sábado, 7 de abril de 2012

Migración, empleos y remesas


A pesar de que la migración mexicana internacional sigue a la baja, particularmente la que se dirige a la Unión Americana, acorde con datos oficiales tanto de México como de Estados Unidos, las remesas hilaron a febrero de este año 17 meses consecutivos de alzas, cerrando con un crecimiento anual de 8.5 por ciento en dólares.
En pesos el aumento real fue superior al 10 por ciento; el crecimiento es sin duda efecto de la recuperación de empleos que el todavía lento andar de la economía estadounidense está conduciendo, favorable sobre todo a los hispanos, quienes a febrero ocuparon 21.6 millones de empleos (BBVA Bancomer, Flash Migración México, abril 2, 2012).
Acorde con la fuente citada, el aumento de las remesas se debió al incremento de las operaciones registradas (11.1 por ciento anual), pues el promedio de las remesas enviadas cayó -2.3 por ciento, lo que puede sugerir que un mayor número de migrantes mexicanos están volviendo a enviar dinero a sus familias, pero en menores cantidades.
En los últimos meses, la recuperación del empleo en general en Estados Unidos muestra una tendencia positiva, la cual ha favorecido a la población de origen hispano, donde los mexicanos han ido recobrando sus puestos de trabajo, cuya pérdida se calcula, entre 2007 y 2010, en unos 400 mil puestos de trabajo.
Las remesas al alza, confirman la tendencia mundial que, de acuerdo al Banco Mundial, alcanzó un 8 por ciento en 2011 respecto al 2010. Pero este dato registra los aumentos más que favorables a las regiones en desarrollo más allá de América Latina y el Caribe, cuyos flujos dependen particularmente de Estados Unidos y España.
Esta situación confirma la vulnerabilidad de los flujos de remesas, las que no son más que los salarios de los trabajadores migrantes, quienes dependen de la recuperación de las economías desarrolladas, cuyas expectativas siguen siendo inciertas, por las crisis de las deudas públicas y los ajustes draconianos impuestos por el FMI en Europa.
Respecto a América Latina y el Caribe, la modesta alza del flujo de remesas, en comparación con otras regiones del mundo, depende del desempeño económico de Estados Unidos principalmente, y España en menor medida. En el primer país los signos positivos favorecen a los migrantes mexicanos, pero en el segundo los ajustes que la derecha gobernante y los organismos financieros han impuesto, golpearán a los inmigrantes.
Bajo la perspectiva del Banco Mundial, México es actualmente el tercer receptor de remesas a nivel mundial, precedido por India y China. Pero el volumen de las remesas oculta su vulnerabilidad. En nuestro país, por ejemplo, su alza relativa se ha visto favorecida por el tipo de cambio y la depreciación del peso.
De acuerdo con BBVA Bancomer, en los últimos cuatro meses del año pasado y el primero del presente, el tipo de cambio ha sido favorable para las familias e individuos que reciben remesas en nuestro país, lo que ha favorecido un aumento en el consumo y otros rubros, tendencia que desde mi punto de vista es temporal y de corto plazo.
Sin duda estamos ante un panorama positivo, pero esta tendencia al alza de las remesas depende mucho de las condiciones internas de los países destino de los migrantes. Por ello ninguna política económica puede descansar en este tipo de ingresos, pues su vulnerabilidad es alta, además de que son salarios e ingresos privados no públicos.
Este planteamiento no es nuevo, pero a pesar de las evidencias empíricas, los organismos financieros y de desarrollo internacionales así como gobiernos nacionales como el mexicano, siguen pretendiendo que las remesas desarrollen al país. Las remesas favorecen localmente el bienestar familiar, individual y colectivo, pero nada más.
Desde mi punto de vista, es necesario revisar todos los programas y acciones (3x1 y otros fondos públicos) para reorientar sus impactos, pues su alta dependencia de los ingresos de los migrantes así como del clientelismo, el burocratismo, las finanzas públicas y la ausencia de políticas públicas, reducen su operatividad.
Asimismo, cualquier política pública mexicana tiene que tomar en cuenta la situación de los migrantes que actualmente residen en Estados Unidos. La mayoría indocumentados que hoy están sujetos a discriminación, abusos y redadas, como parte del clima que se vive en muchos estados y localidades de ese país.
Entre los inmigrantes mexicanos indocumentados, miles tienen entre 5 y 10 años que no han regresado a México, además de que se han visto obligados a desplazarse, en su búsqueda de trabajo, a otros lugares donde todavía el odio por el otro y la discriminación no hacen mella en los pobladores. Estas situaciones forman parte de las remesas.

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