miércoles, 2 de junio de 2010

Transición, incertidumbre y violencia

Los discursos sobre la transición mexicana y lo que los “transitólogos” suelen llamar normalidad democrática, ignoran los daños colaterales de la alternancia conservadora y derechista, en estos casi 10 años de panismo. Claro, el PAN ha profundizado lo que la tecnocracia neoliberal priista inició en los ochenta del siglo pasado. No va solo.
El Estado reducido a su mínima expresión; el mercado como eje único de la interacción humana; la ruptura del tejido social; la profundización y extensión de la pobreza; la focalización del clientelismo y el altruismo estatal y privado para administrar la pobreza; la obsesión del déficit público cero; la exclusión para muchos, y los privilegios para pocos.
Son algunos de los rasgos que en alrededor de 40 años han tomado carta de naturalización en México. Asimismo, la alternancia conservadora ha exacerbado actitudes y conductas de raigambre priista como la complicidad, corrupción e impunidad. Los sexenios panistas no se distinguen por la probidad, diligencia y mesura en los asuntos públicos.
La vieja burocracia y el sindicalismo de corte priista, viven en la incertidumbre, si es que no se han sometido al panismo reinante. Las relaciones laborales cuestionadas, primero por la llamada “nueva cultura laboral” impulsada por el foxismo, actualmente enfrentan el cínico embate del productivismo, la extrema flexibilización laboral y las mañas estadísticas.
Según el irresponsable secretario del Trabajo, México experimenta hoy el pleno ascenso, a contracorriente de lo que sucede en Estados Unidos y la Unión Europea. Señala que en nuestro país hay menos desempleo que en otras naciones de la OCDE, mientras las cifras del INEGI reportan el repunte de la desocupación a 5.42 por ciento.
Adicionalmente, la CEPAL llama a América Latina y el Caribe, particularmente a México, a regresarle al Estado el papel que el neoliberalismo sepultó con el “laissez faire, laissez passer”: actor imprescindible y decisivo del desarrollo. La recuperación mexicana aparenta tener “buenos” números, pero prevalece la incertidumbre, la pobreza y la exclusión.
En consonancia con los recientes planteamientos sobre los derechos, la CEPAL afirma que no basta el acceso a las oportunidades, estrategia central de los organismos internacionales financieros (Banco Mundial, FMI, BID) para administrar la pobreza, sino que es necesaria la titularidad de derechos. El hecho de nacer en un país, significa que todos tienen derechos.
La transición derechista privilegia la focalización y la hueca idea de las oportunidades como vía para integrarse al mercado, al consumo, mientras las condiciones que reproducen la pobreza se agudizan y profundizan. Acorde con la CEPAL, 9 millones de latinoamericanos más fueron arrastrados a la pobreza por la crisis.
En este contexto, es importante observar que la ola conservadora ha incidido en la conculcación de los derechos, tanto de las mujeres como de las minorías étnicas y las personas con orientación sexual distinta a la predominante. La interrupción del embarazo es hoy un delito en varias entidades del país, mientras crece la violencia de género.
Como parte de la violencia asociada a la perdida guerrita contra el narco, la violencia estatal y la delincuencia organizada, los casos de mujeres atrozmente asesinadas crecen. El abuso y asesinato de género dejó de ser un “asunto” de Ciudad Juárez. En varios estados del país los feminicidios, golpizas, vejaciones y violaciones a mujeres inundan la nota roja.
Los asesinatos y abusos contra las personas con orientación sexual distinta a la dominante aumentan. Las encuestas especializadas anotan que la mayoría de los mexicanos aborrece a la comunidad LGTB y preferiría no tener un miembro de la misma en su familia, en tanto integrantes del sector son masacrados y los muertos vejados por la prensa amarillista.
En los sexenios panistas, los periodistas en peligro aumentan. En el actual sexenio, 32 periodistas fueron ejecutados en diversidad de circunstancias, además de que el número de desaparecidos crece. En el “asunto”, persiste la impunidad, complicidad e injusticia. Lo mismo sucede con los defensores de los derechos humanos, hoy muy vulnerables.
Según los “transitólogos”, las “renovadas” leyes electorales, la participación ciudadana, la contraloría social (concepto de moda del Banco Mundial), entre otros elementos de la “normalidad democrática”, serían suficientes para la democratización e impulso de una sociedad democrática. Pero la transición conservadora solo los usa de parapeto.
Los resultados de los últimos procesos electorales muestran, por un lado, el uso faccioso y perverso de la justicia en contra de los adversarios, y por el otro, el dispendio y abuso de poder para comprar, manipular y conculcar los derechos de los ciudadanos. Esta transición derechista apunta a profundizar la ingobernabilidad y excluir a la gente.
Como vemos, la transición, alternancia y normalidad democrática son ideas vacías, cuyo uso por el conservadurismo y la derecha; la izquierda derechizada, y el centro-derecha, no contribuyen a la titularidad de derechos como personas nacidas en este país. La incertidumbre y la violencia, atizadas por el conservadurismo, dominan el espectro.

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