Múltiples factores internos y externos permiten entender el triunfo de
Donald J. Trump, pero es difícil suponer si a partir del 20 de enero del 2017
convertirá en políticas oficiales su discurso bravucón, xenófobo, racista,
antiinmigrante. En México, más allá de cierta histeria, no acaba de aquilatarse
el significado de tal triunfo.
Este escribano tampoco tiene una bola de cristal, pero llama al sosiego. No
al inmovilismo del gobierno mexicano, el cual en la última semana ha repetido
el discurso del socio subordinado, la negativa a revisar el TLCAN, y a no
cuestionar el modelo neoliberal y la globalización, centro del cuestionamiento
de Trump.
Donald J. Trump, planteó revisar o salirse del TLCAN, pues le achaca la
pauperización de grupos de blancos anglosajones protestantes residentes en
otrora pujantes estados industriales, de donde las corporaciones salieron
buscando bajar costos laborales y una sostenida tasa de ganancia. Por lo pronto
anunció la salida del TTP.
En México, el TLCAN pulverizó el campo mexicano, colapsó el sistema
alimentario e hizo más dependiente de los ciclos de la economía global la vida
rural y urbana. Si el gobierno mexicano y sus asesores fueran inteligentes,
verían como una oportunidad la revisión del acuerdo comercial que favorece a
Estados Unidos y las corporaciones.
Con todo, el discurso gubernamental persiste en negar el impacto del TLCAN
en áreas cruciales del desarrollo mexicano, además de seguir sosteniendo lo
insostenible: las políticas neoliberales que exigen la apertura irrestricta de
nuestra economía que está a punto del colapso. El México neoliberal al que nada
le importa el bienestar social.
El sábado pasado, este escribano fue invitado a una mesa de debate en el
contexto de la clausura del 7° Diplomado Interinstitucional en Estudios
Migratorios, iniciativa académica y profesionalizante de El Colegio de
Michoacán, que data del 2002, pero interrumpido brevemente por diversos
motivos.
Al debate asistieron también, en Morelia, el Dr. Ariel Mojica, integrante de
El Colegio de Michoacán, y en Chicago, el impulsor del diplomado, Dr. Gustavo
López Castro (ColMich), en estancia en la Universidad de Illinois en Chicago,
el secretario del Migrante de Michoacán, José Luis Gutiérrez, y Oscar Chacón,
conocido activista latino.
En general, todos los participantes coincidimos en los diversos factores
que permitieron a Donald J. Trump ganar la reciente elección. Dosis de
autoritarismo, un electorado WASP que no participaba en las elecciones, la
imagen de éxito, el repudio a una mujer WASP amiga de Wall-Street y las
corporaciones, pero desdeñosa de esos WASP.
Asimismo, entre los aspectos del debate destaca el voto latino,
particularmente mexicano (30-35 por ciento del total de los latinos) que le dio
el triunfo a Trump. Este escribano argumentó que el conservadurismo entre los
latinos de origen mexicano, los ciudadanos, los inmigrantes legales, se vieron
reflejados en el discurso del republicano.
Los 12 millones de inmigrantes mexicanos (80 por ciento indocumentados, 20
por ciento legalmente asentados en Estados Unidos, pero sin posibilidad de
votar), no entran en este debate. Hablamos de los latinos de origen mexicano
(primera, segunda, tercera generación), plenamente integrados al mainstream
estadounidense.
Y sobre este aspecto, este escribano cuestionó al secretario del Migrante
de Michoacán, ante su afirmación de que toca resistir y enseñarles a los
inmigrantes mexicanos a defender sus derechos humanos y laborales, a cuáles
mexicanos y michoacanos se refería: ¿A los indocumentados o a los ciudadanos
estadounidenses de origen mexicano?
Cabe el cuestionamiento, porque los inmigrantes mexicanos indocumentados
respecto a los ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, enfrentan una
situación de vulnerabilidad mayor. En los primeros recae la amenaza de
expulsión, por lo que cualquier acción organizativa ciudadana y gubernamental
debería centrarse en ellos.
Se revisó también la creciente polarización en la sociedad estadounidense,
pues al parecer el triunfo de Trump destapó expresiones extremas de odio,
racismo, xenofobia y discriminación, siendo los indocumentados, algunos grupos
de latinos y mexicanos, y afroamericanos, recipientes de ataques y abusos,
además de episodios depresivos.
El triunfo de Trump no parece representar, en la relación bilateral y
multilateral México-Estados Unidos, agravios y amenazas. Enrique Peña Nieto lo
supone “amigo”, por lo que nada se puede esperar del gobierno mexicano. Las 11
medidas consulares recién anunciadas, en realidad no son nada nuevo. Siempre se
han llevado a cabo.
Un aspecto importante del debate al que aludí párrafos arriba, también
llamó a no convertir los votos latinos y mexicanos en rivalidad en el contexto
de las amenazas de Trump y los abusos de sus seguidores, pues dividiría aún más
a las comunidades latinas, haciendo más vulnerables a todos: indocumentados,
residentes y ciudadanos.
Es quizás hora también que en los gobiernos estatales y municipales, se
pase de la retórica de la diáspora y las remesas mágicas y salvadoras, a la
implementación de programas, el diseño de políticas públicas más allá del 3x1 y
el FAMI, para construir una visión integral sobre la migración indocumentada,
legal y los ciudadanos.