La violencia en México –y en el mundo- tiene diferentes matices. La represión del 68, el 71, Tlatenco, Ayotzinapa, la guerra contra el narco de Felipe Calderón, entre otros hechos trágicos, son ejemplos de la violencia del Estado mexicano y sus gobiernos #PRIANRD. Asimismo, la violencia delincuencial es la otra cara de las tragedias que sin duda se agravaron cuando las fuerzas armadas fueron lanzadas a la calle, sin estrategia, previsiones, para supuestamente combatir a los carteles de la droga, mientras el gobierno del #PAN tenía entre sus filas a un delincuente: Genaro García Luna, quien era en realidad parte del crimen organizado.
Según las perversiones de Felipe Calderón Hinojosa, quien llegó a la
presidencia de México por medio de un fraude electoral de incalculables
dimensiones, los carteles de la droga, debían ser exterminados acorde con las
operaciones “Rápido y furioso” y “Mérida”. Es decir, Estados Unidos tenía la
supuesta “razón” para intervenir, diseminar armas y aniquilar, con el
contubernio de Felipe Calderón, a los mexicanos, independientemente de su
situación.
Efectivamente, el gobierno espurio, no solo aniquiló o apresó narcos, también
asesinó a miles de familias y jóvenes inocentes: Salvarcar, Tec de Monterrey, y
otros casos en los que familias y personas fueron asesinadas por órdenes de
Felipe Calderón, a quienes, en su absoluto cinismo y desprecio por la vida de
los mexicanos, llamó “daños colaterales”. En el caso de los jóvenes que fueron
asesinados, sea por estar involucrados con la delincuencia o por haber estado
en donde la violencia calderonista era la norma, fueron criminalizados,
ninguneados, despreciados. Durante el gobierno de Calderón ser joven era un
delito.
Por ello, es pertinente enfatizar, como la secretaria de Seguridad y
Protección Ciudadana afirmó en la ONU: no vamos por ganar la guerra, sino ganar
la paz. Invierte así los términos de la fatídica guerra de Felipe Calderón,
quien en diciembre de 2006 anunció en Michoacán, enfundado en una enorme casaca
militar, su guerra personal, aplaudida por #PRIANRD y Estados Unidos. La paz
jamás estuvo entre los intereses de Calderón y su régimen fascistoide. Era una
guerra en contra de los mexicanos, generalizada. No solo se trató de los narcos
y delincuentes, sino de escarmentar a los ciudadanos, propagar el miedo, para
que los mexicanos no se atrevieran a delinquir.
Son ya sabidas las “guerritas” que Felipe Calderón jugaba en Los Pinos,
además de su adoración por las armas, así que su esquizofrénica guerra contra
los mexicanos no fue fortuita. Su intención fue acabar con una situación
delincuencial de la manera más violenta posible. El espurio jamás se preguntó
porque miles de jóvenes engrosaban las filas de las organizaciones delictivas.
Nunca la pobreza y el tejido social roto fueron parte de sus preocupaciones
personales, políticas y gubernamentales. Lo más simple era lanzar una guerra
contra sus enemigos: los mexicanos.
La paz no llegará si las fuerzas armadas y la Guardia Nacional van a la
guerra. México libra, dicen los supuestos expertos que no entienden –y ni les
importa- el “abrazos no balazos”, una guerra civil no declarada, pero esos
mismos “expertos” incendian mediáticamente al país. Para los medios
corporativos y sus escribanos, los enfrentamientos entre delincuentes por mercados
o confiscaciones de sus activos, detenciones de delincuentes que no serán
pantalla pagada en esa prensa golpista, son “terrorismo”. Buscan que Estados
Unidos intervenga en México. Los escrúpulos y la defensa del país y la
soberanía no les importa.
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