miércoles, 5 de agosto de 2009

La reforma migratoria puede esperar

Mientras en México la alerta sanitaria por la influenza humana construyó una cortina mediática de dos semanas para disipar las preocupaciones sobre la economía en quiebra, el desempleo galopante, la violencia del narco, el sistema de salud pública fracturado, en Estados Unidos los signos negativos por una pronta reforma migratoria crecen.
El jueves pasado, el gobierno del presidente Obama presentó una propuesta de presupuesto para el próximo año fiscal que causó mayor zozobra. Solicita fondos para diseñar un sistema de verificación de empleos y dinero extra para contratar más personal y comprar equipo para patrullar su frontera sur, nuestra frontera norte.
De hecho, la propuesta remite el “problema” inmigratorio a la idea de la “guerra contra el crimen” y la “guerra contra las drogas”. Aunque recientemente el gobierno de Washington declaró nulo el concepto de “guerra contra las drogas”, por su fracaso rotundo, además de criminalizar a los ciudadanos adictos, no lo saca de la esfera del tema inmigratorio.
La “guerra contra las drogas” no aplica al interior de Estados Unidos, pero las cárceles de ese país están llenas de inmigrantes indocumentados que son criminalizados, por muchos ciudadanos que los perciben como criminales y un sistema judicial que convirtió las redadas, el uso indebido de números de seguro social, el empleo, en delitos.
Al parecer, el presidente Obama ha asumido la idea de que hay que aplicar de manera estricta las leyes migratorias, lo que antes criticaba. Según The New York Times, Obama argumenta que no podrá promover una reforma comprehensiva en tanto los votantes estén crean que las fronteras deben ser reforzadas.
En una reciente conferencia afirmo que si los estadounidenses no están convencidos de que se les garantice una frontera segura, no puede pedir un acuerdo que saque a los inmigrantes de las sombras vía la ciudadanía, porque la mayoría de la gente pensará que ese hecho promoverá que al año siguiente lleguen más inmigrantes a su país.
Planteada así, la postura presidencial está siendo duramente criticada. Los republicanos creen que el gobierno de Obama no sabe qué hacer con la migración, pues no la entiende y parece que no tiene un plan “B”. Algunos activistas y estudiosos alertan que es necesaria una postura más congruente, que vaya hacia adelante y rechace la doctrina Bush.
Sin duda, la recesión en ese país, cuya tasa de desempleo alcanzó 8.9 por ciento, la más alta desde 1983, las percepciones sobre una frontera explosiva, con un vecino que prácticamente ha perdido su guerrita, y la opinión pública acicateada por el miedo mediático de una epidemia, parecen influir en las ideas sobre la reforma migratoria.
Como lo he comentado, parece que este año apenas se abrirá en Estados Unidos el debate sobre la reforma migratoria; y no parece haber mucho margen de maniobra. En tanto, algunos legisladores de ese país están promoviendo una ley que refuerce el empleo en el sector agrícola, que podría beneficiar, con límites estrictos, a algunos indocumentados.

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