jueves, 13 de agosto de 2009

Cumbres mediáticas

Durante varios días, Guadalajara se convirtió en una ciudad sitiada y vigilada. La cumbre de América del Norte fue un encuentro para alinear al calderonato. Previamente se afirmó en Estados Unidos que no habría anuncios espectaculares, y Canadá fijó su postura irreversible e intransigente sobre las visas para mexicanos.
La reunión de Guadalajara, que animó a analistas y especuladores a apostar por amplias expectativas, fue el escenario para confirmar el alineamiento de Canadá y Estados Unidos en asuntos que realmente importan a ambos países, mientras se reserva a México el papel de comparsa y cumplidor de acuerdos a cambio de sostener la guerrita contra el narco.
Asuntos como la guerra contra el narco y el cerco contra la influenza sacaron de la agenda cuestiones fundamentales: las violaciones a los derechos humanos por parte del ejército mexicano, cuyo visto bueno firmado por el Departamento de Estado de Estados Unidos fue frenado en seco previamente, la reforma migratoria, el TLCAN.
Las demandas por revisar el TLCAN, al menos el capitulo agropecuario, y el diferendo del transporte mexicano, que viola flagrantemente el acuerdo, recibieron respuestas contundentes: una revisión en tiempos de crisis sería contraproducente, según el presidente Obama, y los Teasmters son más importantes que los transportistas mexicanos.
Quedó entonces una reunión a modo, en la que Calderón y México fueron únicamente anfitriones de los dos socios comerciales dominantes de América del Norte. El mote de “líderes” fue la ocurrencia de algún mercadólogo calderonista para consumo mediático. Con excepción de la súplica por los dólares de la Iniciativa Mérida, no hubo más nada.
En esta perspectiva, el encuentro no fue un fracaso. Fue la exhibición política de un “gobierno” ilegítimo, sin iniciativa y el peor manejo histórico de las relaciones bilaterales y trilaterales. Nuestro país no pasa de ser patio trasero. La reunión de Guadalajara confirmó el papel al que ha sido confinado por el panismo fracasado.
Para Estados Unidos y Canadá la reunión fue para mostrar el alineamiento de ambas naciones en la perspectiva continental que comparten problemas y objetivos comunes. Los intereses domésticos de los dos países (detener la inmigración, cercar la influenza, violencia fronteriza, lucha contra el narco afuera de sus fronteras) definieron el encuentro.
Las declaraciones finales (un borrador de la reforma migratoria “quizás” para fin de año), las sonrisas y los apretones de manos ilustran la retórica e hipocresía estadunidense en temas bilaterales. El hemisferio sur es un escenario en el que México juega el papel de guardián. No más. Por eso el envalentonamiento de Calderón.
En una declaración desafortunada, el líder del panismo machín (botas con Fox, machines panistas en duda) retó a quien fuera a presentar pruebas de violaciones a los derechos humanos por el ejército. Horas después, en medio del silencio cómplice de “analistas”, periodistas y medios oficialistas, Human Rights Watch (HRW) presentó las pruebas.
No es solamente un caso. Son docenas. Y tanto HRW como Amnistía Internacional y el periódico Washington Post han documentado las atrocidades cometidas por algunos miembros de la milicia mexicana. El envalentonamiento en el escenario de Guadalajara y los hipócritas elogios de Obama, son la cara de la derrota.
La guerrita contra el narco depende de los recursos estadounidenses, y por ende de la estrategia continental de Estados Unidos en América Latina. Para ese país es importante el control externo de la violencia, con la finalidad de evitarla en su territorio. Esa es la labor de México como parte de ese concepto inoperante llamado América del Norte.
Guadalajara fue así el gran escenario mediático para la quinta reunión entre tres países que supuestamente son socios comerciales y vecinos, además de haber firmado el TLCAN. Sin embargo, vimos a dos naciones que impusieron sus agendas domésticas a un “gobierno” que celebra la subordinación a los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

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