El Estado, conceptualmente hablando, es una abstracción de una forma de organización política integrada por un poder administrativo y soberano sobre un territorio. El Estado está constituido por la población, el territorio y el poder o la capacidad de organizar a una determinada población en un territorio. En México, como en otros países, existen tres poderes: Ejecutivo, legislativo y judicial, pero el gobierno es distinto del Estado. El gobierno es parte del Estado y es un organismo que administra los poderes, pero es necesario dejar en claro que Estado y gobierno son diferentes. Esta aclaración nos parece pertinente, porque lo que en México vivimos durante 12 años de gobiernos del PAN, fue un narcogobierno. Políticamente, la idea del narcoestado es importante, pero poco tiene que ver con la realidad de los narcogobiernos del PAN.
Días después de la declaración de culpabilidad de Genaro García Luna, el
dirigente del PAN, sus diputados y senadores, y amigos afines, han pretendido
desligarse, no solo del resultado del juicio en Nueva York contra el
exfuncionario público de los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, sino
también de las implicaciones de haber nombrado y cobijado a un personaje hoy
culpado de cargos graves en Estados Unidos, no en México. En nuestro país se le
podrían imputar cargos realmente graves, los que incluirían al expresidente
espurio Felipe Calderón, quien nombró a Genaro García Luna principal ejecutor
de su esquizofrénica guerra que asesinó, despareció y victimizó a miles de
mexicanos, y un círculo cercano, a ambos, de funcionarios que hicieron del
segundo gobierno panista un narcogobierno. Felipe Calderón, por medio de su “súper
policía”, tejió acuerdos con los narcos para legitimar su espuria
administración.
Con todo, no se trató nada más de un narcogobierno: impunidad,
complicidad, sobornos, saqueo, corrupción, asesinatos, feminicidios,
desplazados, desaparecidos, lo caracterizaron. Millones de dólares llegaron a
manos del súper policía, el expresidente espurio y su círculo de funcionarios
corruptos incrustados en la burocracia que el gobierno de Vicente Fox impulsó. La
carrera delincuencial de Genaro García Luna comenzó con el PRI, pero fue
potenciada con los gobiernos del PAN. De dirigente de la AFI, agencia creada
por Vicente Fox, quien lo nombró responsable, aunque Santiago Creel diga que ni
lo conoció ni tuvo trato con él por cuestiones de organigrama burocrático, a
secretario de Seguridad de Felipe Calderón, quien también ha negado que supiera
lo que su subalterno hacía, pero que repite que asesinar y desaparecer a miles
de mexicanos lo volvería a hacer. Dijo “no se distraigan”, en el colmo del
cinismo el ex narcopresidente.
Ni el PAN ni Felipe Calderón se pueden desligar de Genaro García Luna. Uno
porque lo nombró, condecoró y celebró públicamente, los del PAN porque lo
sostuvieron a pesar de las denuncias, incluso de sus funcionarios, a quienes el
espurio Calderón encarceló o reprimió. El PAN, con Vicente Fox y Felipe
Calderón organizaron un narcogobierno que les permitiera gobernar para
legitimar, de un lado, hacer lo que los intelectuales derechistas llamaron la
transición democrática festín, y del otro, normalizar los acuerdos del PAN con
los narcos para garantizar la gobernabilidad y los deseos de Washington para
que su guerra contra el narco avanzara, entre trasiego de armas y dinero
estadounidense que mató a miles de mexicanos. El narcogobierno del PAN no
inició de la nada. Ambos expresidentes lo impulsaron.
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