martes, 8 de julio de 2025

Violencia contra las mujeres y las infancias

 

Hace unos días, me estremeció saber del hallazgo de los cuerpos de tres niñas y su mamá, asesinadas con saña y crueldad en el norte del país. El principal sospechoso es la pareja de la madre de las niñas. No es el primer caso que me ha estremecido. No he visto las fotografías, las que regularmente circulan en medios cargados de victimización y morbo, y las redes sociales que no ocultan su rapiña. Lo importante en este caso, es que se reveló que la pareja masculina estaba ligado a la delincuencia, pero quizás lo más escalofriante es que la mamá y sus hijas fueron asesinadas con tal saña y crueldad, que dan miedo. Si las imágenes de los asesinatos masivos de niños, niñas, mujeres y hombres en Gaza son impactantes, saber que tres niñas y su madre fueron masacradas por un hombre misógino, odiador de las mujeres y las infancias. ¿Es el mandato masculino que analiza con tanta precisión Rita Segato? ¿Es el patriarcado tan cruel y asesino de mujeres que mandata al hombre convertirse en feminicida?

Desde esta perspectiva, el mandato masculino es quizás lo peor que le puede suceder a la humanidad. En Gaza, miles de niños, niñas, mujeres y hombres, son asesinados con la impunidad que el genocidio perpetrado por el Estado sionista de Israel y Estados Unidos permite. En México, casos como el comentado del norte del país, no son extraños. En varios estados del país, he sabido de hombres que maltratan, abusan o asesinan a los hijos o hijas de sus parejas. Es decir, no son sus hijos o hijas biológicos, sino que son de parejas anteriores de la mujer. Este tipo de conductas me remiten a estudios antropológicos de diverso tipo, en los que estas crueldades no son la regla. Al parecer, son parte de ese patriarcado capitalista en la que la mujer, no solo es objeto, sino que se puede disponer de su vida y su descendencia, a la que el hombre no le debe nada, por no ser de su “estirpe”. Es perturbadora y devastadora la respuesta.

Efectivamente, perturba y asusta la respuesta. Como diversos estudios han demostrado, en muchas ocasiones, el enemigo está en la misma casa. Recuerdo aquella película titulada en español “Durmiendo con el enemigo” (Sleeping with the enemy), protagonizada por Julia Roberts, mujer maltratada que huye para tener otra vida, pero muchas mujeres y sus hijas e hijos no tienen esa posibilidad. En muchas ocasiones, la mujer está atrapada, no solo en un ciclo de violencia previo y permanente, sino que la intención por intentar salir de ese círculo de violencia indescriptible, es el motivo del asesino para masacrar a su pareja y sus hijos e hijas, particularmente si biológicamente no tienen nada que ver con el violentador. He sabido de casos en los que algunos hombres experimentan negativa y furiosamente que la mujer, con hijos e hijas, les proporcioné a sus vástagos atenciones que el macho cree que deben ser solo para él.

Hace algunos años, en Morelia fue reportada una niña ahogada en la piscina de un hotel. La niña había salido de la habitación acompañada con la pareja de su mamá. Según las indagatorias, el hombre la ahogó o no hizo nada para salvarla de un ahogamiento. Mientras, la madre permanecía en la habitación. Ambos fueron a la cárcel. Uno por ser el agresor, la otra por ser cómplice. Es fuerte suponer que la mujer tenga algo que ver con la muerte de sus propios hijos e hijas a mano de su pareja, pero la realidad es impactante. Hay casos en los que los hijos e hijas de la mujer, son maltratados, abusados/as sexualmente, asesinados/as por la pareja, con la connivencia y complicidad de la mujer. Es doloroso constatar lo anterior de una ligera revisión de algunos expedientes. Es escabroso e impresionante.

No tengo respuesta para ambas conductas. Acorde con Rita Segato, por parte de los hombres es el mandato masculino y ¿por parte de la mujer? Creo que también es el mandato masculino. Aunque las mujeres educan a los hijos e hijas, lo hacen con los principios y valores del patriarcado. Los hombres las educan, no solo para ser objetos, sino para transmitir sus violencias.

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