De la fundación del Partido Acción Nacional en 1939, como respuesta “democristiana” mexicana al gobierno de tintes socialistas del General Lázaro Cárdenas del Río, a la formulación de Carlos Castillo Pereza, hombre medianamente inteligente, militante de ese partido político, de la victoria cultural, transcurrieron varias décadas en las que el PAN, esgrimiendo su talante conservador, se convirtió en alternativa para ciertos sectores de la clase media y las elites mexicanas. Al oponerse activamente al PRI, el PAN ocupó un lugar destacado en el imaginario social, mientras las izquierdas, después de la represión, desaparición y asesinato, se refugiaban en el anonimato o en organizaciones de corto alcance.
Cuando Castillo Pereza festinó la victoria cultural de su partido
respecto a la ya añeja, corrupta y saqueadora del PRI, pretendió convertir al
PAN en la única alternativa capaz de empujar al país por la senda de la
democracia, bajo el esquema bipartidista tipo Estados Unidos. También significó
el intento por volver más marginal a las izquierdas mexicanas, pues –decían los
panistas- representaba valores extremos, ajenos a supuestos sobre la idiosincrasia
mexicana. Pero esa victoria cultural pronto naufragó y se convirtió en pírrica,
pues las dirigencias del PAN decidieron aliarse con el PRI de Salinas de
Gortari y Zedillo, a cambio de cederles triunfos electorales legítimos, como
parte de componendas para aparentemente cogobernar.
Los dos últimos gobiernos del PRI a fines del siglo XX, vieron como esas
componendas se convertían en lo que después se llamaría PRIAN. La culminación
de la alianza conservadora devino “normalidad” con el triunfo de Vicente Fox. Según
dijeron, comenzaba la transición democrática que finalmente quedó en
alternancia entre dos partidos políticos que representaban, política e
ideológicamente, lo mismo. Entre los años de arreglos entre el PAN y el PRI de
Salinas de Gortari y Zedillo y los doce años de administraciones del PAN, no
solo se pretendió consolidar el neoliberalismo como política económica y medida
de las relaciones sociales, sino también normalizar el saqueo, la corrupción
que el PAN magnificó, y los narcogobiernos.
En este contexto, durante 12 años el PAN-PRIAN encumbró a un personaje,
entre otros, que era un delincuente que algunos periodistas habían documentado
e incluso funcionarios del gobierno de Felipe Calderón habían denunciado, pero
fueron defenestrados, encarcelados o muertos sospechosamente. La alternancia
PRI-PAN no implicó cambios democráticos, sino la profundización del saqueo y la
corrupción justificadas con las políticas neoliberales y la normalización de
los vínculos entre los gobiernos panistas y los narcos. En algún momento,
algunos intelectuales derechistas hablaron de la “necesidad” de que el gobierno
negociara con los narcos para la gobernabilidad, pero solo fue una
justificación ante la evidente colusión entre el PAN-Felipe Calderón-Genaro
García Luna-narcos. Es la realidad del Partido Acción Nacional.
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