lunes, 13 de mayo de 2024

La disputa por los privilegios

 

El caso María Amparo Casar, no es solo ejemplo de tráfico de influencias y obtención de recursos públicos de manera fraudulenta durante 20 años, también muestra con detalle el significado político y social de un golpe que se le ha dado a un grupo de privilegiados, capaces de criticar con vehemencia los 6 mil pesos bimestrales que el gobierno federal entrega a los adultos mayores, tachando el apoyo de clientelismo y dádiva. Asimismo, este caso devela las entrañas de la corrupción en Pemex y en México, así como la captura del Estado, los gobiernos y la sociedad civil, por parte de una minoría que se autonombra intelectual, ciudadana apartidista, “demócrata”, “analista independiente”, investigadora anticorrupción, académicos críticos, líderes de opinión en los medios corporativos. Una elite que, en la mayoría de los casos, se configuró embolsándose dinero público para sus organizaciones o de manera individual. Un modus vivendi elevado a “derecho”, pero en realidad privilegios otorgados por el Estado y los gobiernos del PRIAN.

La apología a favor de la señora Casar, quien finalmente ha conseguido un amparo aduciendo que la ausencia de sus más de 120 mil pesos mensuales afectan su sobrevivencia, lo que es una mentira, porque la “investigadora” recibe 3 millones de pesos como titular del organismo llamado Mexicanos contra la corrupción, y otros miles de pesos por sus “opiniones” antigubernamentales en el Canal Once –televisión pública del SPR-, centra su diatriba en los datos revelados, pero no en el tráfico de influencias y el fraude contra PEMEX. Es muy probable que no sea el único caso. Por ello, se configura así una disputa, ya no por dos modelos económicos, sino por los privilegios que durante el neoliberalismo se fueron delineando, los que las elites favorecidas fueron pergeñando como supuestos derechos. Recordemos el caso del exfuncionario José Ángel Gurría, quien a temprana edad comenzó a recibir millonaria pensión. O el caso de Héctor Aguilar Camín, quien solicitaba “apoyo solidario” al expresidente Carlos Salinas de Gortari.

El neoliberalismo no es un modelo económico. Es una ideología política que fue transformada en programa económico para recuperar la caída de la tasa de ganancia y la desaceleración de la acumulación capitalista. En México, en 36 años se pusieron las bases del programa neoliberal para saquear al Estado y hacer de la corrupción una especie de derecho. El neoliberalismo abandera así el acotamiento del Estado y el abandono de funciones esenciales como árbitro de un sistema económico dividido en clases sociales. Incluso, ideológica y políticamente, se ha pretendido desvanecer el hecho estructural e histórico de que el capitalismo está fundado en la apropiación del trabajo humano por un grupo de potentados, además de la concentración de la riqueza en pocas manos, mientras millones de seres humanos apenas tienen para subsistir. De ahí la diatriba de esta elite “intelectual” contra la supuesta polarización.

Mientras los gobiernos del PRIAN repartían dádivas, premios, fondos públicos, además de crear instancias para otorgar puestos y privilegios, la elite “intelectual”, académicos, dueños de organizaciones no gubernamentales, organismos de la sociedad civil, políticos, empresarios, capturaban al Estado mexicano y se hacían del presupuesto gubernamental. No es solo que el programa neoliberal minara las bases del estado de bienestar, forzara el empequeñecimiento del estado y abandonara funciones esenciales a favor de los ciudadanos, sino que también promovió la proliferación de instancias que igualmente capturan quehaceres gubernamentales a cambio de dinero público, la formación de elites “intelectuales”, consolidadas con recursos públicos, la subordinación de los medios corporativos a los intereses del PRIAN, entre otros procesos que hicieron del neoliberalismo una plataforma al servicio de grupúsculos de diverso tipo y origen.

La disputa por los privilegios toma hoy forma ante procesos de cambio que de seguro en los próximos años tomarán forma. Esta disputa continuará porque las elites suponen que privilegios son derechos.

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