lunes, 5 de septiembre de 2022

La derecha latinoamericana y la nueva Constitución de Chile

 Poco más de 62% de los chilenos y chilenas rechazaron la nueva Constitución de su país, producto de una movilización social hace escasos tres años. El constituyente que se avocó a su redacción, fue rebasado por la derecha y un gobierno progresista que camina con titubeos. En Chile, la derecha y ultraderecha dominan un panorama en el que la democracia es su parapeto para revertir lo ganado. Que millones de ciudadanos prefieran que la Constitución golpista pinochetista prevalezca, no es una buena noticia para una nación y un pueblo que han resistido décadas de un trágico experimento que impuso bajo una sangrienta y asesina dictadura.

El referéndum para apoyar o rechazar la nueva Constitución estuvo cercada por la desinformación, la manipulación mediática y la operación de grupos derechistas que usan la democracia para revertir el camino chileno a un cambio. Pero este resultado también permite observar que la concientización del pueblo chileno navega entre la precarización política, la desmovilización del grupo actualmente en el poder, la manipulación de los medios corporativos y una ciudadanía que no tiene entre sus prioridades ideológicas y políticas los derechos de las mujeres y otros grupos vulnerables, y el reconocimiento de los grupos étnicos históricamente marginados.

Sin duda, el rechazo a la nueva Constitución chilena tendrá diversas implicaciones, tanto para el pueblo chileno, el gobierno que recién asumió el poder, los derechos humanos y los grupos étnicos, como para el movimiento progresista e izquierdista latinoamericano. En octubre, las elecciones gubernamentales en Brasil, en particular a la presidencia del país sureño, deberán mostrar el musculo de la izquierda para sostener la nueva ola de cambios que Latinoamérica está experimentando, además de cuestionar, de manera contundente, a la derecha y ultraderecha, cuyo fin no es la democracia, sino aplastar a los pueblos y movimientos progresistas de la región.

En Chile, la sangrienta dictadura de Pinochet, no solo profundizó las desigualdades en ese país, además de sembrar el terror y el miedo por la cruenta represión y desaparición de grupos izquierdistas, colectivos, personas, niños/as y familias, sino también precarizó política e ideológicamente las conciencias ciudadanas y humanas. La Constitución reivindicaba derechos fundamentales de mujeres, hombres y grupos étnicos, vulnerados y marginados por el capitalismo salvaje y depredador. Al parecer, los chilenos necesitan otro estallido social para que el actual gobierno siga encabezando las demandas de las mayorías.

A nivel continental, prácticamente todos los gobiernos progresistas e izquierdistas están bajo ataque. En Bolivia, después de un golpe de estado operado por la derecha local y la OEA, a nombre de Estados Unidos, regresó al poder el partido que había sido depuesto. En Perú, el gobierno del actual presidente está siendo dinamitado desde su arribo al cargo. En Argentina, el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, es muestra del poder de la derecha y la ultraderecha que no escatiman atentar contra un gobierno democrático. En México, la oligarquía, sus medios corporativos y escribanos, los partidos políticos aliados a un sector de la derecha empresarial, no paran su guerra sucia de odio, mentiras, fakenews, contra un presidente y movimiento social legítimos.

Las derechas latinoamericanas no escatiman en golpear a los gobiernos democráticos, producto de profundas y democráticas transformaciones. Los pueblos latinoamericanos que acompañan y decidieron, a través del voto, llevar al poder a presidentes, movimientos sociales y partidos izquierdistas y progresistas, porque no solo los ven como sus líderes sino también porque años de marginación, pobreza y desprecio de los privilegiados que ostentan el poder económico y mangoneaban al poder político y judicial para sus fines, los cansaron y decidieron asumir el protagonismo que se merecen. El empoderamiento de los pueblos no tiene reversa.

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