martes, 20 de junio de 2023

Continuidad con cambio, Primera parte

No hay duda que el proceso que ha abierto AMLO por medio de su movimiento-partido Morena y cuatro aspirantes a coordinar y dar continuidad a la 4ª transformación, es un ejercicio político y democrático experimental. A la firma de un acuerdo, cuyo principal fundamento son los valores, la práctica política del hoy presidente, los ejes centrales de la 4ª transformación, los principios del movimiento, siguió el compromiso de Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, de que la unidad es esencial para refrendar la presidencia de la República en 2024. En el caso de Fernando Noroña (PT) y Manuel Velasco (PVEM), son cuñas de una negociación que podría fortalecer el experimento obradorista si es que las dirigencias y propietarios de ambos partidos políticos respetan el camino a seguir hasta la culminación de la encuesta para elegir al coordinador –en los hechos, un liderazgo capaz de continuar las transformaciones obradoristas- de una 4º T más allá de AMLO.
De eso se trata el ejercicio. Por ello, los aspirantes están obligados a recorrer el país –al menos lo que puedan hacer en 60 días- para mostrar a los ciudadanos obradoristas, morenistas y quienes no comparten el proyecto transformador, que en alguno de ellos pueden confiar para que la lucha de AMLO continúe, se fortalezca y sea permanente. Asimismo, el líder que sustituya a AMLO debe renovar la esperanza de que aún en el contexto del capitalismo, la izquierda puede conducir y consolidar el cambio. AMLO ha sentado las bases de una transformación inclusiva, democrática, atenuante de las desigualdades, la lucha por la pacificación –que avanza lentamente porque en los sexenios .previos, el PAN y el PRI consolidaron el perverso poder de la delincuencia-, el combate a la corrupción, el empoderamiento de las mujeres y su propia agenda (derechos reproductivos, vida libre de violencia, caída del patriarcado, entre otros), la reestructuración del Poder Judicial para que realmente haya justicia y del Poder Legislativo, para que legisle en favor de la gente.
Como quiera, seis años son una bicoca para un proceso en el que se conjuntan acciones públicas para redistribuir el ingreso, aliviar parcialmente las necesidades de millones de mexicanos que el capitalismo ha burlado durante décadas, controlar la inflación, promover una agenda económica en la que el neoliberalismo sobresale, pero con ciertos matices, construir obras públicas que alientan la integración nacional –con sus costos ambientales, políticos y económicos- respetar leyes que sin duda restan al poder presidencial maniobras esenciales –órganos supuestamente autónomos entregados a la oligarquía y las elites políticas y económicas- y un sinfín de situaciones que el poder económico y la precaria oposición están determinados a bloquear –vía amparos- y a desacreditar. La agenda opositora es simple: según la senadora –por la quien nadie votó- Kenia López Rabadán, la reciente derrota de la oncena tricolor ante la de Estados Unidos es obradorista, pero durante el narcogobierno de Felipe Calderón el equipo mexicano había ganado. Y en 2024 se regresará a este marcador. De risa.
En este contexto, también es interesante recordar el fallido, corrupto y saqueador papel de lo que la derecha partidista y no partidista (Sergio Aguayo Quesada) llama “sociedad civil”, la que tampoco tiene una agenda ciudadana y no representa a la sociedad en general, sino a ciertos sectores y sus supuestas demandas. Durante el neoliberalismo en ascenso en el contexto de la globalización, la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el llamado socialismo realmente existente, la reestructuración productiva para recuperar la tasa de ganancia perdida y aceitar la acumulación capitalista, y la desaparición del estado benefactor y su reducción a simple espectador, múltiples conflictos, problemas y abusos a los derechos humanos se visibilizaron, en particular porque fueron considerados una simple responsabilidad de los ciudadanos, no del Estado. Los gobiernos neoliberales únicamente eran administradores de la corrupción y el saqueo.

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