jueves, 14 de septiembre de 2023

Temporada golpista

 

A Salvador Allende (1908-1973)

Chile, 50 años del golpe de estado, 11 de septiembre de 1973

 

En Guatemala, el recién electo presidente de ese país denuncia una intentona golpista. En Colombia, el presidente Petro es presionado por sectores golpistas. En Perú, persiste la espuria Boluarte, producto de un golpe de estado contra el presidente Castillo, electo democráticamente por el pueblo peruano. El 11 de septiembre se cumplieron 50 años del cruento golpe de estado en Chile, donde fue asesinado el presidente de ese país, Salvador Allende, electo democráticamente. Y no será suficiente recordar los golpes de estado en Argentina, Brasil y otros países del cono sur. A la derecha fascista, aunque llegue a la presidencia producto de una elección democrática, no le interesa la democracia. Hará lo que sea para usurpar el poder, sin importarle las masacres que perpetre. La llamada segunda ola progresista, con su matices nacionales y locales, muestra la diversidad del progresismo y la izquierda latinoamericana, pero no avanza sin obstáculos del fascismo latinoamericano apoyado por Estados Unidos y sus agencias.

A diferencia de los golpistas, la izquierda y los progresistas latinoamericanos del siglo XXI han llegado al poder vía elecciones democráticas. Excepto algunos casos centroamericanos en la pasada centuria –El Salvador, Nicaragua-, la democracia burguesa ha sido el principal medio e instrumento para desafiar a las oligarquías y al intervencionismo estadounidense. En Venezuela, por ejemplo, tanto Hugo Chávez como Nicolás Maduro asumieron sus presidencias vía elecciones democráticas. Pero el acoso, bloqueo e intervencionismo de Estados Unidos, como en el caso de Cuba, han definido la marcha de ese país después de su revolución. Resalta en cada proceso nacional y local, no solo el desprecio de las oligarquías a la democracia, sino también los medios corporativos y el financiamiento de Estados Unidos para derrocar a gobiernos democráticos, solo porque enarbolan políticas progresistas y de izquierda. El fantasma del comunismo y el desprecio de ese país sobresalen.

En este sentido, los métodos, instrumentos y justificaciones persisten, como si la guerra fría del siglo pasado se hubiese estancado en América Latina, en Estados Unidos y las derechas latinoamericanas, pues persiste la justificación golpista para acabar con el “comunismo”. No bastó con la caída del Muro de Berlín, menos con la disolución de la URSS, la balcanización de Europa oriental y la derechización de países y pueblos del área oriental europea. La guerra de Rusia contra Ucrania es buen ejemplo de un proceso que, en los ochenta del siglo pasado, no solo sepultó el llamado “socialismo realmente existente” sino también alentó el posicionamiento de la derecha, los fascismos, los nacionalismos y diversos movimientos que actualmente dominan, con algunas excepciones, todo el continente europeo. El fantasma del comunismo en esa zona sucumbió, pero en la Unión Americana persiste como bandera para una política interna que en realidad hace de los habitantes de América Latina enemigos, si la izquierda y el progresismo avanza.

La doctrina Monroe –América para los americanos- y las políticas, económica, de seguridad, relaciones bilaterales y multilaterales, fueron, en su momento, la justificación imperialista para intervenir en América Latina y el Caribe. De manera soterrada, por medio de las oligarquías locales, usando a los medios corporativos como medios golpistas, comprando, ideológicamente a los ejércitos latinoamericanos, interviniendo directamente con bases militares, imponiendo políticas como la lucha antidrogas e invadiendo y apoderándose de países y territorios, Estados Unidos ha promovido golpes de estado y el sometimiento de los pueblos latinoamericanos y caribeños. A 50 años del golpe de estado en Chile, es urgente no olvidar y detener a la derecha, la que no solo añora tener el poder para aplastar a sus propios pueblos –el ejemplo de hoy es Milei en Argentina- e imponer el odio clasista, racista, misógino, homofóbico y patriarcal. Para la derecha fascista latinoamericana, no solo se trata de que el estado no intervenga en sus mafias y saqueos, sino de avasallar sociedades y pueblos para que el capitalismo salvaje arrase.

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