viernes, 26 de febrero de 2010

Tragedias sociales, ¿tragedias naturales?

Las tormentas invernales que trajeron copiosas lluvias, deberían ser ejemplo tanto para los gobiernos locales y estatales como para las personas, pero años de atraso, pobreza y precariedad, por un lado, e ignorancia y desdén de políticos y burócratas, por el otro, no prefiguran políticas y acciones eficaces de prevención y planeación.
El impacto de las transformaciones antropogénicas muestra cómo los desastres naturales se convierten en tragedias sociales. Durante años la migración interna, impulsada por la pobreza, la violencia, las sequías, la falta de oportunidades locales, ha prohijado espacios sociales que reproducen dramáticamente las carencias de los inmigrantes.
Asimismo, el abandono gubernamental, la escasez de recursos, el mal uso del dinero público, la ignorancia de los procesos de planeación y el diseño de políticas públicas, contribuyen a la pervivencia de esos espacios sociales, muchos asentados en cauces de ríos, viejas y obstruidas avenidas acuíferas, y lugares difícilmente habitables.
Las tragedias sociales, acicateadas por la naturaleza profundamente transformada, convierten la pobreza y precariedad en miseria extrema. Un estudio del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, asienta que los desastres naturales podrían incrementar a 3.6 por ciento los niveles de pobreza extrema.
Dicho impacto aumentaría 1.5 por ciento la pobreza de patrimonio, además de retraer por dos años los indicadores de desarrollo humano. Las inundaciones pueden incidir en el aumento de la pobreza alimentaria y de capacidades. Estos cálculos no incluyen el golpe de la crisis económica que contrajo la economía mexicana 6.5 por ciento el año pasado.
Además, científicos estadounidenses sugieren que la pobreza “puede dejar profundos efectos biológicos y permanentes en niños pequeños, que de adultos corren mayores riesgos de sufrir problemas de salud y tener ingresos más bajos” (La Jornada, 23/02/10). Una biología de la pobreza que deja huella en niños pobres menores de 5 años.
Lo anterior no es una verdad absoluta, pero agrega un elemento polémico al estudio de la pobreza y su impacto en el desarrollo humano. También, la idea de que las poblaciones pobres reciben una educación pobre, declaración del relator especial de la ONU para el derecho a la educación, introduce más incertidumbre al tema de las tragedias sociales.
Y para complicar más nuestro entendimiento de las rupturas sociales y el impacto moral de la delincuencia, en Ciudad Juárez, la ciudad de los juvenicidios, estudiantes de secundaria de entre 13 y 14 años se organizan como “La Familia” para extorsionar, agredir y abusar de sus compañeros y maestros, mientras el “gobierno” monta sus espectáculos.
Tales tragedias sociales, parte del contexto global, cuestionan los Objetivos de Desarrollo del Milenio, comprometidos en el 2000, que en opinión de la organización Social Watch, es imposible alcanzarlos en el plazo propuesto. Incluso, la ONU, en su reciente informe “Repensando la pobreza”, pide redefinir la visión de la pobreza más allá de los ingresos.
La crisis económica global produjo, acorde con el Banco Mundial, más de 60 millones de nuevos pobres, además de profundizar las condiciones de vida de otros pobladores. En México sabemos que al menos 5 millones de personas, en cifras oficiales, se incorporaron a la pobreza. De ellos, cerca de 800 mil a la pobreza extrema.
No hay tragedias naturales. Los desastres naturales que se convierten en tragedias sociales son parte de los profundos cambios impulsados por la actividad depredadora del hombre. Nuestro país es ejemplo de ello. En los últimos años, la legislación “proteccionista”, según la derecha depredadora, ha sido modificada para favorecer a la oligarquía.
Adicionalmente, los gobiernos locales y estatales suponen que los recursos colectivos naturales y los dineros públicos están al servicio de la oligarquía, mientras la ignorancia entre los políticos y burócratas campea. Y la gente es solamente un voto comprable y una estadística de las tragedias sociales acicateadas por la naturaleza.

miércoles, 3 de febrero de 2010

State of the Union y otras retóricas

1. El Estado de la Unión (State of the Union) del presidente estadounidense satisfizo a pocos. Empleo y rescatar a la clase media de ese país, la portadora del “american dream”, sobresalen respecto a otros temas. La reforma del sistema de salud, aunque todavía no marcha, sigue en pié. La inmigración, brevemente mencionada, quedó en veremos.
La realidad se impone. Este es un año electoral y la pérdida del escaño que ocupó el fallecido senador Kennedy, atizó el debate sobre la recuperación de los republicanos, el desencanto por la administración Obama y una serie de asuntos que, en opinión de los medios y el público estadounidense, no han sido impulsados como se prometió.
Si bien, los signos de la recuperación de la economía en Estados Unidos y algunos otros países suponen cambios de expectativas sobre el futuro inmediato, el desempleo aun tiene problemas, el manejo de la economía no recibe muchos apoyos ciudadanos, y temas como el déficit, la guerra en Afganistán e Irak, el terrorismo, entre otros, pesan.
“Componer el sistema inmigratorio estadounidense”, frase destacada en el discurso oficial, medios, círculos académicos y think tanks, independientemente de su filiación, conduce la retórica de un debate estancado en el pleito pro y antiinmigrante, la aplicación de medidas de carácter federal y locales más severas y la pérdida de consenso político.
2009 fue un año agitado para la administración Obama; en dos o tres ocasiones se re-lanzó el tema inmigratorio, logrando apoyos que parecían perdidos, particularmente entre los líderes, políticos, activistas e inmigrantes de origen hispano, pero no pasó de la retórica. 2010 tampoco parece será el momento adecuado para la reforma inmigratoria.
2. Mientras el presidente del (des)empleo y retórica similar andaba de gira en venta de garaje, Ciudad Juárez volvió a ser campo de batallas perdidas. La muerte tiene permiso y los jóvenes no tienen futuro. 16 hombres, la mayoría menores de 25 años, fueron masacrados por un comando aparentemente vinculado al cártel de Juárez.
Los feminicidios siguen impunes; esta matanza de jóvenes no merecerá el esclarecimiento y la condena de los culpables. Tampoco concita marchas de blanco de las clases pudientes, menos de quienes, arropados en el presupuesto y discurso oficialista, claman por la pena de muerte. Ellos y sus familias no son política y mediáticamente atractivos.
Esta atrocidad es parte de la guerrita contra el narco, la que, salvo lo que en el extranjero se suponga y se venda, ha dejado más de 16 mil muertos. Miedo, consternación, impotencia e indiferencia sobresalen al leer y escuchar la retórica del “haiga sido como haiga sido”. Estos hechos profundizan la ruptura social y el desprecio por la institucionalidad.
3. Se afirma que en la controversia sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo y la posibilidad de adoptar, debe prevalecer la “legalidad”. ¿Cuál legalidad? ¿La derecha que aplasta los derechos de todos?. El artículo 4° constitucional dice a la letra “El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia”.
En ningún lado dice que el “matrimonio heterosexual” y la “familia heterosexual” son “naturales” o que la divinidad así lo dispuso y así será hasta la eternidad. La arremetida de la jerarquía católica y las iglesias cristinas, no da paso al debate y a la discusión informada. Se trata de imponer el prejuicio y la moralidad que se cree universal.
Asimismo, en el intento de debate y respuesta de los involucrados, sobresale el miedo, la victimización, la culpa judeo-cristiana y el “quedar bien” con todos, principalmente con sus victimarios. No hay matrimonios y familias “naturales”. En estricto sentido antropológico, las maneras como los individuos y grupos se organizan son construcciones culturales.
El género, los roles, las identidades, la organización familiar, tan diversa actualmente, la familia tradicional que se pretende única y universal, la unión entre las personas, independientemente de su orientación sexual, son formas ideológicas y culturales. Las subsecuentes versiones de la Biblia católica y protestante, son visiones unilaterales.
4. El México de hoy se caracteriza por la corrupción, complicidad e impunidad prohijadas por el poder político y económico formal e informal. Agreguemos que vivimos también los peores momentos de homofobia, racismo, xenofobia, feminicidios y jóvenes masacrados. Y supuestamente estamos en la transición a la democracia.
Sin duda nuestro país está retrocediendo a marchas forzadas. Las izquierdas se derechizan, las derechas se reafirman, hasta desaparecer las quimeras centristas. En diez años las formas priistas de la cultura política mexicana se “refuncionalizaron”; el panismo las ha profundizado y convertido en divisa propia.
Mientras la intelectualidad de derecha escribe sesudos tratados sobre el populismo de izquierda y los supuestos mesías tropicales, elude a propósito evaluar, con las herramientas de la crítica y el análisis profundo, estos 10 años de esquizofrenia derechista. Adicionalmente, aplaude el probable retorno del PRI con una pésima telenovela.
5. La liberación de 12 de los 31 ex-funcionarios del michoacanazo muestra parcialmente que el manotazo de Calderón fue un tour de forcé contra un gobierno democráticamente electo, a diferencia del suyo que ya es recordado por la historia como producto de un descomunal fraude electoral.
Sin embargo, la liberación no estará completa si no hay reparación del daño moral. No bastan los reclamos “contundentes”. El gobierno federal tendría que explicar los supuestos que lo llevaron a descomunal golpe político y social. Se sabe que no la hará. Por su parte, los partidos políticos también deben explicaciones a la ciudadanía.
El sangriento 15 de septiembre, el michoacanazo, las granadas que segaron la vida de una niña, los jóvenes y hombres adultos, ejecutados, descuartizados y apilados en territorio michaocano, los atropellos de las fuerzas armadas, los feminicidios, la crueldad de los hombres que asesinan mujeres, jóvenes y a otros hombres, nublan la razón.
Vuelvo con una pregunta que antes comenté, hecha a un gran amigo: ¿Por qué tanta saña y crueldad contra mujeres y hombres? ¿Por qué tantos abusos a niños y niñas? Y él respondió: los hombres están enojados. Y han perdido tanto, agrego; en el maremágnum de violencia y delincuencia, vale más ser “macho”, “machin”, no vayan a pensar otra cosa.