Es el lema de la marcha rosa del domingo 18 de febrero de 2024. Un grupo
de clasemedieros, políticos del PRIANRD, trabajadores del Poder Judicial
amenazados y obligados a “marchar”, integrantes de la oligarquía, odiadores de
AMLO, la 4T y Morena. Se presentó como apartidista, pero fue convocada por
Claudio X. González, el líder de la derecha partidista, comprador de cascajo
partidista derechista, una lista de membretes que se autonombra la “sociedad
civil”, dirigentes del PAN, el PRI, el PRD, políticos de esos partidos, unidos
por lo que llaman “nuestra democracia”. Es decir, 90 mil personas se
concentraron en el Zócalo de la CDMX, para defender una democracia que según
sus cabecillas está en peligro, y sugieren que actualmente no vivimos en
democracia, a pesar de que salieron, gritaron consignas clasistas,
discriminatorias, de odio y un único orador fijó la postura de la derecha, y no
fueron reprimidos.
La democracia que este grupo reclama es el entramado de instancias, leyes,
privilegios, que construyeron durante tres décadas. Una democracia para la
derecha, no para el pueblo, la que se le salió de su patrimonio en 2018. Pero
la “marcha” y sus marchistas viven del absurdo. Como el “intelectual”
salinista-prianista, Enrique Krauze, quien comparó su marea rosa con la
movilización estudiantil del 68. El problema con su comparación, es que las 90
mil personas que se concentraron en el Zócalo de la CDMX, regresaron a sus
casas, sin un rasguño, sin ser reprimidos, mientras en 1968, los estudiantes
fueron reprimidos, asesinados, desaparecidos por los gobiernos del PRI.
Asimismo, los “marchistas” gritaron consignas sobre supuesto autoritarismo,
gobierno dictatorial, censura, libremente. Fue la “marcha” del absurdo de la
derecha.
“Nuestra democracia” no es la democracia que millones de mexicanos
quieren ejercer: participación más allá de las fechas electorales, ser parte de
la toma de decisiones, opinar, mediante consultas abiertas y ciudadanas, organizarse
fuera de los partidos políticos y las llamadas organizaciones de la sociedad
civil, conocer la marcha de los gobiernos y gobernantes que eligieron,
desmarcarse de liderazgos y líderes de partidos políticos e instancias que ya
no los representan, entre otras prácticas. Los partidos políticos
tradicionales, como PAN, PRI y PRD, dejaron de representar a millones de
ciudadanos, mientras otros, como Movimiento Ciudadano y expresiones locales, se
comportan como franquicias y negocios privados. Asimismo, Morena, que se
presenta como una organización diferente, no acaba de encaminarse como tal,
pues sigue repitiendo viejas mañas.
Como quiera, “nuestra democracia” no representa a todos los mexicanos.
La opinión sobre el presidente de México, por ejemplo, revela algo distinto a
los deseos de la derecha mexicana. Acorde con una reciente encuesta publicada
por el periódico La Razón, de filiación prianista, AMLO tiene una aprobación de
70%, mientras que es desaprobado por alrededor de 25% de los entrevistados. De
ese porcentaje, solo un 3% opina muy mal del presidente. Asimismo, la idea de
Lorenzo Córdova sobre la “escalera de la democracia”, muestra muy bien lo que
es la democracia para la derecha. Como los clasemedieros aspiracionistas,
“nuestra democracia” de la derecha es escalar y quien llegue hasta la cima,
tiene “su democracia”. El pueblo llano no puede aspirar a subir esa escalera,
pues, como algunos conspicuos miembros de la derecha lo han expresado, es
analfabeta, no sabe votar –por la derecha, claro-, no es educado –solo los
blancos (Whitexicans) lo son y saben votar. El destino de los morenos, los
nacos, es sostener esa escalera para que los derechistas la escalen y lleguen a
la cumbre, sin contratiempos.
Por último, la marcha prianista alega que reunió a 700 mil –dudoso, por
las fotografías del Zócalo-, pero el padrón electoral mexicano registra a
más de 90 millones de electores. Ni el 3% que opina pésimo de AMLO.
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