miércoles, 16 de julio de 2014

Migración y violencia, segunda y última parte


La crisis de los niños y niñas migrantes es compartida, tanto por México como por Estados Unidos. Este país como receptor, y el nuestro como territorio de tránsito. En ambos casos, las respectivas políticas migratorias han sido un rotundo fracaso. Pero esta situación tiene aristas que pocos reconocen y abordan.
Como lo señalé en mi última colaboración, México y Centroamérica comparten, con sus especificidades, situaciones en las que la violencia delincuencial y del Estado, la desigualdad, la pobreza, la marginación, la complicidad, la impunidad, son parte de la cotidianidad de migrantes y no migrantes.
En el caso de México, las corrientes migratorias impulsadas por la IRCA (1986), los cambios en los patrones migratorios, la masificación de la migración a Estados Unidos, las crisis de los ochenta, los noventa y recientes, han configurado, a pesar de la supuesta migración “cero”, una oleada migratoria de mujeres, niños y niñas.
La información empírica, recolectada por diversos investigadores en distintas comunidades, localidades y entidades del país, a partir de trabajo de campo intensivo, antropológico y sociológico, nos muestra un patrón migratorio femenino importante, además de corrientes migratorias de niños y niñas no acompañados.
Incluso, estas corrientes continúan a pesar del alza de las remesas. Hoy, mediática y oficialmente, se exalta de nuevo el aumento continuo en diez meses de las remesas, pero mientras las condiciones locales, comunitarias y regionales que impulsan la migración prevalezcan, no hay mucha diferencia.
A contracorriente de algunos académicos, representantes de gobiernos, supuestos líderes, consultores, mi postura ha sido consistente: las remesas proporcionan bienestar individual, familiar y local, pero su papel en la marginación, pobreza y desarrollo local y regional es limitada. Las remesas no desarrollan países.
Sin duda, la política migratoria aplicada por el gobierno de Obama, mucho más restrictiva, violenta y violatoria de los derechos humanos de los migrantes que la de su predecesor, ha impreso un sello contradictorio. Por un lado, apoya a los dreamers, y por otro, atrapa y expulsa a niños y niñas recién llegados.
En medio de su disputa con los republicanos que dominan la Cámara de Representantes, Obama solicitó recursos multimillonarios para paliar la crisis de los menores, pero se cuidó de precisar que sería para reforzar la política migratoria para dar continuidad a las deportaciones.
Acorde con el propio gobierno estadounidense, más de 50 mil niños están hoy varados en la frontera sur de Estados Unidos. Según algunos medios, pocos han sido deportados por la maraña burocrática, la falta de recursos, la ausencia de defensores y normas ad hoc. El propio sistema generó su propia debacle.
Con todo, la responsabilidad está siendo trasladada a México y Centroamérica, sin importar sus implicaciones. En nuestro país, curándose en salud, se aduce que el problema no es la violencia en los países expulsores sino de los traficantes de menores. En realidad, ambos aspectos están relacionados y falta considerar otros.
Según Estados Unidos, México no hace lo suficiente, a pesar de sumarse a la política de ese país, debiendo apretar el paso. El anunció no espero: el secretario de Gobierno afirmó que el gobierno mexicano “impedirá” que los migrantes aborden el tren “La Bestia”, además de detenerlos y deportarlos.
En Centroamérica, algunos gobiernos rechazan que la violencia sea la causa de la ola migratoria, achacándoles a los traficantes la culpa. Pero evitan mencionar que las políticas estadounidenses dirigidas a la subregión, la marginación, la pobreza y las actuales condiciones de violencia y desesperanza impulsan esta situación.
Sin duda el tráfico de personas, en los países expulsores y en México, juega un papel importante, pero no puede ser aislado del contexto de violencia generado por la delincuencia organizada y la corrupción gubernamental. Menos de la pobreza, marginación y desigualdad endémica en nuestro país y Centroamérica.
Obviedades. 1. “Se les peló el agente”: calificó una diputada del PT la jugada de negocios de Carlos Slim, con el “empequeñecimiento” de América Móvil. Lo que supuestos analistas de primera y quinta celebran sin rubor como ganancia de las leyes secundarias de Telecom a favor de Televisa, permitió al hombre más rico del mundo recoger miles de millones de dólares en un día. 2. No es extraño que el PAN se sume al supuesto reclamo de demostrar la inocencia de Mireles, pues su actuación a favor de la Ley Peña-Televisa retrata sus intereses reales. 3. Por “ley”, las elites políticas dispondrán el despojo de tierras por supuesta utilidad pública para acrecentar las ganancias privadas. 4. En cuanto a la unidad y fragmentación de la izquierda mexicana, hay que tener presente de cuál izquierda se habla. La “izquierda mexicana realmente existente”, escogió la vía electoral, con sus consecuentes complicidades y corruptelas, para alcanzar cualquier puesto de elección popular. Hay otras izquierdas, las radicales, las clandestinas, la zapatista. Unas siguen ancladas en los viejos esquemas, otras están construyendo proyectos y caminos propios. Las tribus perredistas destacan por sus complicidades y corruptelas, cercanía al poder, no gobierna pero si expolia, huesera, en el gobierno se sirve; las otras izquierdas, como el PT, MC, etcétera, acostumbran vivir del erario público, todas neoliberales y de derecha, y la izquierda de AMLO, populista y excluyente. 5. Se consolidan 15 meses de intercambio de favores, autoelogios. La Esfinge. No hay más allá de la egolatría y egomanía. Dios los hace y el PRI los junta. 6. La ley Peña-Televisa, es la primera avanzada expoliadora de las elites políticas en connivencia y complicidad con las económicas; sigue la energética. Hay algunos beneficios para el consumidor, pero muchos más para Televisa. 7. Michoacanos “varados” en Estados Unidos. Primero, señores legisladores, revisen los datos reales. Acorde con estimaciones de especialistas, de la cifra políticamente manejada, quizás la mitad es más cercana a la realidad. Segundo, los michoacanos indocumentados, pocos o muchos, están en una situación que ya no depende del gobierno mexicano o local, sino de la política migratoria estadounidense; tercero, el clientelismo, no va a resolver sus problemas, lo mejor es dejar de jugar al diputado migrante, exigir que las condiciones en nuestro estado cambien y generar propuestas reales de cambio, no declaraciones y discursos huecos. Esto no significa ignorar a los migrantes michoacanos, pero hay que ser realistas, dejar de mentir y usar políticamente el tema migratorio. 8. Los partidos en este país, ahora con tres nuevos, dos de derecha y otro de izquierda, seguirán costando millones a los ciudadanos, mientras la enclenque democracia naufraga. 9. La crisis financiera en Michoacán, se agravó en los periodos de FVF-JRG-FVF. Miles de millones de pesos sin comprobar; una costosa campaña para culpar a los gobiernos perredistas, y un estado intervenido por la Federación, con un gobierno mediático, que sigue los dictados del procónsul. 10. Morelia de diez: tres nuevas ejecuciones, baches por doquier, discursos idílicos, ganas de tener la gubernatura para seguir hundiendo al estado, una ciudad en caos.

viernes, 11 de julio de 2014

Migración y violencia

Hace un par de años, en un evento académico llamé la atención de los estudiosos de la migración mexicana internacional, acerca de la necesidad de incorporar las variables de inseguridad y violencia en la investigación. En particular, por su impacto en desplazados, refugiados y migrantes que huían por peligrar sus vidas.
Si bien, mi argumentación no fue abiertamente criticada, mi acostumbrada vehemencia si lo fue. Con todo, sigo sosteniendo que la investigación entonces, y aún ahora, sigue observando la movilidad humana como una serie de procesos sociales separados, que rara vez convergen con otros en un contexto más amplio.
Muchos estudiosos de temas tan específicos conducen sus pesquisas de procesos complejos y multideterminados, como si fuesen independientes. Es el caso de las remesas. En tres décadas poco ha cambiado la visión prevaleciente –supuesta palanca de desarrollo, a pesar de las evidencias empíricas en contra.
A contracorriente de la academia, la migración se ha transformado, no solo en un proceso global y transnacional, también en drama cotidiano y crisis humanitaria. Hoy son los niños y niñas varados en centros de detención fronterizos, esperando su deportación; ayer, migrantes de origen africano buscando territorio europeo.
México, como parte del corredor migratorio del norte se ha convertido en paso masivo de transmigrantes que buscan territorio estadounidense. Cifras alarmantes que alcanzan los 40 mil o más niños y niñas que viajan solos, constituyen una crisis humanitaria que ha hecho trizas la política migratoria de Estados Unidos.
Pero no únicamente la política migratoria de ese país, también la de México, a pesar de que el gobierno mexicano ha elegido seguir las directrices del gobierno estadounidense al intentar detener a los transmigrantes, proteger al corrupto INM, e ignorar, implícita o explícitamente, el drama de los niños y niñas migrantes.
La corrupción en el INM es vieja, pero es durante el sexenio pasado que se evidenciaron las complicidades de diversos funcionarios con la delincuencia organizada en distintas delegaciones. Con todo, hasta la fecha la impunidad y complicidad no se han erradicado. Es una instancia que debería desaparecer.
Igualmente, los cambios a la ley migratoria mexicana satisficieron a pocos. Si bien tuvo algunos avances, se quedó corta en cuanto al entendimiento de la complejidad del fenómeno migratorio que actualmente enfrenta el país. Varios de los cambios parecen ser extensión de la política migratoria estadounidense.
Como quiera, para analizar este drama de graves implicaciones, es necesario desbrozar un poco la complejidad de la movilidad humana actual. En el caso de México, es en los últimos treinta años que el patrón migratorio, la masificación, las rutas, entre otros aspectos, cambiaron profundamente.
En el caso de los niños y niñas migrantes, la política migratoria estadounidense implantada por la IRCA (1986), aceleró el cambio. De irse cotidianamente hombres, quienes muchas de las veces regresaban, comenzaron a llevarse a toda la familia para establecerse permanentemente en Estados Unidos.
Igualmente, a la fecha, hay 11 millones de mexicanos indocumentados en ese país, buena parte de los cuales no ha regresado, si no es que ha sido deportado por la actual política inmigratoria, en más de una década, lo que de alguna manera ha impulsado el traslado de niños, niñas, esposas y más familiares.
Por ello, la integración y articulación del proceso migratorio ya no puede observarse como una anomalía de los mercados laborales. En la última década, los estudiosos han intentado recuperar este complejo proceso que ha implicado la formación de comunidades binacionales y un espacio transnacional.
Este proceso es un tanto diferente respecto a la masiva ola migratoria reciente de niños y niñas de Centroamérica. En los ochenta, las dictaduras y las guerras que las derrotaron provocaron un éxodo incesante, buena parte del cual fue producto de acuerdos entre Estados Unidos y algunos países centroamericanos.
Sin embargo, la devastación, la pobreza, marginación, y las actuales condiciones de violencia interna en la subregión, aceleraron la emigración de hombres, mujeres, adultos y jóvenes, en los pasados diez años. Y hoy la salida de mujeres y sus hijos, y niños y niñas solos, configurando un drama impactante.
En México, adicionalmente al actual patrón migratorio transnacional y binacional, la violencia delincuencial, local y regional, ha implicado el desplazamiento de miles de personas, cuya situación de desplazados y refugiados por la guerra contra las drogas no ha sido reconocida por el gobierno mexicano. Es ignorada totalmente.
De esos desplazamientos, escasamente documentados, se ha desprendido un reciente flujo migratorio interno e internacional, cuyo principal destino son algunas metrópolis, ciudades medias, la frontera con Estados Unidos y este país. Un importante número de niños y adolescentes son parte de esta corriente migratoria.
Todas estas corrientes migratorias, conforman patrones y orientaciones diversas, pero nos ofrecen un panorama complejo que hasta el momento el gobierno mexicano ha ignorado. En el caso de los transmigrantes centroamericanos y los niños y las niñas migrantes, únicamente las ONG han dado las voces de alarma.
Esto es así porque las rutas migratorias mexicanas son actualmente campo de interés de la delincuencia organizada, la cual, en varios tramos del territorio, ha contado con la connivencia, complicidad y apoyo de diferentes autoridades mexicanas. Esto ha permitido masacres (San Fernando) e impunidad total.
La problemática de los niños y niñas migrantes ha tenido su mayor expresión por la exposición mediática de las condiciones y abusos de que son objeto en los centros de detención de la Patrulla Fronteriza, configurando una crisis mayor del sistema migratorio y la política migratoria estadounidense por extensión.
Sin embargo, en su paso por México, muy pocos medios y mucho menos el gobierno mexicano y estatales, han llamado la atención, excepto por las denuncias de los defensores de los derechos de los migrantes, quienes han recibido amenazas de diversas fuentes por exponer el drama migratorio que vivimos.
En nuestro país, la crisis declarada en Estados Unidos, también tiene su contraparte en detenciones y deportaciones, denuncias de ataques y asesinatos a migrantes que no son atendidas, abuso y maltrato en las estaciones migratorias, expulsión inmediata, y desatención legal y de las causas de esta ola migratoria.
Como en México, en Centroamérica, la violencia delincuencial, pobreza, marginación y abusos, están obligando a la gente a desplazarse, huir y buscar un lugar menos dañino para sobrevivir. Es urgente atender la emergencia, pero también hay que reconocer la raíz de esta ola migratoria.