Diversos reportes indican que la
violencia contra la mujer, en el actual contexto de las campañas políticas está
escalando niveles peligrosos. En una sociedad dividida y violentada por el
crimen, en la que el PRI-gobierno y su candidato, el postulado por la otra
triada corrupta, PAN-PRD-MC, alientan mentiras, agravios, guerra sucia, la
vulnerabilidad de las mujeres crece.
La acusación de José Antonio
Meade contra Nestora Salgado, luchadora social, candidata al Senado por Morena,
es simple y llanamente violencia política y de genero contra una mujer. Su
mensaje en redes sociales, el que se niega a disculparse de manera agresiva y
grosera, muestra el uso perverso, ignorante y manipulado de un hecho por avanzar
unos puntos en la contienda.
Efectivamente, como las encuestas
lo muestran, José Antonio Meade sigue en tercer lugar, y en las próximas
semanas podría disputar el segundo, pero no más. Por ello, el ignorante y
mediocre candidato del PRI-gobierno, aconsejado por sus tramposos asesores,
marca emblemática del PRI, usa el caso de la luchadora social por unos puntos,
no por las víctimas y la legalidad.
Igualmente, mujeres del PRI, su
vocera, entre otras, se aglutinan para arreciar la violencia política y de
género contra la guerrerense. No es solo perversa su actitud de sumisión y
obediencia, sino que son claro ejemplo del uso que hace de ellas el patriarcado
misógino y violento que domina y somete a las mujeres de ese partido corrupto y
pretende conservar el poder.
Acorde con una revisión de los
expedientes del caso de Nestora Salgado, por Verificado 2018 (verificado.mx) y el
portal Animal Político (animalpolitico.com), José Antonio Meade, y por añadidura
quienes se le han sumado, mienten. El candidato del PRI-gobierno y ex
funcionario del PAN, que nada tiene de ciudadano, que representa la nada, se
corona como gran mentiroso.
En el coro de mujeres por la
violencia política y de género, destaca la favorita del PAN con Felipe Calderón
y amiga de Enrique Peña Nieto, dueña del membrete Alto al secuestro, quien
afirmó que el proceso contra Nestora Salgado fue repuesto. Falso. Siguen
abiertos tres casos de siete, pero por los que se le liberó, los jueces fueron
claros: no había pruebas y se violentó el debido proceso.
Sin duda al patriarcado misógino del
PRI-gobierno, cuyo abierto representante es José Antonio Meade, no le importa
el creciente número de feminicidios que azota al país, cuya principal base
político oligárquica es el Estado de México, donde asesinan a diario, con atroz
violencia, a las mujeres. Y claro, tampoco a las mujeres de ese partido
político corrupto.
Asimismo, sobresale el uso
político de un caso jurídico por unos puntos. Las conferencias de prensa, los
alegatos de sus voceros, además de llamar a la violencia política y de género,
dan cuenta del uso faccioso y perverso de las instancias que deberían resolver
lo que está pendiente, y los más grave: la criminalización de una mujer,
luchadora social, y en general de la lucha cívica y social.
Las actuales campañas políticas
significan más de lo que parecen. No es solo una contienda por cargos públicos,
donde la disputa por la presidencia de la República es central, sino que está
generando condiciones perversas para ahondar la división en la sociedad,
criminalizar la lucha social, normalizar la guerra sucia y la violencia política
y de género contra la mujer.
Este proceso también pretende hacer
de la calumnia un hecho normal, atentando contra los valores de la democracia. Por
ejemplo, el hecho de que Canal 11-IPN, en un farragoso boletín use a las
audiencias para reabrir el programa de Ricardo Alemán, quien llamó en redes
sociales a violentar a un candidato, muestra la pretensión gubernamental de
ignorar y normalizar el periodismo sicario.
Si bien más mujeres están participando en el
actual proceso electoral, no implica que la violencia política y de género
contra ellas amaine. En algunos casos, su vulnerabilidad ha crecido; en otros,
son usadas por los partidos políticos para justificar la cuota de género instituida
en 2014, y varios más, son violentadas por miembros de las oligarquías
políticas, como Meade.