Retomo la idea presentada en la primera parte de esta serie: hay una
imposibilidad conceptual e intelectual de las izquierdas mundiales por imaginar
el postcapitalismo o, al menos, una sociedad que sustituya la depredación,
concentración en pocas manos de la riqueza mundial y el capitalismo como sistema
socioeconómico que surgió de la sociedad feudal. No se trata de pensar, desde el
punto de vista de este escribano, en el socialismo o comunismo como modos de
producción que podrían sustituir al capitalismo salvaje, sino en imaginar una
utopía, como Tomás Moro hizo, para generar una esperanza para la humanidad. Porque
la sociedad postcapitalista no está en marte, la luna u otro planeta que el
capitalismo salvaje pretende colonizar, para que la tasa de ganancia no
decaiga. El capitalismo solo busca promover nuevas formas de acumulación
capitalista, explotación del ser humano y los recursos naturales.
El neoliberalismo no imaginó una nueva sociedad. Simplemente extremó sus
mecanismos para afianzar al capitalismo: consumismo, individualismo extremo,
ruptura de los lazos comunitarios y colectivos, imposición de una democracia
que salvaguarde al capitalismo, surgimiento de ONG y OSC para apropiarse de los
derechos de las personas y las sociedades, ante el empequeñecimiento de los
Estados nacionales, perpetuo subdesarrollo en los países emergentes o
prácticamente en precariedad total, entre otros. Pero las izquierdas no se
atreven a pensar otro mundo. El “modelo” del EZLN es muy atrayente, pero camina
sin cuestionar al capitalismo. Territorialmente ha construido un mundito alterno,
pero igual golpea a las otras izquierdas sin dar una alternativa postcapitalista.
Los líderes de las comunidades neozapatistas han insistido en golpear a la 4T
con débiles e infundados argumentos. Que AMLO es autoritario, que Morena no es
de izquierda, que Claudia Sheinbaum es autoritaria y neoliberal.
Las izquierdas siguen ancladas en paradigmas y visiones que
conceptualmente se limitan a observar el acontecer. Sus agendas personales,
pocas colectivas, reivindican el estalinismo y las viejas miradas de lo que se
llamó materialismo histórico y materialismo dialéctico. No han superado el marxismo
estructuralista de la gran Martha Harnecker. Muy pocos releen a Nicos
Poulantzas, Franz Mehring, Giorgy Markus, Michel Fuocault, Louis Althusser,
Martin Heidegger –con todo y sus declaraciones nazis-, Karl Marx, Rosa
Luxemburgo, Friederich Engeles, en fin, a una serie de teóricos fundadores del
marxismo y renovadores del marxismo. En México solo citaré a Bolívar Echeverría,
extraordinario pensador, y a Luis Villoro. Urge, como he señalado en el caso de
los estudios migratorios –mi especialidad- cambiar paradigmas, dejar de repetir
las narrativas sociológicas y antropológicas de siempre. En algunas ocasiones
lo plantee en algunos seminarios y Congresos. Pero la micro etnografía y el
localismo siguen prevaleciendo.
El capitalismo omnisciente lo es porque las izquierdas y el progresismo
no se atreven a imaginar el postcapitalismo. El capitalismo salvaje sigue
depredando y acorralando comunidades, pero quienes estudian tales procesos solo
se inclinan a usar conceptos como resiliencia, agencia y lo que venga de la
ciencia occidental. No hay producción intelectual propia. En México, la derecha
intelectual se enfrasca en golpear, pero no produce conocimiento nuevo. Leo las
diatribas de Roger Bartra, gran antropólogo estructuralista, con
trascendentales estudios de la estructura agraria mexicana, la antropología del
cerebro, entre otros, denostando a AMLO, la 4T y Claudia Sheinbaum, pero no
produce nuevo conocimiento que al menos le sirva a la derecha. Porque Roger
Bartra es un intelectual derechista, muy cercano al fascismo, con su narrativa
que nada tiene que ver con su importante trayectoria intelectual como
antropólogo. Urge, entonces, que la izquierda piense en que otra sociedad es
posible. No munditos como el neozapatista, muy respetable, pero que no imagina
una sociedad postcapitalista. Sigo soñando. La 4T me anima a soñar.
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