viernes, 26 de julio de 2024

Del periodismo delirante a la pérdida de confianza

 

El arribo de AMLO a la presidencia de México en 2018, llevó a los medios corporativos a integrarse como un grupo compacto informal. Excepto cuando el narcopresidente Felipe Calderón, los convocó a autocensurarse, posteriormente no se conoció un llamado oficial similar, pero, al parecer, la voz de la oligarquía mexicana y extranjera los unificó. El plan siempre fue –y sigue siendo- atacar a AMLO. Previo a la elección del 2 de junio de 2024, para evitar que la 4T continuara, el uso de los hashtags narcopresidente y narcocandidata en las redes sociales, volvió a unificar a la prensa y sus comentócratas, además de intentar esparcir mentiras por medio de la televisión, la radio y la prensa impresa. Las mentiras y los ataques no cesan, pero muestran cómo han perdido la confianza de sus audiencias, acorde con un estudio de Reuters.

A poco más de un mes del triunfo de Claudia Sheinbaum, Morena y sus aliados, los medios corporativos siguen en su activismo antigobiernista y anti 4T. Previo al 2 de junio de 2024, los medios corporativos, plataformas en Internet, redes sociales, se acoplaron para impulsar una costosa y beligerante campaña plagada de mentiras, fakenews, descalificaciones, odio e intentos de vincular al presidente de México y la candidata progresista con la delincuencia. Entonces, se pretendía descarrilar, no solo a la morenista y la 4T, sino también a AMLO. Algo similar está sucediendo ahora: la misoginia y gritos histéricos de la derecha para que la virtual presidenta electa se “deslinde” de AMLO, están encaminadas a socavar su legitimidad y gran apoyo ciudadano, además de denigrar el legado del presidente que está por finalizar su sexenio.

La campaña mediática, fue la base política e ideológica de la derecha opositora. Toda la propaganda partidista (PAN, PRI, PRD) centró su atención en mentiras de todo tipo. Por un lado, inventándole una vida de fantasía a su fracasada, mentirosa y corrupta candidata Xóchitl Gálvez, y por el otro, intentando imponer una realidad paralela en la que enfatizaban el supuesto desastre económico, violencia desatada, obras de infraestructura costosas e innecesarias, catástrofe ecológica, particularmente en el sureste del país debido a la construcción del Tren Maya, entre otros. Ni la fantasiosa vida de una candidata ni las mentiras sobre el país y la acción gubernamental tuvieron éxito. Pero, a pesar del fracaso tripartidista –PRD, declarado inexistente, PRI y PAN, fracasando estrepitosamente a nivel local, estatal y nacional- esos partidos políticos continúan alineados a los medios corporativos en campaña contra de la 4T, Claudia Sheinbaum y AMLO.

En este contexto, hoy esos medios corporativos, promueven la campaña mediática sobre la supuesta sobrerrepresentación. Las elecciones del 2 de junio, otorgaron a Morena y sus aliados, PT y PVEM, amplios triunfos a nivel nacional. Si se interpreta políticamente, los ciudadanos votaron por esta coalición para que legisle y apruebe, no solo las iniciativas presentadas por AMLO, sino todo aquello que favorezca a la ciudadanía. Para eso les dieron mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, aunque en la de Senadores le faltarían un par de miembros para similar mayoría. La Constitución prevé esta situación. Y es muy clara. Ningún partido político puede tener 300 o más diputados, pero sí cifras que los acerquen a la mayoría calificada. La oposición no alcanzó los niveles de votación que Morena y sus aliados, por lo que sus partidos tendrán el número de diputados que la Constitución mandata. No hay sobrerrepresentación.

Las campañas mediáticas de los medios corporativos, buscan instalar en el imaginario ciudadano dudas a partir de falsedades. Por eso Reuters no se equivoca: sus audiencias, aunque continúan siguiéndolos, ya no creen en ellos. Televisa, TvAzteca, Aristegui, ya no generan confianza entre los ciudadanos porque durante casi seis años han promovido campañas de mentiras, Fakenews y ataques, sin pruebas, en contra de AMLO, su familia, la 4T, y las políticas gubernamentales. El caso más dramático es el de Carmen Aristegui, cuyo alineamiento derechista le cuesta credibilidad.

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