Según la derecha, dos de sus candidatos a la presidencia para 2024 son de “izquierda”. En el caso de Xóchitl Gálvez, ella misma se autonombró “trotskista” y “sindicalista”, mientras el bloque derechista la promueve como santa, “indígena”, vendedora de gelatinas que se convirtió en empresaria exitosa. Santiago Creel, además de aferrarse a su cargo –ilegalmente- en la Cámara de Diputados, inventa que es objeto de “discriminación inversa” y que representa a la “izquierda” del PAN. El dueño de los membretes que agrupan al PAN, PRI y PRD, Claudio X. González, se dice “izquierda” y “activista social”. Sin duda, la derecha tergiversa, tanto los términos izquierda y derecha, como la historicidad de la disputa por el poder en el capitalismo, y las identidades de grupos, movimientos sociales y políticos, y organizaciones, clandestinas o no, que han confrontado abiertamente a la derecha, las dictaduras, el autoritarismo y al sistema capitalista.
Pero en este contexto, lo más lamentable es ver cómo personajes,
académicos y grupos políticos que se asumen de izquierda –incluso con historias
personales y organizativas de participación política en grupos comunistas,
socialistas y sus diversas facciones (línea de masas, estalinistas, bolcheviques,
marxistas, maoístas, partidos comunistas y socialistas, castristas, chavistas,
socialdemócratas, etcétera)- se han colocado abiertamente a la derecha. No de
la izquierda, sino en la derecha. No hay duda que los gobiernos progresistas
que enarbolan banderas de izquierda, producto de movimientos y movilizaciones
políticas y sociales, o parte de organizaciones clandestinas, que han alcanzado
el poder político en diversos países –primera y segunda ola de gobiernos de
izquierda y progresistas en América Latina- deben ser objeto de
cuestionamientos desde cualquier espectro político, pero dejarse llevar por sus
pasiones e intereses políticos, desinformación, ignorancia, odio, desprecio, no
los hace ejemplos de izquierda.
Hay en esos cuestionamientos contra los gobiernos progresistas y de
izquierda, mucho infantilismo, como lo señaló en el siglo pasado Lenin (El infantilismo de izquierda), o como el
mismo Marx lo dijo: no soy marxista y la historia, cuando se repite, es una
tragicomedia (18 brumario de Luis Bonaparte,
Las guerras campesinas en Francia).
Muchos izquierdistas mexicanos, sobre todo aquellos que tienen sus canales
digitales, espacios como columnistas en la prensa corporativa, puestos académicos
en universidades públicas y privadas, se han sumado a los coros derechistas.
Han construido una narrativa “crítica” anti AMLO, contra el proyecto de nación
promovido por el presidente de la República y los millones de ciudadanos que
votaron por transformar este país y el liderazgo de AMLO. Incluso, han marchado
con la derecha para “defender” al INE, instancia que desvirtúa la legislación
electoral para censurar e intentar callar a AMLO, y la corrupta y saqueadora
SCJN.
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