El experimento obradorista, no solo impulsa un relevo que lidere y
conduzca los cambios que AMLO está promoviendo –grandes obras, política social,
sistema de salud renovado, política energética, concientización-, sino también
una transición política protagonizada por su movimiento-partido y los miembros
de Morena, mientras la derecha y sus aliados se desesperan, mostrando su
naufragio inducido por la alianza a la que los obligó un pseudoempresario que
recolecta dinero de empresarios derechistas mexicanos, transnacionales y fondos
de conocidas agencias extranjeras golpistas. La continuidad con cambio revela
así interesantes matices del presidencialismo mexicano. No hay dedazo y se
rechaza la cargada priista, pero el reemplazo es alentado por el propio
presidente de la República con bases novedosas. En 60 días, los morenistas y
sus aliados deben obtener la estafeta a partir de su acercamiento a la gente,
una encuesta abierta –con encuestas espejo- y el liderazgo del movimiento, el
partido y el futuro gobierno.
Sin duda, los aspirantes de Morena a suceder a AMLO, tienen sus
historias políticas, algunas cuestionables. Es el caso de Marcelo Ebrard, Adán
Augusto López Hernández y Ricardo Monreal. Estos tres personajes tienen tras de
sí cuestionamientos diversos (Línea 12 del metro de la CDMX, intento por
cancelar los beneficios sociales impulsados por AMLO, la llamada “Ley Mordaza”
en Tabasco, manipulación y traición política, entre otros), pero son, con
Claudia Sheinbaum, los más destacados en el contexto de la 4ª transformación.
En el caso de la oposición, cinco de varios pretendientes a la candidatura
presidencial de la alianza derechista Va por México (PRIANRD, Claudio X.
González), han decidido abandonar lo que evidentemente es una simulación
(Germán Martínez, senador, ex morenista, integrante del autollamado Grupo
Plurarl, Mauricio Vila, gobernador de Michoacán, Lilly Téllez, senadora ex
morenista, furiosa fascista anti AMLO, Claudia Ruiz Massieu, senadora por el
PRI, Alejandro Moreno, dirigente del PRI, presionado por su propio grupúsculo).
Como parte de la gran simulación, Claudio X. González y el PAN, están
invirtiendo millones de pesos para inflar la supuesta candidatura de la
senadora Xochitl Gálvez, a quien le están inventando una historia “indígena”
que vendía gelatinas y que por “esfuerzo” personal llegó a ser funcionaria de
Vicente Fox, obtuvo recursos públicos usando sus influencias y fanática del
PAN. Asimismo, la alianza derechista, después de que su consejo electoral de
exfuncionarios del IFE de los fraudes electorales e intelectuales derechistas
(Sergio Aguayo Quesada) se disolvió, inventó otro mini INE, integrado por otros
exfuncionarios de ese viejo IFE (federal y locales) para supuestamente dar fe
de un proceso que al parecer ya está decidido. El problema de posicionar a una
candidata mediocre con una falsa historia personal y conformar un grupo para
justificar y validar la decisión previamente decidida, es que no hay propuesta
de un proyecto de nación. Es simular lo que no tienen con propaganda
mercadológica para convencer a la ciudadanía que sus componendas son
diferentes, pero son lo mismo.
En realidad, la costosa propaganda electorera tiene destinatarios
acotados: militantes, simpatizantes y adherentes del PRIANRD, sectores de las
clases medias, la “izquierda verdadera”, académicos, grupos de intelectuales de
derecha, y los dueños y los pocos miembros de las organizaciones de la
autollamada sociedad civil. La retórica de los dirigentes de los partidos
políticos aliados con el empresariado golpista, es bien conocida. Es la narrativa
del “nuevo” PRI promovida durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero que
se caracterizó por corrupción y saqueo a niveles escandalosos en estados
gobernador por el PRI, el PAN, el PRD y el gobierno federal. Si bien el
presidencialismo mexicano sigue en pie, es notable que con el experimento
obradorista hay cambios que dan a la política y sus prácticas, nuevas
perspectivas.
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