viernes, 27 de septiembre de 2024

Ayotzinapa y los medios corporativos y alternativos

 

AMLO termina su mandato constitucional con 73% de aprobación, lo que significa que, a pesar de importantes faltantes, como el caso Ayotzinapa, los mexicanos, de diversas clases sociales y sectores, lo despiden con fuerte consenso sobre su desempeño como presidente. Sin duda, Ayotzinapa es el caso de desaparición forzada y asesinato de jóvenes normalistas que, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se perpetró, y AMLO prometió resolver, queda sin concluir. La autollamada “izquierda verdadera” –Julio Astillero y amigos, entre otros- achacan al ejército la falta de resolución, pues aducen que el presidente de la República se negó a enjuiciar a las fuerzas armadas como principales protagonistas, a pesar de que no pueden exhibir pruebas fehacientes sobre su intervención. Claro, argumentarán que son periodistas “en resistencia” y que no están obligados a presentarlas. Igualmente, lanzan acusaciones por doquier sin el menor decoro. En eso se ha convertido Julio Astillero: especulación tras especulación, dando permiso a sus amigos a inventar lo que se les venga en gana.

El cinismo de los medios corporativos es explicable; su uso de cualquier asunto gubernamental, difundiendo bulos un día sí y otro también, los exhibe diariamente, pero en el caso del llamado periodismo alternativo, en particular el digital, el anidado en las redes sociales, es cuestionable su crítica ácida, descontextualizada y personal. Esto no significa que la información oficial y la narrativa de AMLO sean indiscutibles, pero es necesario contextualizar para tener una panorámica de lo que se plantea desde la esfera oficial. Asimismo, como lo he comentado en otra parte, las herramientas analíticas y paradigmas deben ser revisados para comprender los procesos que a partir de 2018 se han estado operando. Sin duda, en el caso de Ayotzinapa no ha habido justicia, pero, desde mi punto de vista, sí verdad, aunque parcial. Por ejemplo, la llamada “verdad histórica” fue desmantelada; uno de sus promotores, el exprocurador Murillo Karam, está en prisión domiciliaria –gracias a las triquiñuelas del Poder Judicial-; hay militares procesados; a pesar de que el podrido Poder Judicial liberó a una veintena de implicados, al menos un par han sido reaprendidos, y se abrieron diversos archivos.

Ahora bien, lo que esa “izquierda verdadera” no alcanza a ver, es la multiplicidad de factores que convergieron para esa fatídica noche del 26-27 de septiembre de 2014, con la finalidad de culpar a AMLO. No hay duda que el ejército intervino, sea por omisión o directamente, pero no fue el único factor. Julio Astillero insiste en culpar al ejército, pero ignora los procesos que en su momento se abrieron contra algunos militares, además de los archivos que fueron entregados. Argumenta, como los padres de los 47 normalistas, que faltan 800 folios. Más allá de esta narrativa política e ideológica, que a veces se acerca a la derecha, la “izquierda verdadera” no cuenta con pruebas, menos con certezas sobre una atroz situación que, por un lado, es necesario aclarar, pero no como esa izquierda infantil exige, y por el otro, ignorar que no son todos los mexicanos los que comparten sus infantiles exigencias, porque exhiben, como la derecha, una postura moral que pretenden sea lo defina la agenda política del gobierno de Claudia Sheinbaum.

Podemos moralizar la actuación del gobierno de AMLO, pero a la “izquierda verdadera” le da fobia, sin argumentos, la idea de optar entre inconvenientes. Este planteamiento político, ideológico y social, permite entender algunas de las decisiones de AMLO, Morena y sus aliados, y la 4T, lo que en su ortodoxia estalinista e infantilista la izquierda mediática repele. La “izquierda verdadera” desea decisiones apegadas a su purismo izquierdista, salpicado de evidentes errores de análisis y precarización política. Por ejemplo, cuando Julio Astillero fue a reclamar por ser exhibido en la Conferencia Presidencial por ciertos dichos, mostró su talante radical conservador: “no, fue así, es como YO lo digo”. El narcisismo de Julio Astillero alcanza a muchos de sus invitados. Solamente los integrantes de la mesa de los viernes son capaces de increparlo, pues de lunes a jueves, todos los demás lo aplauden y arropan, aunque prevalezcan sus especulaciones. Su apoyo a Ayotzinapa, es plausible, pero su “periodismo en resistencia” no admite gran análisis. La “izquierda verdadera” no hace crítica “constructiva, sino que busca socavar gobiernos democráticamente electos, beneficiando, con creces, a la derecha y el fascismo.

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