Estados Unidos se ha ufanado, durante toda su historia como nación, de
ser la democracia perfecta. Incluso el francés Alexis de Tocqueville, escribió
un elogioso libro sobre las supuestas bondades de ese país, al que admiraba
hasta la saciedad, pero que jamás ha sido democrático. En Estados Unidos nunca
ha existido el voto directo. Todas las elecciones, particularmente las
presidenciales, son definidas por un grupúsculo de electores que finalmente
deciden, por encima del voto popular. Es lo que históricamente ha sucedido en
ese país. Excepto algunas elecciones –jueces, fiscales- el presidente es
producto de la decisión de algunos cuantos. Hay numerosos ejemplos. Y si
algunos trasnochados que se hicieron ciudadanos siguen creyendo que el “gran
país” al que hora llaman su “patria”, descansa en la Constitución de dicho
país, mienten y se mienten así mismos. La Constitución de Estados Unidos fue
redactada por WASP para WASP, no para morenos mexicanos, morenos y blancos
latinoamericanos o para afros. La grosera racialización de la sociedad
estadounidense es realmente terrorífica.
Lo anterior, nos lleva a cuestionar cómo es que el país “más
democrático” del mundo califica de terroristas a países, grupos criminales y
carteles de la droga, pero después negocia con los terroristas, con la
finalidad de obtener información de los terroristas para atacar a otros países.
Aunque esta información sea mentira. ¿Será que la estupidez WASP no se percata
de las mentiras de su país que con mentiras invade, derroca gobiernos democráticos,
instaura dictaduras e inventa guerras para que su industria armamentista
obtenga pingües ganancias? ¿Los ciudadanos estadounidenses, tanto WASP como
latinos y afroamericanos, viven en la oscuridad de la mentira de sus partidos
políticos? En América Latina, excepto fascistas como Bukele, Milei, Novoa y
otros, los gobiernos legítimos, electos democráticamente, aunque amenazados por
el imperio, les hacen frente a las absurdas amenazas de Donald Trump, quien
negocia con terroristas –no es el único- para sostener una posición imperial
vía las mentiras, las armas y las intervenciones.
El terrorismo estadounidense no solo negocia con capos de la droga, como
los recientes acuerdos con uno de los chapitos Guzmán que decidió declararse
culpable para evitar la pena de muerte y proporcionar información de sus
actividades delictivas y sus nexos con políticos del PRIAN. Es necesario
recordar que el Chapo Guzmán se “fugó” de un penal de alta seguridad durante el
primer gobierno del PAN en México. Vicente Fox, como periodistas serios han documentado,
pactó con el capo de la droga y lo dejó en libertad, por medio de una fuga de
caricatura. Si el imberbe narcoterrorista intenta involucrar a AMLO y la
presidenta de México con sus actividades delictivas, necesitar pruebas
contundentes y no solo declaraciones, como la de su abogado que defiende
narcoterroristas pero acusa sin pruebas al gobierno mexicano.
Sin duda hay una campaña feroz de Donald Trump y sus aparatos
gubernamentales para intentar derrocar al gobierno mexicano, cuya aprobación
está arriba del 80%. No hay ni habrá pruebas de supuestos vínculos de AMLO y la
presidenta Claudia Sheinbaum, a pesar de que la derecha mexicana busque, en X y
otras redes sociales, revivir hashtags y tendencias que no les han resultado, a
pesar de sus millonarios pagos. La derecha partidista mexicana, en lugar de
generar un proyecto alterno, capaz de sacar a la 4T del gobierno –federal,
estatales, municipales- se enfrasca en una diatriba, secundada por la prensa
corporativa golpista y sus amanuenses, que no les da resultados favorables. Donald
Trump y sus amanuenses –burocracias gubernamentales y medios corporativos-
saben bien que la derecha mexicana es un fracaso. Por eso su grosera
intervención persiste. La presidenta de México sabe bien que el fascista de
Washington es capaz de inventar lo que sea, para derrocar al gobierno legítimo
de la 4T, por eso no se deja vencer y de cada imbecilidad Trumpista y WASP,
saca nuevos triunfos ante la opinión pública.
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