AMLO termina su mandato constitucional con 73% de aprobación, lo que
significa que, a pesar de importantes faltantes, como el caso Ayotzinapa, los
mexicanos, de diversas clases sociales y sectores, lo despiden con fuerte
consenso sobre su desempeño como presidente. Sin duda, Ayotzinapa es el caso de
desaparición forzada y asesinato de jóvenes normalistas que, durante el sexenio
de Enrique Peña Nieto se perpetró, y AMLO prometió resolver, queda sin concluir.
La autollamada “izquierda verdadera” –Julio Astillero y amigos, entre otros-
achacan al ejército la falta de resolución, pues aducen que el presidente de la
República se negó a enjuiciar a las fuerzas armadas como principales
protagonistas, a pesar de que no pueden exhibir pruebas fehacientes sobre su
intervención. Claro, argumentarán que son periodistas “en resistencia” y que no
están obligados a presentarlas. Igualmente, lanzan acusaciones por doquier sin
el menor decoro. En eso se ha convertido Julio Astillero: especulación tras
especulación, dando permiso a sus amigos a inventar lo que se les venga en
gana.
El cinismo de los medios corporativos es explicable; su uso de cualquier
asunto gubernamental, difundiendo bulos un día sí y otro también, los exhibe
diariamente, pero en el caso del llamado periodismo alternativo, en particular
el digital, el anidado en las redes sociales, es cuestionable su crítica ácida,
descontextualizada y personal. Esto no significa que la información oficial y
la narrativa de AMLO sean indiscutibles, pero es necesario contextualizar para
tener una panorámica de lo que se plantea desde la esfera oficial. Asimismo,
como lo he comentado en otra parte, las herramientas analíticas y paradigmas
deben ser revisados para comprender los procesos que a partir de 2018 se han
estado operando. Sin duda, en el caso de Ayotzinapa no ha habido justicia,
pero, desde mi punto de vista, sí verdad, aunque parcial. Por ejemplo, la
llamada “verdad histórica” fue desmantelada; uno de sus promotores, el
exprocurador Murillo Karam, está en prisión domiciliaria –gracias a las
triquiñuelas del Poder Judicial-; hay militares procesados; a pesar de que el
podrido Poder Judicial liberó a una veintena de implicados, al menos un par han
sido reaprendidos, y se abrieron diversos archivos.
Ahora bien, lo que esa “izquierda verdadera” no alcanza a ver, es la
multiplicidad de factores que convergieron para esa fatídica noche del 26-27 de
septiembre de 2014, con la finalidad de culpar a AMLO. No hay duda que el
ejército intervino, sea por omisión o directamente, pero no fue el único
factor. Julio Astillero insiste en culpar al ejército, pero ignora los procesos
que en su momento se abrieron contra algunos militares, además de los archivos
que fueron entregados. Argumenta, como los padres de los 47 normalistas, que
faltan 800 folios. Más allá de esta narrativa política e ideológica, que a
veces se acerca a la derecha, la “izquierda verdadera” no cuenta con pruebas,
menos con certezas sobre una atroz situación que, por un lado, es necesario
aclarar, pero no como esa izquierda infantil exige, y por el otro, ignorar que
no son todos los mexicanos los que comparten sus infantiles exigencias, porque
exhiben, como la derecha, una postura moral que pretenden sea lo defina la
agenda política del gobierno de Claudia Sheinbaum.
Podemos moralizar la actuación del gobierno de AMLO, pero a la “izquierda
verdadera” le da fobia, sin argumentos, la idea de optar entre inconvenientes. Este
planteamiento político, ideológico y social, permite entender algunas de las
decisiones de AMLO, Morena y sus aliados, y la 4T, lo que en su ortodoxia
estalinista e infantilista la izquierda mediática repele. La “izquierda
verdadera” desea decisiones apegadas a su purismo izquierdista, salpicado de
evidentes errores de análisis y precarización política. Por ejemplo, cuando
Julio Astillero fue a reclamar por ser exhibido en la Conferencia Presidencial
por ciertos dichos, mostró su talante radical conservador: “no, fue así, es
como YO lo digo”. El narcisismo de Julio Astillero alcanza a muchos de sus invitados.
Solamente los integrantes de la mesa de los viernes son capaces de increparlo, pues
de lunes a jueves, todos los demás lo aplauden y arropan, aunque prevalezcan
sus especulaciones. Su apoyo a Ayotzinapa, es plausible, pero su “periodismo en
resistencia” no admite gran análisis. La “izquierda verdadera” no hace crítica “constructiva,
sino que busca socavar gobiernos democráticamente electos, beneficiando, con
creces, a la derecha y el fascismo.
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