padres cuando eran niños, y hoy se encuentran en un país que les es ajeno, además de que únicamente hablan inglés y no tienen empleo.
Ante esta situación, ninguna agencia gubernamental tiene respuestas; el gobierno mexicano ha hecho propia la política estadounidense por el apoyo a una guerra interna que desgarra al país. Tampoco ningún nivel de gobierno y partido tienen el menor interés por enfrentar lo que sucede en las localidades mexicanas penetradas por el crimen organizado.
Rodolfo García Zamora planteó una certeza: el actual modelo de desarrollo carece de guías. Durante treinta años las elites políticas y económicas han aplicado políticas ineficientes; y en el plano migratorio, centraron sus expectativas en las remesas, sin tomar en cuenta las evidencias contundentes de que las remesas no son palanca de ningún desarrollo.
Podría abundar aún más sobre la conversación que entablamos los invitados y el anfitrión, pero nada más me resta decir que esta es la primera de una serie de pláticas que están relanzando el tema migratorio entre la opinión pública mexicana, con la finalidad de abordar las diversas aristas de un proceso que está muy lejos de terminarse.
Finalmente, agradezco la invitación que el Dr. Gustavo López Castro, amigo y colega, me hizo para participar en este primer Conversatorio sobre migración. Asimismo, fue un gran halago para mí platicar con varios de los más importantes expertos en la migración internacional mexicana en sus diversas aristas, y de quienes he aprendido tanto.