El arribo de una mujer a la presidencia de México ha causado molestia,
exacerbado el odio misógino y la desesperación del patriarcado político, conformado
por los partidos políticos, políticos y elites empresariales opositoras. La presidenta
Claudia Sheinbaum arribó al Poder Ejecutivo con el voto de más de 35 millones
de mexicanos, situación que aborrece la derecha opositora. No solo porque es
mujer la primera mandataria de México en 200 años, sino también porque no hay
sombra de su triunfo. Es legal y legítimo. Igualmente, se le acusa de
supuestamente ser alfil de AMLO, negándole inteligencia, capacidad,
independencia y toma de decisiones, pues el solo hecho de no deslindarse del
expresidente y la 4T, desilusiona al patriarcado político. También, explotan
con rabia, porque esta mujer que desdeñan ha dejado muy en claro que gobierna,
no solo administra. Haber fijado las bases de la interacción del embajador de
Estados Unidos con el gobierno mexicano, restringir cualquier reunión con la
derecha partidista, encargando a la secretaria de Gobernación tal menester, y
dejarle en claro al Poder Judicial y sus ilegales paristas-huelguistas que ella
fija la agenda de la reforma judicial, enfurece a la derecha.
Como plantee en una pasada reflexión, la misoginia de corte fascista
está exacerbada. Mujeres y hombres de diversos sectores sociales, políticos,
económicos, han escalado su odio contra la presidenta Claudia Sheinbaum, solo
por el hecho de ser mujer y demostrar que gobierna, aunque no se deslinde del
legado de AMLO. Durante el sexenio del expresidente, el embajador de Estados
Unidos, Ken Salazar, entraba y salía de Palacio Nacional y de las diferentes
dependencias gubernamentales como cualquier procónsul, no como embajador. AMLO
declaró una pausa en su relación con el enviado de Washington, cuando éste
mostró, de manera impertinente y grosera, la postura de su gobierno y empresas
estadounidenses, contra la reforma judicial. A los pocos días de la toma de
posesión de la presidenta de México, fijo las nuevas reglas: cualquier asunto,
el embajador deberá turnarlo a la secretaría de Relaciones Exteriores. Algo parecido
sucede con la derecha opositora. Mujeres y hombres la insultan, muestran sin
ambages su odio misógino y falta de respeto, mientras la presidenta adopta una
actitud serena, paciente, pero firme: la secretaría de Gobernación se reunirá
con esa oposición rabiosa y llena de odio.
El caso del Poder Judicial llega al patético paroxismo. Recién aprobada
la reforma judicial por el Constituyente (Congreso de la Unión y Congresos
estatales), comenzó un paro ilegal acompañado de amparos que violan la
Constitución, el estado de derecho y buscan crear una crisis constitucional.
AMLO fue muy preciso: respeto a las huelgas-paros ilegales, pero la Ley de
Amparo y la Constitución son claras: las reformas constitucionales son
inamovibles, ningún amparo puede revertirlas y, en caso de recurrir a
instancias internacionales, como se pretende, la Constitución mexicana
prevalece por sobre cualquier norma jurídica internacional. La presidenta
Claudia Sheinbaum, también ha sido clara y contundente: ni 8 ministros de la
SCJN, ni jueces y magistrados de distrito del Poder Judicial pueden declarar inconstitucional
la Constitución. La reforma judicial va. Los que han votado por seguir su
ilegal paro, viven su propia tragicomedia: lanzan amparos y diatribas por doquier,
pero no ofrecen justicia a los mexicanos. Además de los cerca de 10 mil
millones de pesos que ha costado su ilegal actuación, privan a millones de
ciudadanos de seguir sus procesos jurídicos de toda índole. El descrédito es
del Poder Judicial, porque la presidenta cuenta con la aprobación de la
ciudadanía. Incluso arriba de los que votaron por ella el 2 de junio de 2024.
La derecha es pródiga en odios, misoginia y desprecio, no solo a los
ciudadanos que no votan por sus corruptelas, privilegios y acuerdos con
delincuentes de todo tipo, sino también en odiar y desdeñar a una mujer que la
supera en inteligencia, prudencia y toma de decisiones.
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