lunes, 20 de enero de 2025

El imperio contrataca

 

Donald Trump, llega a la Casa Blanca para intentar, según sus aires de grandeza imperial, recuperar lo perdido. La amenaza es clara: que el imperio sea grande –más grande, dijo-. Aunque afirmó, en su discurso inaugural, que no irá a la guerra y buscará acabar con las guerras actuales –ya se verá que responde el complejo militar-industrial, cuyas ganancias en las guerras genocida en Gaza y Rusia-Ucrania, crecieron de manera exorbitante-, está dispuesto a iniciar una guerra no convencional, una guerra comercial con todo el mundo. El declive del imperio será enfrentado con un contrataque. La posición Trumpista refleja también la severa crisis de Occidente, los estertores del liberalismo occidental en sus versiones neoliberal y globalista, la crisis civilizatoria occidental, y la crisis de la democracia liberal. El nacionalismo Trumpista sepultará al neoliberalismo y la globalización.

Populismo y nacionalismo regresan a Estados Unidos, con la finalidad de hacer grande a América de nuevo. La derecha y el fascismo en la toma de posesión de Trump, tuvieron su gran fiesta. De América Latina, llegó la extrema derecha. Javier Milei de Argentina, Nayib Bukele de El Salvador y Daniel Noboa de Ecuador, asistieron al aquelarre fascista. Aunque estos presidentes latinoamericanos tomaron el poder por la vía electoral, no les importa la democracia burguesa. Les estorba. En su momento, maniobrarán para quedarse a la fuerza, si es posible. Donald Trump llegó igualmente con el voto de los ciudadanos estadounidenses, quizás el más criticable haya sido el de la población latina o hispana. Un voto analíticamente complejo. Hay sectores que acusan de traición, mientras otros afirman que solo ejercieron con lo que arribaron a Estados Unidos, una carga político e ideológica conservadora, además de huir de países acusados de comunistas.

Donald Trump llegó y unas horas después anunció el cierre fronterizo a la inmigración y amenazas de deportaciones masivas. Canceló el programa de Biden, CBP-One, por medio del cual los migrantes pedían cita para revisar sus casos y darles o no refugio y acceso a territorio estadounidense. Asimismo, Trump afirmó que unas 80 acciones de política migratoria de la administración Biden quedarían sin efecto. Es decir, de nuevo el sistema migratorio de Estados Unidos será cambiado por cuestiones raciales, políticas, ideológicas. No se trata nada más de expulsar inmigrantes, sino de poner barreras. Las batallas legales serán largas y tediosas para los amenazados de deportación, porque no necesariamente la Órdenes ejecutivas pueden acabar con la legislación migratoria de un plumazo.

Si bien, encabezó una pausa en el genocidio en Gaza, lo que no es garantía de que el sionismo detenga la matanza de palestinos, anunció la salida de Estados Unidos de los acuerdos climáticos –el “Green new deal”, le llamó-, además de asegurar que regresará la producción y uso intensivo de combustibles fósiles –los estadounidenses podrán comprar el auto que quieran, no necesariamente eléctricos, dijo- y celebró el regreso de las manufacturas para que los obreros de ese país –un sector en decadencia, que quizás ignore el mismo presidente Trump- tengan suficientes empleos y se sientan orgullosos de su país. Se espera que en unos días advierta sobre una tregua en la guerra Rusia-Ucrania. En su discurso reivindicó su supuesto compromiso como “peacemaker”, pero pronto iniciaría guerras comerciales en varios frentes. Aunque al parecer todavía no firma la Orden ejecutiva de los aranceles a Canadá, México, China y países europeos, la prensa canadiense reportó que a partir del 1 de febrero aplicaría las nuevas tarifas, tanto a nuestra nación como a Canadá, pero no citó un porcentaje específico.

El imperio contrataca, anuncia la “nueva edad de oro” de Estados Unidos: entre racismo, clasismo, odio antiinmigrante, supremacismo blanco y uso de la religión para afirmarse cómo los WASP son el pueblo elegido. Los MAGA –Make America Great Again- serán orgullosos fascistas.

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