Los grandes empresarios nacionales, banqueros y transnacionales, previo
a la elección del 2 de junio de 2024, no tuvieron dudas de que Claudia
Sheinbaum ganaría la presidencia de la República. La ridícula campaña de la
oposición, plagada de amenazas, miedo, insultos, mentiras y golpes políticos en
contra del presidente de la República y la candidata de la coalición “Seguimos
haciendo historia”, sabían que fracasaría, aunque aportaban dinero a la campaña
sucia, el golpismo y la guerra electoral. No hay duda que, a pesar de las
certezas del fracaso opositor, le apostaban a cierta irracionalidad de los
votantes. Pero la “irracionalidad populista” los pasmó. Los mexicanos, aunque
no superaron el porcentaje de participación de la elección de 2018, salieron a
votar para darle a Claudia Sheinbaum y los partidos Morena-PT-PVEM, su apoyo
para el Plan C.
Esta es la parte que la oposición les vendió, muy caro, pero con mentiras,
a la oligarquía. Pero, los sectores empresariales, como el PRIANRD, Claudio X.
González, la intelectualidad neoliberal, con sus aires de sapiencia, los medios
corporativos y sus obtusos comentócratas, no supieron interpretar la realidad.
Su realidad alterna les hablaba de populismo, irracionalidad, mexicanos sin
educación, ciudadanos que no piensan, manipulables. Los mexicanos les
demostraron que no son irracionales y el populismo es una rémora conceptual e
intelectual –pronto veremos sesudos “análisis” de “expertos” mexicanos y
extranjeros calificando a los votantes de México- que no sirve para interpretar
lo que está sucediendo en nuestro país. Después de 2018, algunos analistas de
izquierda y cercanos a la 4T, insistieron en que, para analizar, no solo el
triunfo de AMLO, la 4T, Morena, sino también la conducta electoral –y no
electoral- de los mexicanos era urgente repensar conceptos y paradigmas.
Con todo, los estudiosos y analistas de la derecha, tanto mediática como
académica, siguieron usando sus anquilosados marcos teórico-conceptuales,
obteniendo conclusiones, en muchos casos, viscerales, ancladas en el
neoliberalismo y los populismos –derecha e izquierda-, certezas aferradas en
prejuicios, odio y veleidad. El clasismo, la misoginia, la discriminación, el
racismo y el desprecio por sectores empobrecidos por el neoliberalismo y el
supuesto “fin de la historia”, normaron los análisis. Para algunos autores, los
planteamientos de Max Weber sobre los liderazgos carismáticos fueron
suficientes para analizar el encumbramiento de AMLO. El desprecio se convirtió
en análisis. El “mesías tropical” y la irracionalidad de sus seguidores,
obnubilaron a la derecha académica y mediática. El odio de la oposición
derechista, sustituyó al rigor analítico. El odio de la comentocracia de
derecha, es conocida. No cambió ni requiere rigor. Es odio.
En este sentido, la negativa recepción del Plan C refleja que amenaza
los privilegios de la oligarquía. Así como a partir de 2018, el cambio llegó
con el combate a la corrupción, al huachicol, recomposición de los sistemas de
salud pública, educación, recaudación de impuestos, laboral, entre otros
aspectos, en 2024 los mexicanos decidieron, no solo la continuidad de un
proceso de gran envergadura, sino también nuevos derroteros del mismo. La
narrativa derechista fracasó. El reiterado desprecio a los mexicanos que
apoyaron hace casi seis años a AMLO, y la intención de normalizar el odio de la
oposición y la oligarquía en contra de la mayoría de los ciudadanos,
clarificaron la ruta que finalmente millones de mexicanos decidieron refrendar.
Cerca de 36 millones de votos para la primera presidenta de México, mayoría
calificada en la Cámara de Diputados, mayoría, aunque no calificada, en el
Senado, gubernaturas y Congresos locales.
Desde esta perspectiva, el Plan C significa romper el contubernio entre
los poderes facticos (oligarquía nacional y extranjera, políticos, delincuencia
organizada y de cuello blanco, grupos derechistas, organizaciones
antigubernamentales) y el Poder Judicial. El mandato es claro: hay suficientes
elementos para reformar el Poder Judicial. La gente no votó por conservarlo.
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