En el país de las libertades y la democracia, donde un presidente
desconoce las elecciones y arenga a sus seguidores fascistas para asaltar el
Congreso, el país del mercado como único medio de las relaciones entre las
personas, del individualismo extremo, de los multimillonarios juicios entre
parejas por cuentas bancarias y bienes. Sí, en Estados Unidos, todo es preludio
para la guerra, el machismo, nacionalismo, sexismo, exacerbados. En la creencia
del pueblo y la nación elegida por un dios cristiano tergiversado, adorador del
dinero, los privilegios, el racismo, el clasismo, los otros siempre son los
culpables. Las adicciones, las pandillas, las mafias que controlan el tráfico
de drogas, la producción de drogas legales, no competen a la sociedad y el
gobierno estadounidense, sino a los perversos otros, allende sus fronteras.
Así como la inmigración fue declarada históricamente como un problema
doméstico, en el que nadie externo puede opinar, o la arrogancia de juzgar a
otras naciones como violadoras de derechos humanos, pero en su propio
territorio las violaciones sistemáticas de los derechos humanos son cotidianas,
las muertes por fentanilo, las adicciones, no son un problema de salud pública,
sino de seguridad, por lo que hay que combatirlas, pero no adentro del
territorio estadounidense, sino fuera de sus fronteras. Cualquier país, nación
o pueblo que no viva acorde con las pautas de Estados Unidos, es visto como una
amenaza. Y hay que intervenirlo, enviar marines, construir bases militares,
organizar golpes de estado, aliarse con las oligarquías y elites políticas para
derrocar gobiernos democráticos; que los otros paguen por problemas y
conflictos internos.
Excepto algunos sectores más o menos progresistas, pues la izquierda en
Estados Unidos es inexistente, e incluso el progresismo está colonizado por la
derecha y ultraderecha bien representada por los partidos Republicano y
Demócrata, las elites políticas, ligadas al complejo militar-industrial, a las
transnacionales, los fondos buitres, las mafias internas y externas, son parte
fundamental del problema de las adicciones en esa nación. A pesar de los cien
mil o más muertos por fentanilo, nada puede alterar sus sacrosantas ganancias. Las
farmacéuticas desarrollan nuevos medicamentos y drogas, muchas de las cuales
venden a altísimos costos para los ciudadanos. Lo peor es que promueven las
adicciones. Recién la FDA (por sus siglas en inglés, organismo que regula y
aprueba medicamentos, drogas y nuevos tratamientos) aprobó el uso libre de otra
droga para contrarrestar los efectos del fentanilo, pero nada de prevención,
solo más adicciones.
Los estadounidenses están inmersos en problemas estructurales que tienen
que ver con el capitalismo en Estados Unidos. Las adicciones, el amor por las
armas, aunque la segunda enmienda garantiza su posesión y uso, la familia
disfuncional perpetua, la expulsión de los hijos del hogar de origen –de seguro
habrá hijos e hijas que se van voluntariamente- el racismo, el clasismo, la
supremacía blanca, entre otras cuestiones que, aparte de ser un país de
inmigrantes, con hombres y mujeres muy brillantes, extraordinarias ciudades,
grandes industrias, definen a la sociedad estadounidense. Muchas personas y
grupos poblacionales, arrobados por el llamado “sueño americano”, han
emprendido difíciles travesías para asentarse en esa nación. Muchos alcanzan
ese sueño, pero otros terminan atrapados en las contradicciones económicas,
sociales, políticas, culturales e ideológicas que sustentan el capitalismo
norteamericano.
Como parte de esas contradicciones, sobresalen la supremacía de una
sociedad llevada por sus gobiernos republicanos y demócratas para invadir otros
países, para sujetar a otros pueblos, para destruir gobiernos democráticos, e
imponer el modo de vida norteamericano más allá de sus fronteras. Las adicciones
y culpar a los otros, son parte estructural de la pasión estadounidense por el dinero,
la ganancia desorbitada, la depredación. No hay duda que la idea del chivo
expiatorio toma una connotación particular en Estados Unidos, como política
gubernamental.