domingo, 19 de enero de 2025

Capitalismo omnisciente, 3

 

Retomo la idea presentada en la primera parte de esta serie: hay una imposibilidad conceptual e intelectual de las izquierdas mundiales por imaginar el postcapitalismo o, al menos, una sociedad que sustituya la depredación, concentración en pocas manos de la riqueza mundial y el capitalismo como sistema socioeconómico que surgió de la sociedad feudal. No se trata de pensar, desde el punto de vista de este escribano, en el socialismo o comunismo como modos de producción que podrían sustituir al capitalismo salvaje, sino en imaginar una utopía, como Tomás Moro hizo, para generar una esperanza para la humanidad. Porque la sociedad postcapitalista no está en marte, la luna u otro planeta que el capitalismo salvaje pretende colonizar, para que la tasa de ganancia no decaiga. El capitalismo solo busca promover nuevas formas de acumulación capitalista, explotación del ser humano y los recursos naturales.

El neoliberalismo no imaginó una nueva sociedad. Simplemente extremó sus mecanismos para afianzar al capitalismo: consumismo, individualismo extremo, ruptura de los lazos comunitarios y colectivos, imposición de una democracia que salvaguarde al capitalismo, surgimiento de ONG y OSC para apropiarse de los derechos de las personas y las sociedades, ante el empequeñecimiento de los Estados nacionales, perpetuo subdesarrollo en los países emergentes o prácticamente en precariedad total, entre otros. Pero las izquierdas no se atreven a pensar otro mundo. El “modelo” del EZLN es muy atrayente, pero camina sin cuestionar al capitalismo. Territorialmente ha construido un mundito alterno, pero igual golpea a las otras izquierdas sin dar una alternativa postcapitalista. Los líderes de las comunidades neozapatistas han insistido en golpear a la 4T con débiles e infundados argumentos. Que AMLO es autoritario, que Morena no es de izquierda, que Claudia Sheinbaum es autoritaria y neoliberal.

Las izquierdas siguen ancladas en paradigmas y visiones que conceptualmente se limitan a observar el acontecer. Sus agendas personales, pocas colectivas, reivindican el estalinismo y las viejas miradas de lo que se llamó materialismo histórico y materialismo dialéctico. No han superado el marxismo estructuralista de la gran Martha Harnecker. Muy pocos releen a Nicos Poulantzas, Franz Mehring, Giorgy Markus, Michel Fuocault, Louis Althusser, Martin Heidegger –con todo y sus declaraciones nazis-, Karl Marx, Rosa Luxemburgo, Friederich Engeles, en fin, a una serie de teóricos fundadores del marxismo y renovadores del marxismo. En México solo citaré a Bolívar Echeverría, extraordinario pensador, y a Luis Villoro. Urge, como he señalado en el caso de los estudios migratorios –mi especialidad- cambiar paradigmas, dejar de repetir las narrativas sociológicas y antropológicas de siempre. En algunas ocasiones lo plantee en algunos seminarios y Congresos. Pero la micro etnografía y el localismo siguen prevaleciendo.

El capitalismo omnisciente lo es porque las izquierdas y el progresismo no se atreven a imaginar el postcapitalismo. El capitalismo salvaje sigue depredando y acorralando comunidades, pero quienes estudian tales procesos solo se inclinan a usar conceptos como resiliencia, agencia y lo que venga de la ciencia occidental. No hay producción intelectual propia. En México, la derecha intelectual se enfrasca en golpear, pero no produce conocimiento nuevo. Leo las diatribas de Roger Bartra, gran antropólogo estructuralista, con trascendentales estudios de la estructura agraria mexicana, la antropología del cerebro, entre otros, denostando a AMLO, la 4T y Claudia Sheinbaum, pero no produce nuevo conocimiento que al menos le sirva a la derecha. Porque Roger Bartra es un intelectual derechista, muy cercano al fascismo, con su narrativa que nada tiene que ver con su importante trayectoria intelectual como antropólogo. Urge, entonces, que la izquierda piense en que otra sociedad es posible. No munditos como el neozapatista, muy respetable, pero que no imagina una sociedad postcapitalista. Sigo soñando. La 4T me anima a soñar.

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