Este cambio de gobierno, que
implica también el retorno del PRI, después de 12 años de alternancia
encabezada por el PAN, cuyos saldos en los diferentes problemas y políticas son
poco halagüeños, es un buen momento para redefinir las grandes líneas de la
relación gubernamental con la migración mexicana.
Salvo el planteamiento promovido
por el ex-canciller Jorge Castañeda en el gobierno de Vicente Fox, desestimado
por el gobierno estadounidense a raíz de los ataques terroristas de 2001,
durante el sexenio que está por terminar el tema se movió entre el discurso
triunfalista de las estadísticas y la ignorancia.
Con Fox, la institucionalización
del 3x1 devino en “la política” para entablar una relación, a veces exitosa, a
veces ríspida, con parte de la diáspora mexicana, representada por algunos
líderes, grupos de interés, consultores, académicos y organizaciones, que dio
cauce a nuevas formas clientelares y corporativas.
Asimismo, significó un buen
intento por desplegar el supuesto modelo de desarrollo basado en las remesas, promovido,
bajo otros epítetos, por organismos financieros y de desarrollo
internacionales, partidos políticos, consultores, académicos, organizaciones y
grupos clientelares y corporativos.
Durante el calderonato, tanto el
3x1 como los vínculos con los supuestos representantes de la diáspora mexicana,
sirvieron para aparentar que se administraba la migración mexicana, pero como
una calamidad, a la que únicamente se le vio como oportunidad económica para realizar
obra a nivel local.
El 3x1 y los migrantes
organizados en el exterior y en sus localidades de origen, multiplicaron los
beneficios de las remesas ante el abandono gubernamental, la escasa atención
pública municipal y local, carencia de estrategias para aminorar la migración,
y persistencia de las condiciones que impulsan la migración.
Más allá de los resultados de la
reunión entre Enrique Peña Nieto y Barack Obama, las visiones en México sobre
la migración mexicana a Estados Unidos deben cambiar, para converger en una
política pública capaz de aprender de lo hecho hasta ahora, pero sobre todo para
generar una política integral.
La visión de la migración como
una calamidad (fatalidad, dice Rodolfo García Zamora), debe dar paso a una
visión de la complejidad del proceso migratorio en el sentido de la movilidad
humana internacional, global, transnacional. Desde hace décadas, la migración
México-Estados Unidos dejó de ser un asunto bilateral.
Si bien, el gobierno y la sociedad
estadounidense asumen la inmigración como tema doméstico, es necesario que en
el marco de las relaciones diplomáticas de dos países que son socios
comerciales, vecinos y aliados en asuntos como la seguridad, se exploren vías
para regular la circulación de mano de obra.
La visión sobre la complejidad de
la movilidad humana, implica ir más allá del control de la migración
internacional en nuestro territorio, que incluye regular la migración mexicana
y la transmigración, pues esta idea únicamente se encamina a compatibilizar las
acciones en México con la política de Estados Unidos.
En las últimas semanas, ha circulado
información proveniente del encargado del tema migratorio en el equipo de
transición de Enrique Peña Nieto sobre la sugerencia de implementar una
patrulla fronteriza en nuestra frontera sur, para detener la transmigración
indeseable.
La criminalización de la
transmigración, como sucede con los mexicanos indocumentados que buscan
ingresar a Estados Unidos, únicamente justifica una barrera de abusos y
maltrato a los transmigrantes. Es importante regular la movilidad humana, pero
una política controladora no es la solución.
Si bien los cambios en las leyes
y políticas públicas pueden redefinir la relación gubernamental con la
migración, es necesario dejar de pensarla como la gran oportunidad que supone como
negocio, clientela política y solución de los problemas del desarrollo local.
Esta percepción incluye redefinir
la política migratoria como simple atención a las familias de los migrantes en las
localidades de origen; reparto de recursos para obras y acciones de diverso
tipo, y enlace para el reforzamiento clientelar y simbólico de gobiernos
locales con grupos de interés allende el río Bravo.
Asimismo, es importante dejar de
concebir la migración como un asunto desligado de las relaciones diplomáticas,
comerciales y bilaterales entre México y Estados Unidos. Históricamente, la
migración mexicana alimenta el mercado laboral estadounidense, lo que repercute
positivamente en su economía.
Pero en los últimos veinte años,
buena parte de la inmigración mexicana ha construido un espacio transnacional
necesario para las economías de ambos países. Además, las actividades de los
inmigrantes de origen mexicano de primera, segunda, tercera generación, son fundamentales
para Estados Unidos.
En cuanto a los derechos
políticos de los mexicanos en el exterior, su restitución es fundamental, pero
es urgente redefinir los vínculos clientelares y corporativos que han pesado
tanto en estos 12 años. El voto migrante no puede seguir siendo el objetivo
central del reconocimiento de los derechos políticos de los migrantes.
Las iniciativas que se planteen
no pueden seguir pidiendo recursos públicos para las pasarelas de funcionarios,
políticos, grupos de interés y líderes migrantes en Estados Unidos. Una nueva
circunscripción electoral tampoco resolverá los niveles de votación, menos el
obsequio de diputaciones o puestos políticos.
Finalmente, como parte de estas
convergencias, las otras migraciones, la interna, la de tránsito, y la que se
está asentando en México, como es el caso de las colonias de centroamericanos
en el norte, tienen que ser incluidas en la política migratoria que podría
surgir del nuevo gobierno.
Según funcionarios en México y
Estados Unidos, el tema migratorio mexicano forma parte del encuentro de Peña
Nieto con Obama, pero un planteamiento proactivo mexicano es necesario. El
gobierno estadounidense ofrecerá una reforma migratoria, pero todavía no
sabemos la postura de los republicanos.
Coincido con Rodolfo García
Zamora cuando afirma que la migración tiene que formar parte del Plan Nacional
de Desarrollo, mas no como subtema de alguna estrategia general, sino como
planteamiento que destaque su complejidad y transversalidad. Una secretaría
tampoco resolvería el problema.
El
gobierno que encabezará Enrique Peña Nieto a partir del 1 de diciembre, aparte
de los modos como se hizo del poder, debe implicar un cambio de fondo en la
relación México-Estados Unidos. El tema migratorio, en la perspectiva de la
movilidad humana, puede ser un buen punto de partida, para ir más allá de
compatibilizar las acciones mexicanas con las políticas de ese país.