lunes, 6 de abril de 2009

Visiones en conflicto

La semana pasada, la relación México-Estados Unidos mostró signos de agotamiento del modelo basado en la perspectiva de Bush; una visión unipolar, centrada en la seguridad interna estadounidense y la guerra anti-terrorista, mientras México asumía el enfoque como propio, eludía temas conflictivos, y resguardaba el paso fronterizo sureño.
El narcotráfico y su violencia; los informes del Departamento de Estado; la percepción manipulada sobre un “Estado fallido”; el supuesto de la amenaza a la seguridad interna estadounidense, y la prohibición del ingreso de camiones mexicanos a Estados Unidos produjeron una tibia respuesta y la captura de un capo para satisfacción del norte.
La “represalia” comercial, esto es, el aumento a los aranceles de varios productos, es en realidad una reacción mediática. Buena parte de los productos, a pesar de los dos mil millones de dólares que podrían implicar, no son realmente importantes. Fue una respuesta que se desgastó antes de su impacto y no toca las asimetrías de la relación.
Así, hace más daño a las exportaciones mexicanas de atún a ese país el bloqueo estadounidense a un panel por la controversia sobre dicho producto en la Organización Mundial de Comercio, que el alza a los aranceles a productos que aparentemente impactan el comercio entre México y Estados Unidos, pero carecen de importancia.
En otro lado he insistido en la necesidad de revisar el TLCAN, el cual ha sido más benéfico para el comercio estadounidense y la libre circulación de capitales, como en el caso de la banca “mexicana”, cuyas ganancias se van a las matrices. Para nuestro país ha sido medianamente favorable, persistiendo las profundas asimetrías.
La relación comercial entre ambos países ha estado marcada por la arrogancia estadounidense; ese es el caso del ingreso de los camiones mexicanos a suelo estadounidense. Asimismo, es el asunto de la libre circulación de la fuerza de trabajo, donde la migración indocumentada es criminalizada y vista como una amenaza.
Con excepción de este exabrupto comercial, México ha estado a la espera de la dirección estadounidense en temas fundamentales como comercio, seguridad, migración internacional. El mayor intento del panismo en tiempos de Fox, la llamada “enchilada completa”, terminó sepultada por la inoperancia política del calderonato.
En cuanto a la seguridad estadounidense, que no la mexicana, los arrebatos de hace unas semanas son el marco para definiciones del gobierno de Obama. Viene Hillary Clinton a preparar el escenario de la visita de Obama, en la que se discutirán asuntos de interés para Estados Unidos como el narcotráfico y sus violencias.
Adicionalmente, en el Senado de ese país se prepara una audiencia en la que se fijará por primera vez la postura del presidente Obama sobre México. "Violencia en la frontera sur: Amenazas de seguridad interior, vulnerabilidad y responsabilidades", nombre de la misma, fue convocada por el senador Joe Lieberman, demócrata por Connecticut.
El tráfico de armas, el consumo de drogas en Estados Unidos, ambos elementos que aceitan la violencia del narcotráfico y la producción y comercio de estupefacientes en nuestro país, fueron citados como temas importantes en otras audiencias en el Senado de ese país en las dos últimas semanas. El asunto es que prevalece la visión estadounidense.
Mientras, la visión mexicana se pierde en una guerrita que ha costado más de seis mil vidas, temor, miedo y mayor inseguridad. El impacto de la recesión global en México sigue siendo tema de negaciones y ninguneo, mostrando que el panismo y la clase política mexicana están más interesados en los rounds de sombra. La realidad es lo de menos.
El incremento de agentes y pertrechos, recién anunciados por la secretaria de Seguridad Interna y el subsecretario de Justicia, son parte de la postura que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, viene a enterar al calderonato, no a proponer, lo que reiterará el presidente Obama. La violencia en la frontera es una amenaza para ese país.

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