Poco más de 62% de los chilenos y chilenas rechazaron la nueva Constitución de su país, producto de una movilización social hace escasos tres años. El constituyente que se avocó a su redacción, fue rebasado por la derecha y un gobierno progresista que camina con titubeos. En Chile, la derecha y ultraderecha dominan un panorama en el que la democracia es su parapeto para revertir lo ganado. Que millones de ciudadanos prefieran que la Constitución golpista pinochetista prevalezca, no es una buena noticia para una nación y un pueblo que han resistido décadas de un trágico experimento que impuso bajo una sangrienta y asesina dictadura.
El referéndum para apoyar o rechazar la nueva Constitución estuvo
cercada por la desinformación, la manipulación mediática y la operación de
grupos derechistas que usan la democracia para revertir el camino chileno a un
cambio. Pero este resultado también permite observar que la concientización del
pueblo chileno navega entre la precarización política, la desmovilización del
grupo actualmente en el poder, la manipulación de los medios corporativos y una
ciudadanía que no tiene entre sus prioridades ideológicas y políticas los
derechos de las mujeres y otros grupos vulnerables, y el reconocimiento de los
grupos étnicos históricamente marginados.
Sin duda, el rechazo a la nueva Constitución chilena tendrá diversas
implicaciones, tanto para el pueblo chileno, el gobierno que recién asumió el
poder, los derechos humanos y los grupos étnicos, como para el movimiento
progresista e izquierdista latinoamericano. En octubre, las elecciones
gubernamentales en Brasil, en particular a la presidencia del país sureño,
deberán mostrar el musculo de la izquierda para sostener la nueva ola de
cambios que Latinoamérica está experimentando, además de cuestionar, de manera
contundente, a la derecha y ultraderecha, cuyo fin no es la democracia, sino
aplastar a los pueblos y movimientos progresistas de la región.
En Chile, la sangrienta dictadura de Pinochet, no solo profundizó las
desigualdades en ese país, además de sembrar el terror y el miedo por la
cruenta represión y desaparición de grupos izquierdistas, colectivos, personas,
niños/as y familias, sino también precarizó política e ideológicamente las
conciencias ciudadanas y humanas. La Constitución reivindicaba derechos
fundamentales de mujeres, hombres y grupos étnicos, vulnerados y marginados por
el capitalismo salvaje y depredador. Al parecer, los chilenos necesitan otro
estallido social para que el actual gobierno siga encabezando las demandas de
las mayorías.
A nivel continental, prácticamente todos los gobiernos progresistas e
izquierdistas están bajo ataque. En Bolivia, después de un golpe de estado
operado por la derecha local y la OEA, a nombre de Estados Unidos, regresó al
poder el partido que había sido depuesto. En Perú, el gobierno del actual
presidente está siendo dinamitado desde su arribo al cargo. En Argentina, el
atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, es muestra
del poder de la derecha y la ultraderecha que no escatiman atentar contra un
gobierno democrático. En México, la oligarquía, sus medios corporativos y
escribanos, los partidos políticos aliados a un sector de la derecha
empresarial, no paran su guerra sucia de odio, mentiras, fakenews, contra un
presidente y movimiento social legítimos.
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