Las remesas no son únicamente las
transferencias en dólares que el Banco de México registra, de las que persisten
dudas sobre si lo que califica esta institución como “Remesas familiares” son
efectivamente los envíos de los migrantes a sus familiares o incluyen otros
rubros, son también parte de historias regularmente ignoradas por muchos.
Como múltiples investigaciones de
campo lo demuestran, las remesas, el salario de los migrantes que residen y
trabajan en Estados Unidos, independientemente de su situación legal,
proporcionan bienestar a las familias y localidades de origen de los migrantes,
por medio del consumo, el financiamiento a la educación, salud, vivienda, entre
otros.
Asimismo, el impacto de las
remesas a nivel local y regional resulta contradictoriamente positivo a los
mercados (alimentos, agricultura, construcción de vivienda, vestido, etc.) y
negativo, porque la derrama económica favorece a empresas y negocios regionales
y extra-regionales, mientras en las localidades es marginal.
Por ello, en lo álgido del debate
sobre la inversión productiva o no de las remesas en los pasados diez años,
destacó lo que desde la década de los setenta del siglo pasado se había documentado:
la profunda dependencia de familias, localidades y regiones de los envíos de
los migrantes, lo que las sujeta también a los vaivenes de los mercados
laborales.
Lo anterior resume
esquemáticamente lo que muchos hemos investigado con detalle en las localidades
y regiones de origen de los migrantes, pero poco se sabe sobre las situaciones
que enfrentan los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Detrás de los vaivenes
del mercado hay contextos más o menos dramáticos y altamente explosivos.
En los pasados diez años, con
antecedentes singularmente trágicos en la última década del siglo pasado cuando
la política inmigratoria estadounidense tendió a ser más restrictiva, el
gobierno del ex-presidente Bush, en el contexto de los ataques terroristas de
2001, fue implementando instancias, programas y acciones cuyos resultados hoy
están a la vista.
La política inmigratoria
estadounidense ha tendido a restringir la entrada de los indocumentados; por un
lado, modificando las rutas de acceso tradicionales, incrementando el riesgo
migratorio, de lo que han resultado más de 5 mil muertes en 1998-2008, y por el
otro, ha promovido su arresto en lugares de trabajo y en las calles.
Como parte de este contexto, en
varios estados de la Unión Americana las percepciones y actitudes hacia la
inmigración indocumentada han dado un vuelco. En diversos casos, grupos
xenofóbicos, antiinmigrantes, derechistas y fascistas han presionado, tanto a
la opinión pública como a los políticos, hasta incluir en las agendas políticas
sus fobias.
Asimismo, hemos visto cómo el
restriccionismo se convierte en política y ley. El sonado caso de la HB 1070 de
Arizona es paradigmático; aunque sus artículos más controversiales que
criminalizan y discriminan a los inmigrantes indocumentados fueron bloqueados
por una jueza federal, el activismo de las autoridades gubernamentales a favor
sigue.
Pero este ha sido el caso más
publicitado, pues actualmente existen varias leyes (Alabama, por ejemplo) que
han sido sancionadas estatalmente y están siendo controvertidas ante las
autoridades, tanto por activistas a favor de la inmigración como por los
propios inmigrantes, pues las restricciones violan flagrantemente los derechos
humanos.
De acuerdo con el informe
“Violaciones de los Derechos Humanos contra los mexicanos detenidos en Estados
Unidos”, elaborado por varias organizaciones defensoras de los derechos de los
migrantes en la frontera, cuatro de cada 10 migrantes repatriados fueron objeto
de abuso verbal o físico, y se les negó acceso a atención médica y un abogado.
Basado en entrevistas a migrantes
deportados entre 2010 y 2011, el informe documenta las violaciones a las
propias normas del gobierno estadounidense por personal gubernamental, así como
la normatividad internacional, al impedir a los detenidos comunicación con sus
familiares y negarles el acceso a atención médica básica.
Este es el caso de los
deportados, pero como señala el The New York Times (03/27/12), en torno a una
audiencia realizada en marzo pasado por el Comité Judicial de la Cámara de Representantes,
irónicamente llamada “Holiday on ICE”, sobre el trato a los inmigrantes
detenidos en centros penitenciarios en Estados Unidos, no hay tal fiesta.
Acorde con el periódico, las
draconianas leyes inmigratorias han hecho de la detención de inmigrantes la más
veloz y en aumento forma de encarcelamiento. Actualmente hay más de 30 mil
hombres, mujeres y niños en custodia inmigratoria en cárceles y centros
penitenciarios, varios manejados por compañías privadas.
Y la audiencia sugiere que el
trato que reciben es el mejor, rayando en lujos que otros no reciben. Pero
igualmente insinúa que esas 30 mil personas vulnerables tienen pocos derechos a
la atención médica, que viven en condiciones lujosas, y que no es
responsabilidad, tanto del gobierno como de la sociedad estadounidense
protegerlos.
El reciente informe de Amnistía
Internacional (Violaciones a Derechos Humanos al implementar las leyes de
inmigración en Estados Unidos), afirma que en el caso de las comunidades
indígenas fronterizas, con territorio en México y la Unión Americana, la
aplicación de las normas migratorias aumenta su vulnerabilidad, discriminación
y abusos.
Históricamente, los indígenas,
parte de estas comunidades, atraviesan frecuentemente la frontera, y debido a
las restricciones fronterizas son intimidados y acosados por policías
fronterizos por hablar poco inglés o español y tener documentos de
identificación tribales. También la política inmigratoria interna y las leyes
estatales tienen efectos adversos.
Sin duda, como afirma Amnistía
Internacional, las percepciones, actitudes y opiniones sobre la inmigración en
Estados Unidos están construyendo una visión en la que los sobrevivientes del
tráfico humano y crímenes como la violencia doméstica, son observados como
criminales y no como víctimas.
La documentación de estas
situaciones proporciona un contexto necesario en el que las remesas son el
resultado de la venta de la fuerza de trabajo en un mercado internacional. Son
parte de procesos complejos donde la movilidad humana y sus múltiples
motivaciones son igual de importantes que los salarios de los migrantes.
El proceso migratorio
México-Estados Unidos es actualmente muy complejo social, cultural, económica y
políticamente hablando. Si bien la migración laboral sigue siendo la principal
motivación, las expectativas que rodean a la movilidad humana tienen
implicaciones más allá de los salarios pagados por el trabajo migratorio.
Por ello, es importante observar ese contexto. Y
hemos insistido en este espacio y en encuentros académicos y publicaciones que
las remesas son la punta del bienestar familiar y local, pero poco pueden hacer
respecto al desarrollo local, regional y nacional. En más de 150 años de
migración, Michoacán continúa con profundos rezagos de todo tipo.
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