Durante el gobierno de AMLO, el primer presidente de la 4a transformación,
se declaró muerto, o la menos agonizante, al neoliberalismo. Con sus oprobiosas
políticas económicas, pretendiendo hacer de una ideología política decimonónica
un programa económico para renovar la acumulación capitalista, favoreciendo la
tasa de ganancia, la acumulación en pocas manos y la superexplotación de la mano
de obra, se irguió en México, durante al menos tres décadas, como el
pensamiento único e irrefutable. A los del PRIAN jamás les importó que la pobreza
creciera inconmensurablemente, se trataba de hacer de México ejemplo de un proyecto
que superara, de algún modo, al Chile dictatorial, con una “democracia” sitiada
y fraudulenta. Si la simulación democrática podía tener éxito, era en un país
de pobres y desinformados, abyectos, involuntariamente, a su propio destino
católico y guadalupano. En ese periodo también hay que documentar el crecimiento
del cristianismo estadounidense, sobre todo en su variante pentecostal, que
igual celebraba el “don de lenguas” como el México injusto y pobre, al que le
expoliaban 10% de sus ingresos, prometiéndoles que su dios así lo establecía.
Sin embargo, el neoliberalismo no llegó a su fin como AMLO previó. En
sus años gubernamentales, tuvo que lidiar con funcionarios públicos –secretarios
de Hacienda en particular- que elaboraban las políticas públicas con el sello
neoliberal. Todo para unos pocos, nada para millones de mexicanos. Pero AMLO
demostró, con sus aumentos al salario mínimo y los programas sociales, que era
posible cuestionar al neoliberalismo que anidaba en el gobierno federal y en el
Banco de México, cuyos exgobernadores recientemente se reunieron en el ITAM, la
institución “educativa” de la oligarquía que forma estudiantes sin la menor
capacidad de crítica del neoliberalismo, para celebrar que en el Banco de
México se instauró una “política” de grandes vuelos. Lo que no dijeron es que
la política del Banxico, que convirtió la lucha contra la inflación y el
salario mínimo en sus principales armas para que la pobreza prevaleciera, jamás
consideró a la gente. Se basó en supuestos político-ideológicos que ni siquiera
pueden ser catalogados de técnicos.
El aumento de la inflación debe estar férreamente protegido, ergo el
salario mínimo tiene que estar restringido. Por lo tanto, si la gente se muere
de hambre, no puede ni pagar la renta, tiene que tener dos o tres empleos
adicionales, es su problema. Es lo que esos neoliberales que en el ITAM
aplauden matar de hambre al pueblo mexicano dominó durante tres décadas. Que el
ITAM siga enseñando la misma parafernalia ideológico-política, es porque sus
profesores y sus estudiantes de las elites mexicanas, creen que hay que
regresar al despojo, saqueo y corrupción neoliberal. Esta es una lección que
los señores del ITAM no enseñan: para que el neoliberalismo en México se
impusiera, los grandes técnicos de Yale, Harvard y otras universidades
estadounidenses, se impusieron con corrupción y saqueo indescriptibles. Por ejemplo,
¿endeudar a PEMEX hasta la locura, pero saqueando esa deuda, cuál fuel fin? Y
lo mismo en general. Los gobiernos del PRIAN obtuvieron recursos asombrosos
durante el alza de los precios petroleros. Más de 400 mil millones de dólares
con Vicente Fox y Felipe Calderón.
No cabe la menor duda que el PRIAN saqueó al país sin recato, sin importarles
los mexicanos que, durante el periodo presidencial de AMLO, 13.4 millones,
salieron de la pobreza. Es lo que la oposición reclama. Ese dinero público
debió llenar sus bolsillos. Nunca al PRIAN le ha importado la democracia, las
elecciones, los pobres o la población mexicana en general. Si sus bolsillos se
llenan con dinero público, es lo único que les importa. Recordemos que durante
los gobiernos del PRIAN, el Congreso de la Unión les otorgaba millones de pesos
supuestamente para gestorías, pero sabemos bien que se quedaron en los bolsillos
del PRIAN. Todo es neoliberal por acabar.
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