Dos lecturas, entre otras, pueden contribuir a entender el actual rol de los medios corporativos y el periodismo que suelen hacer diariamente por medio de sus ocho columnas, notas periodísticas, reporteros, columneros y supuestos analistas: Los guardianes de la libertad, de Noam Chomsky y Edward S. Herman (Planeta, 2013, primera edición en español en 1990) (Manufacturing consent: the political economy of the mass media, Pantheon Books, 1988), y Hate Inc: why today’s media makes us despise one another de Matt Taibbi (2019, QR Books). Ambos libros desbrozan cómo los medios corporativos fabrican el consenso y el consentimiento que de alguna manera permite justificar los golpes de Estado contra gobiernos democráticos, y cómo se ha incorporado el odio personal y colectivo en esos medios contra determinados personajes, en particular contra políticos progresistas. El primero prefigura lo que hoy es parte del Lawfare y la guerra híbrida contra gobiernos democráticos, y el segundo muestra la normalización del odio que finalmente se convierte en parte del golpismo derechista.
Los medios corporativos en México juegan hoy el rol más perverso que les
ha tocado jugar, pero el mismo es alentado por la oligarquía, implicando así,
no solo la perversión del periodismo sino también su hundimiento. Si durante
los gobiernos neoliberales ensalzaban cualquier acción privatizadora, la
entrega de recursos naturales y empresas estatales y la conversión de deudas
privadas en deudas públicas, además de justificar la corrupción, el saqueo del
erario público y los privilegios e impunidad de algunos grupos, actualmente se
oponen a cualquier medida, acción y política pública que vulnere las
corruptelas y saqueo de las élites económicas y los partidos políticos que las
acompañan. Chomsky y Herman nos alertan sobre cómo los medios corporativos
construyen y fabrican el consenso para justificar, de un lado, corrupción,
saqueo, privilegios, abusos e impunidad de unos cuantos, y del otro, su
intención por derrocar a un gobierno electo democráticamente. En este sentido,
gozan de plena libertad de expresión, pero la usan para manipular e inventar
noticias y situaciones muy alejadas de la realidad.
Asimismo, observamos cómo los medios corporativos incorporan el odio y
el desprecio de algunos grupos sociales, los cuales al parecer no han sido
golpeados económicamente, pero son comprados fácilmente, pues tienen una serie
de conductas clasistas y racistas, las que han sido potenciadas por las redes
sociales y exacerbadas por esos medios y sus personeros. La narrativa que se
busca imponer, sin duda impacta a un importante porcentaje de los mexicanos. Según
las encuestas más acreditadas, entre un 20 y 25% de los ciudadanos expresa su
desacuerdo sin ambages en contra de #AMLO y la #4T. El problema político e
ideológico no es el desacuerdo, sino el odio y el desprecio que lo acompaña, el
cual es incorporado en la prensa, la radio y la televisión como parte de una “normalidad”
que se presenta como neutral, apartidista y sin fines ideológico-políticos. En este
caso, lo “normal” puede escalar más allá del odio personal al clasismo y
racismo que se condensa en actitudes golpistas e incluso criminales. Algunos periodistas
y usuarios de redes sociales han apelado al asesinato del primer mandatario.
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