jueves, 29 de marzo de 2012

Migrantes y elecciones


Este año, los inmigrantes latinos, incluidos los de origen y herencia mexicana en Estados Unidos, y los emigrantes mexicanos, cuya mayoría reside en ese país, podrían ser una pieza clave en las elecciones en la Unión Americana, pero en México su voto seguirá siendo marginal y de poco impacto.
Acorde con las estadísticas oficiales, en México, entre las elecciones de 2006 y las que están por realizarse, el interés de los emigrantes mexicanos y de origen mexicano por votar no crece como los políticos, algunos académicos y las organizaciones de migrantes predijeron. Un voto, que por otro lado, es muy costoso.
Si bien, los derechos de los migrantes mexicanos en el extranjero continúan acotados por absurdas consideraciones de carácter político y clientelar, lo que alcanza a observarse, a partir de los resultados de las elecciones del 2006 y los datos de las elecciones michoacanas (2008, 2011), es el rasgo conservador de quienes ejercieron su voto.
Tanto en el 2006 como en las elecciones michoacanas recientes, el PAN se vio favorecido con la mayoría de los votos de los mexicanos en el extranjero, particularmente de los asentados en Estados Unidos, confirmando ciertas actitudes conservadoras de estos mexicanos, registradas en algunos estudios sobre su organización y participación cívica.
Como quiera, que nuestro país sea el primero a nivel mundial en migración internacional, con cerca de 13 millones de mexicanos en el exterior, implica que somos también el mayor exportador de mano de obra, a pesar de que, como el INEGI atestigua, la salida de mexicanos prácticamente se desplomó un 82 por ciento entre 2006 y 2011.
A pesar de esta tendencia nacional, la intensidad migratoria en las localidades rurales continúa siendo alta. Al último trimestre del 2011, 52 de cada 10 mil habitantes del medio rural se fueron a vivir al extranjero. Este dato sugiere un contexto rural donde prevalecen pobreza, marginación y falta de oportunidades, atizadas por la inseguridad y la violencia.
En Estados Unidos, las elecciones presidenciales podrían ser el marco idóneo para renovar la esperanza de 11.5 millones de inmigrantes indocumentados, entre los que destacan 6.8 millones de mexicanos. De acuerdo con el Departamento de Seguridad Interna (DHS, en inglés), la mayoría de los indocumentados llegó a ese país en la primera década del siglo.
La creciente organización y participación cívica de los latinos en Estados Unidos favoreció con su voto al actual presidente de ese país, pero la ausencia, por consideraciones políticas, de una reforma migratoria integral y comprehensiva, uno de los compromisos de campaña, tiene a la primera minoría poblacional en duda.
Sin embargo, el tema migratorio está siendo usado en Estados Unidos, tanto por el gobierno de Barack Obama, cuya política inmigratoria severa y restrictiva ha golpeado a todos los inmigrantes, como por los aspirantes a la candidatura republicana, quienes exigen más restricciones, para atraer a la franja de votantes conservadores e indecisos.
Esta situación ha prohijado un contexto favorable a las diversas leyes estatales que en los últimos años han sido sancionadas, caracterizadas por la severidad con la que buscan enfrentar la migración indocumentada, convirtiéndose en instrumentos raciales, discriminatorios y violatorios de los derechos de los migrantes.
Asimismo, es notable el impacto entre la población latina. La movilidad de los inmigrantes, particularmente los indocumentados, se ha intensificado. La recesión económica, por sus efectos en los mercados laborales, así como la severidad antiinmigrante, han convergido en la mayor dispersión laboral de los inmigrantes.
En Arizona, el tamaño de la población inmigrante indocumentada ha caído desde 2008 de manera importante, a raíz de la entrada en vigor de la ley SB1070, cuyos apartados más polémicos, que criminalizan y discriminan a los inmigrantes fueron bloqueados por una juez federal. Se estima que más de 100 mil inmigrantes han salido del estado.
Como parte de ambos procesos, recesión económica y severidad de las leyes, otros estados ganan población inmigrante, que va en busca de oportunidades laborales y de ambientes locales menos antiinmigrantes. Esta situación refleja la contracción de la circularidad migratoria, pues en los últimos 10 años miles de migrantes no han salido de ese país.
La migración mexicana, antes caracterizada por su circularidad, enfrenta actualmente un proceso en el que se mezclan la caída sostenida del número de migrantes con destino a Estados Unidos, el cambio en la modalidad migratoria, pues poco más de 30 por ciento tiene 10 años de no regresar a México, y el creciente odio antiinmigrante.
En este contexto, las elecciones presidenciales, donde Barack Obama busca un segundo mandato, podrían renovar el activismo latino y pro-inmigrante para presionar por la reforma migratoria integral, que sin duda combinará tendencias restriccionistas y penas, tanto para inmigrantes como para los patrones.
Desde mi punto de vista, a pesar de que el presidente Obama convenza a los latinos de darle sus votos para la reelección, la reforma migratoria tendrá restricciones que quizás no gusten a quienes la favorecen, pues la actual política inmigratoria, heredada de la administración Bush, ha sido reforzada con severidad con todo el escándalo que ha implicado.
En México, el voto migrante es, como en el caso de la pretensión por hacer de las remesas palanca de desarrollo, la zanahoria severamente limitada por restricciones e intereses políticos y partidistas. Si los migrantes no tienen todos los derechos como ciudadanos mexicanos al respecto, es porque se privilegia el trato clientelar e interesado.