Este año, los inmigrantes latinos, incluidos
los de origen y herencia mexicana en Estados Unidos, y los emigrantes
mexicanos, cuya mayoría reside en ese país, podrían ser una pieza clave en las
elecciones en la Unión Americana, pero en México su voto seguirá siendo
marginal y de poco impacto.
Acorde con las estadísticas oficiales, en
México, entre las elecciones de 2006 y las que están por realizarse, el interés
de los emigrantes mexicanos y de origen mexicano por votar no crece como los
políticos, algunos académicos y las organizaciones de migrantes predijeron. Un
voto, que por otro lado, es muy costoso.
Si bien, los derechos de los migrantes
mexicanos en el extranjero continúan acotados por absurdas consideraciones de
carácter político y clientelar, lo que alcanza a observarse, a partir de los
resultados de las elecciones del 2006 y los datos de las elecciones michoacanas
(2008, 2011), es el rasgo conservador de quienes ejercieron su voto.
Tanto en el 2006 como en las elecciones
michoacanas recientes, el PAN se vio favorecido con la mayoría de los votos de
los mexicanos en el extranjero, particularmente de los asentados en Estados
Unidos, confirmando ciertas actitudes conservadoras de estos mexicanos,
registradas en algunos estudios sobre su organización y participación cívica.
Como quiera, que nuestro país sea el primero a
nivel mundial en migración internacional, con cerca de 13 millones de mexicanos
en el exterior, implica que somos también el mayor exportador de mano de obra,
a pesar de que, como el INEGI atestigua, la salida de mexicanos prácticamente
se desplomó un 82 por ciento entre 2006 y 2011.
A pesar de esta tendencia nacional, la
intensidad migratoria en las localidades rurales continúa siendo alta. Al
último trimestre del 2011, 52 de cada 10 mil habitantes del medio rural se
fueron a vivir al extranjero. Este dato sugiere un contexto rural donde
prevalecen pobreza, marginación y falta de oportunidades, atizadas por la
inseguridad y la violencia.
En Estados Unidos, las elecciones
presidenciales podrían ser el marco idóneo para renovar la esperanza de 11.5
millones de inmigrantes indocumentados, entre los que destacan 6.8 millones de
mexicanos. De acuerdo con el Departamento de Seguridad Interna (DHS, en
inglés), la mayoría de los indocumentados llegó a ese país en la primera década
del siglo.
La creciente organización y participación
cívica de los latinos en Estados Unidos favoreció con su voto al actual
presidente de ese país, pero la ausencia, por consideraciones políticas, de una
reforma migratoria integral y comprehensiva, uno de los compromisos de campaña,
tiene a la primera minoría poblacional en duda.
Sin embargo, el tema migratorio está siendo
usado en Estados Unidos, tanto por el gobierno de Barack Obama, cuya política
inmigratoria severa y restrictiva ha golpeado a todos los inmigrantes, como por
los aspirantes a la candidatura republicana, quienes exigen más restricciones,
para atraer a la franja de votantes conservadores e indecisos.
Esta situación ha prohijado un contexto
favorable a las diversas leyes estatales que en los últimos años han sido
sancionadas, caracterizadas por la severidad con la que buscan enfrentar la
migración indocumentada, convirtiéndose en instrumentos raciales,
discriminatorios y violatorios de los derechos de los migrantes.
Asimismo, es notable el impacto entre la
población latina. La movilidad de los inmigrantes, particularmente los
indocumentados, se ha intensificado. La recesión económica, por sus efectos en
los mercados laborales, así como la severidad antiinmigrante, han convergido en
la mayor dispersión laboral de los inmigrantes.
En Arizona, el tamaño de la población
inmigrante indocumentada ha caído desde 2008 de manera importante, a raíz de la
entrada en vigor de la ley SB1070, cuyos apartados más polémicos, que
criminalizan y discriminan a los inmigrantes fueron bloqueados por una juez
federal. Se estima que más de 100 mil inmigrantes han salido del estado.
Como parte de ambos procesos, recesión
económica y severidad de las leyes, otros estados ganan población inmigrante,
que va en busca de oportunidades laborales y de ambientes locales menos
antiinmigrantes. Esta situación refleja la contracción de la circularidad
migratoria, pues en los últimos 10 años miles de migrantes no han salido de ese
país.
La migración mexicana, antes caracterizada por su
circularidad, enfrenta actualmente un proceso en el que se mezclan la caída
sostenida del número de migrantes con destino a Estados Unidos, el cambio en la
modalidad migratoria, pues poco más de 30 por ciento tiene 10 años de no
regresar a México, y el creciente odio antiinmigrante.
En este contexto, las elecciones
presidenciales, donde Barack Obama busca un segundo mandato, podrían renovar el
activismo latino y pro-inmigrante para presionar por la reforma migratoria
integral, que sin duda combinará tendencias restriccionistas y penas, tanto
para inmigrantes como para los patrones.
Desde mi punto de vista, a pesar de que el
presidente Obama convenza a los latinos de darle sus votos para la reelección,
la reforma migratoria tendrá restricciones que quizás no gusten a quienes la
favorecen, pues la actual política inmigratoria, heredada de la administración
Bush, ha sido reforzada con severidad con todo el escándalo que ha implicado.
En México, el voto migrante es, como en el caso
de la pretensión por hacer de las remesas palanca de desarrollo, la zanahoria
severamente limitada por restricciones e intereses políticos y partidistas. Si
los migrantes no tienen todos los derechos como ciudadanos mexicanos al
respecto, es porque se privilegia el trato clientelar e interesado.