El exnarcopresidente Felipe Calderón, recurrió de nuevo a su mantra
favorito que pretendió justificar el fraude electoral que lo instaló en el
Poder Ejecutivo en 2006, en el caso de la sentencia a su exfuncionario, amigo,
colaborador, cómplice, compañero de masacres, camarada de saqueo del erario público
y receptor de dinero del narco, Genaro García Luna: “haiga sido como haiga sido”.
Es lo que se desprende de un largo post en X (Twitter), en el que destaca que “nunca
tuve evidencia verificable” y “no he tenido acceso ni a las evidencias ni a los
testimonios que se presentaron en el juicio”. Evidencias hubo en abundancia. Algunos
de sus exfuncionarios, a quienes encarceló y persiguió, periodistas
encarcelados, diputados opositores, entre otros actores políticos, le enviaron
cartas e hicieron denuncias públicas que bien pudo haber ordenado que fueran
investigadas, en lugar de arrestar y hundir en la cárcel a sus denunciantes.
Respecto a las evidencias y testimonios presentados en el juicio en el
que Genaro García Luna, fue declarado culpable de cinco cargos, son públicos y
podría enviar a sus esbirros a solicitar ante las autoridades estadounidenses
los archivos. O es ignorante, o desconoce el sistema jurídico de Estados Unidos
o mejor aplica su “haiga sido como haiga sido”. Lo mismo se está repitiendo en
México en los medios corporativos golpistas. Escuchar las mentiras y falsedades
de Ciro Gómez Leyva, quien dijo que fue declarado culpable de “oídas”, es
realmente deleznable. La culpabilidad del amigo de narcos, expresidentes y
comentócratas de los medios corporativos, no fue decisión de un juez o los
fiscales, sino de un jurado popular, cuyos integrantes parten de las evidencias
presentadas por la fiscalía. Felipe Calderón finalmente aceptó que su
estrategia fue responsabilidad de un “equipo”, es decir, conoció bien lo que su
narcofuncionario hizo.
Por ello, no se equivoca el juez Brian Cogan, quien fijó una sentencia
de 38 años de cárcel y 2 millones de dólares como multa, al narco Genaro García
Luna: el exfuncionario del narcogobierno de Felipe Calderón, tenía una doble
vida, pero en realidad el dicho refleja bien la vida de funcionarios públicos y
políticos, no solo en México, sino de cualquier parte del mundo. El exjefe del
recién sentenciado, Felipe Calderón, ha vivido siempre esa doble vida. Llegó a
la presidencia por medio de un fraude electoral; se vistió de militar para
declarar su guerra esquizofrénica contra el narco; desdeñó ejecuciones y
asesinatos de ciudadanos, llamándolos daños colaterales; se alió con un cartel
del narcotráfico; inventó proyectos multimillonarios inútiles, que lo favorecieron
a él y a sus amigos. Fue narco, presidente, administrador del saqueo y la
corrupción. Actualmente postea sus mentiras en X, desde su dorado autoexilio en
Madrid, España, lugar que se ha convertido en la madriguera favorita de al
menos tres expresidentes corruptos de México.
La defensa que hizo Felipe Calderón en X de su guerra esquizofrénica, la
que todavía nos persigue, es la autodefensa de sus exfuncionarios delincuentes
y de sí mismo, pues, finalmente, la condena de su principal capo no es individual.
Como escribí en una reflexión anterior, es colectiva. Arrastra al
narcopresidente, a toda su administración, su estrategia guerrera, su relación
con Estados Unidos y las agencias de ese país que cotidianamente intervenían en
México. También arrastra al PAN y al PRI, y las elites políticas y económicas
que lo apoyaron. No olvidemos que dueños y dueñas de algunas falsas
organizaciones de la sociedad civil –Alto al secuestro, entre otras- tenían
relaciones privilegiadas con Genaro García Luna, Felipe Calderón y su gobierno,
por medio de generosos recursos públicos y aplausos. El sexenio de muerte y
dolor es exhibido en todas sus dimensiones e implicaciones. Y en general, es
también un fuerte cuestionamiento a un periodo del neoliberalismo en México.
Seguro se pensará que estoy forzando una relación entre neoliberalismo y
la guerra esquizofrénica de Felipe Calderón, pero evidencias interesantes hay. Volveré
sobre esto en otra reflexión.
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