En jornada histórica, los mexicanos salieron a votar, no solo en México,
sino también en Estados Unidos, España, Francia. En todos los casos, vimos
largas filas, algunos reclamos e incidentes que la oposición buscó aprovechar
para apuntalar su campaña de miedo, la que finalmente fracasó. En Madrid, un
grupúsculo de las elites hispano-mexicanas que fue a votar, gritaron “fuera
AMLO”, pero sus votos no fueron suficientes para impedir el triunfo de Claudia
Sheinbaum. En la Unión Americana, el grito “es un honor estar con Obrador”,
resonó ante un INE incapaz de cumplir las expectativas de los cientos, quizás
miles, de mexicanos que fueron a votar por la continuidad de la 4T. Este
contrastante hecho, da cuenta de las profundas diferencias entre miles de los
inmigrantes mexicanos asentados en el país del norte, y algunos sectores
descendientes de grupos elitistas, privilegiados, de origen español o francés,
con doble nacionalidad, derechistas.
Pero las derrotas de la derecha mexicana van más allá de la hipócrita
aceptación de que perdieron. Pues de la madrugada de la derrota al mediodía, la
corrupta Xóchitl Gálvez anunció impugnaciones. La finalidad es intentar
judicializar las elecciones, ante la derrota. La campaña electoral de la
derecha fue un monumento al maniqueísmo, cuya estrategia fue jugar
perversamente con la supuesta indignación y el miedo. Es decir, se afianzaron
al malestar como estrategia política y propagandística, a pesar de las señales
e indicadores en contrario, previos a la elección y durante el proceso
electoral. Si de indicadores discutimos, las encuestas del INEGI hablaron.
Mexicanos felices, pobreza a la baja, mercado interno funcionando, inseguridad
relativamente baja, economía con buenos números, etc. Los indicadores
evidenciaban una situación muy lejana a la visión alterna de la derecha, en la
que el malestar era la gran ficción.
La derecha mexicana insistió, hasta la perversidad, usando las redes
sociales, en particular X(Twitter), para posicionar, millones de pesos aparte,
hashtags en contra del presidente de México y la candidata de la coalición
Seguimos haciendo historia. Pero, visto el resultado, tanto confirmado por el
PREP, encuestas de salida, conteo rápido oficial y el recuento distrital que
finalizará el próximo domingo, fracasaron. La campaña electoral y electorera de
la derecha privilegió el ataque, la mentira, el caos inventado, la supuesta
intervención de AMLO en el proceso electoral, la manipulación de datos
–prácticamente, todos los datos usados por la candidata derechista en su
propaganda y en los debates, son falsos-, uso de tragedias humanas que, en los
hechos revictimizaba a las víctimas, entre otras imposturas. El hecho es que no
vieron –o no quisieron ver- que los ciudadanos mexicanos están experimentando
cambios ideológicos y prácticos que les permiten observar engaños y farsas.
En este sentido, el recuento de votos que exige la derecha, es la nueva
fase en la guerra de la derecha golpista contra los mexicanos y contra el
progresismo. Ahora intentan enganchar a la gente con la falsedad de un fraude
electoral. Pero la narrativa de la derecha no es nueva. No solo los
impresentables partidos políticos que acompañaron a la derechista Xóchitl
Gálvez, la misma candidata, Claudio X. González y facciones de la oligarquía
mexicana y extranjera que financiaron la campaña de odio que intentó convertirse
en propaganda electoral, asumieron una actitud beligerante, de odio, sino
también sus seguidores y la llamada “marea rosa”. Su problema es que se
atrincheran en las redes sociales. Los resultados de las votaciones del 2 de
junio, mostraron con contundencia que las redes sociales no son la realidad. Apenas
un pequeño mundo en el que muchos mexicanos comparten asuntos personales, odios
políticos e información –muchas veces manipulada, mentirosa, sin pruebas.
La derecha es una caja de pandora de mentiras y una realidad alterna
llena de odio. Es lo que hay que discernir. Sus derrotas no pueden
arrastrarnos.
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