miércoles, 20 de enero de 2010

Migración, una reforma sin rumbo

A pesar de la importancia económica de la migración internacional, tanto para los países expulsores como para las sociedades receptoras, la globalización, acicateada por la crisis financiera y económica, paradigma de los privilegiados, no del subdesarrollo y los países en vías de desarrollo o mercados emergentes, apunta a mayor exclusión.
Los sucesos recientes en Italia, España, y en diversas localidades estadounidenses, apuntan a profundizar el sentimiento antiinmigrante, el cual está pasando de la xenofobia al odio al extranjero, al extraño, al otro. La violencia física y verbal contra los indocumentados atrae particularmente al activismo a desempleados, supremacistas y racistas.
Asimismo, se identifica, como parte de los prejuicios personales, las carencias afectivas, el odio y la culpa, a ciertos contingentes de inmigrantes como blanco de ataques y violencia. Ese es el caso de los mexicanos indocumentados entre algunos sectores medios y pobres estadounidenses, y los africanos y árabes en algunos países de la Unión Europea.
La Immigration Reform and Control Act (IRCA), impulsada por los congresistas estadounidenses Simpson y Rodino durante el mandato de Ronald Reagan, en 1986, es el mal ejemplo para los antiinmigrantes. Al legalizar a dos millones de indocumentados, dicen, se legitimó la pillería y el abuso al sueño americano.
Con todo, esta visión alimenta el odio y el rechazo a la inmigración indocumentada, mostrando la ruptura de un sistema inmigratorio que en algún momento deberá ser reparado. Las posturas encontradas no presagian una fácil solución en este año electoral en Estados Unidos, lo que pesará en las propuestas, avances y decisiones por tomar.
Un reciente estudio en Estados Unidos, afirma que una reforma integral del sistema migratorio de ese país implicaría más beneficios que perjuicios, pero el fantasma de la amnistía pesa más entre los antiinmigrantes, quienes acusan a los indocumentados de robar empleos y acrecentar los crímenes en las localidades donde se asientan.
Dicha investigación refrenda y actualiza la información empírica sobre las aportaciones de la inmigración a la economía, la sociedad, cultura y política estadounidense. Impuestos, emprendedores, negocios, cambio demográfico, reforzamiento del sueño americano, participación cívica y comunitaria, democracia, son algunos de los beneficios.
Por su parte, los antiinmigrantes resaltan supuestos impactos negativos de la inmigración indocumentada en salarios, criminalidad, estampillas, números de seguridad social falsos, robo de identidad, uso de servicios de salud y sociales, entre otros, para oponerse a cualquier reforma del sistema inmigratorio.
No hay duda que la reforma del sistema migratorio estadounidense es un asunto interno de ese país; integral, con limitaciones o sin modificaciones sustanciales, la decisión corresponde a la sociedad y los políticos de Estados Unidos. Pero la migración internacional no es un problema de una sola nación.
La migración internacional, como varios de los organismos patrocinados por la ONU lo plantean, involucra a expulsores y receptores, convirtiendo el proceso en un problema bilateral y multilateral. En este sentido, países como México, de larga historia migratoria a Estados Unidos, deberían tener una postura más activa.
En México, tenemos una diplomacia fallida, sin rumbo y menos sin respuestas al fenómeno migratorio, a pesar de que se ha cedido ante Estados Unidos en cuestiones como la guerrita contra el narco (Iniciativa Mérida) y la política migratoria mexicana en la frontera con Centroamérica. Ahí somos la policía que impide el paso a los migrantes del sur.
La inacción del gobierno de Obama, quien anunció los pasos a seguir para articular una proposición migratoria integral, y la presentación por el congresista latino de Illinois de otra propuesta, no parecen augurar una solución pronta para 12 millones de indocumentados, la mayoría mexicanos. El sistema de salud, la economía y las guerras son la prioridad.
Como sucedió en el 2001, aunque con menos dramatismo, el intento de atentado de diciembre pasado, parece que reorientará el debate y las posibles soluciones al sistema inmigratorio. Adicionalmente, el sistema de salud, la recuperación económica, los abusos de los banqueros, la guerra en Afganistán, el antiterrorismo, están rehaciendo la agenda.

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