El caso María Amparo Casar, no es solo ejemplo de tráfico de influencias
y obtención de recursos públicos de manera fraudulenta durante 20 años, también
muestra con detalle el significado político y social de un golpe que se le ha
dado a un grupo de privilegiados, capaces de criticar con vehemencia los 6 mil
pesos bimestrales que el gobierno federal entrega a los adultos mayores,
tachando el apoyo de clientelismo y dádiva. Asimismo, este caso devela las
entrañas de la corrupción en Pemex y en México, así como la captura del Estado,
los gobiernos y la sociedad civil, por parte de una minoría que se autonombra
intelectual, ciudadana apartidista, “demócrata”, “analista independiente”,
investigadora anticorrupción, académicos críticos, líderes de opinión en los medios
corporativos. Una elite que, en la mayoría de los casos, se configuró
embolsándose dinero público para sus organizaciones o de manera individual. Un
modus vivendi elevado a “derecho”, pero en realidad privilegios otorgados por
el Estado y los gobiernos del PRIAN.
La apología a favor de la señora Casar, quien finalmente ha conseguido
un amparo aduciendo que la ausencia de sus más de 120 mil pesos mensuales
afectan su sobrevivencia, lo que es una mentira, porque la “investigadora”
recibe 3 millones de pesos como titular del organismo llamado Mexicanos contra
la corrupción, y otros miles de pesos por sus “opiniones” antigubernamentales
en el Canal Once –televisión pública del SPR-, centra su diatriba en los datos
revelados, pero no en el tráfico de influencias y el fraude contra PEMEX. Es
muy probable que no sea el único caso. Por ello, se configura así una disputa,
ya no por dos modelos económicos, sino por los privilegios que durante el
neoliberalismo se fueron delineando, los que las elites favorecidas fueron
pergeñando como supuestos derechos. Recordemos el caso del exfuncionario José
Ángel Gurría, quien a temprana edad comenzó a recibir millonaria pensión. O el
caso de Héctor Aguilar Camín, quien solicitaba “apoyo solidario” al expresidente
Carlos Salinas de Gortari.
El neoliberalismo no es un modelo económico. Es una ideología política
que fue transformada en programa económico para recuperar la caída de la tasa
de ganancia y la desaceleración de la acumulación capitalista. En México, en 36
años se pusieron las bases del programa neoliberal para saquear al Estado y
hacer de la corrupción una especie de derecho. El neoliberalismo abandera así
el acotamiento del Estado y el abandono de funciones esenciales como árbitro de
un sistema económico dividido en clases sociales. Incluso, ideológica y
políticamente, se ha pretendido desvanecer el hecho estructural e histórico de
que el capitalismo está fundado en la apropiación del trabajo humano por un
grupo de potentados, además de la concentración de la riqueza en pocas manos,
mientras millones de seres humanos apenas tienen para subsistir. De ahí la
diatriba de esta elite “intelectual” contra la supuesta polarización.
Mientras los gobiernos del PRIAN repartían dádivas, premios, fondos
públicos, además de crear instancias para otorgar puestos y privilegios, la
elite “intelectual”, académicos, dueños de organizaciones no gubernamentales,
organismos de la sociedad civil, políticos, empresarios, capturaban al Estado
mexicano y se hacían del presupuesto gubernamental. No es solo que el programa
neoliberal minara las bases del estado de bienestar, forzara el
empequeñecimiento del estado y abandonara funciones esenciales a favor de los
ciudadanos, sino que también promovió la proliferación de instancias que
igualmente capturan quehaceres gubernamentales a cambio de dinero público, la
formación de elites “intelectuales”, consolidadas con recursos públicos, la
subordinación de los medios corporativos a los intereses del PRIAN, entre otros
procesos que hicieron del neoliberalismo una plataforma al servicio de
grupúsculos de diverso tipo y origen.
La disputa por los privilegios toma hoy forma ante procesos de cambio
que de seguro en los próximos años tomarán forma. Esta disputa continuará
porque las elites suponen que privilegios son derechos.