Cuando inicia el actual sexenio que está por finalizar, el que en 2018
marcó un giro político, ideológico, económico, social en el país, con el arribo
de AMLO al Poder Ejecutivo y el intenso proceso de cambio que comenzó en
diversos campos de la vida pública y las relaciones del gobierno con los
mexicanos, se fueron decantando, en la izquierda mexicana, algunos sectores. El
PRD se autollamó la “izquierda verdadera”; en los medios corporativos, algunos
escribanos que eran identificados como de izquierda, se fueron deslindando de
AMLO y Morena, con agrias y amargas críticas; otros, que regularmente han
tenido una postura de izquierda, llegaron a negar la existencia de la 4T y que México
se estuviera transformando; los menos, presumiendo cierto aire de izquierda,
aunque nunca lo han sido, declararon que acompañarían a la 4T desde una
perspectiva crítica; finalmente, en las redes sociales algunos usuarios
–Youtubers, Tuiteros- asumieron también actitudes de izquierda, varios a favor
de AMLO y la 4T, pocos desde una impostura más cercana a la derecha, pero
declarativamente de izquierda.
A raíz de la aprobación de la reforma judicial, quienes en su momento
dijeron que acompañarían a AMLO y la 4T, pero regularmente con fuertes
críticas, muchas muy cercanas a la derecha, y algunos izquierdistas de redes
sociales, iniciaron un golpeteo político por el modo en que fue aprobada. En la
Cámara de Diputados, Morena, PT y PVEM, tienen una holgada mayoría capaz de
impulsar reformas constitucionales, no así en el Senado, donde falta un voto
para completar similar mayoría. La reforma fue aprobada, en el Senado, con el
voto de un diputado del PAN, hoy en proceso de expulsión, y la ausencia de otro
de Movimiento Ciudadano, la que la oposición buscó usar alegando que estaba
secuestrado o detenido por el gobierno de Campeche. Lo que realmente enfureció
a ese pequeño sector de la izquierda, fue el voto del panista Yunes, miembro de
una corrupta y saqueadora familia veracruzana. El pragmatismo salvaje, como el
reconocido periodista fundamentó, Francisco Cruz, fue parte de la estrategia de
AMLO, Morena, PT, PVEM, para alcanzar la mayoría calificada.
Un sector de la izquierda youtubera criticó acremente esa decisión, pero
entendió mucho mejor que esa izquierdita infantil –Julio Astillero y amigos
opinantes, Hernán Gómez Bruera, Carlos Pérez Ricard- la operación de ese
pragmatismo salvaje. La reforma judicial tiene más adeptos que los sectores
“rebeldes” del Poder Judicial, la derecha golpista y la izquierda “acompañante”
que no tardó en deslindarse de AMLO y la 4T. Armando Bartra, reconocido
izquierdista de décadas y miembro de avanzados movimientos sociales, ha dicho
que Morena debe realizar un esfuerzo crítico como partido político, pero no
rechazó con tal furia, como los izquierdistas de ocasión, la aprobación de la
reforma judicial. No solo era un mandato popular, también significa romper con
el monopolio de sectores de la derecha y la oligarquía que se han adueñado del
Poder Judicial. La reforma judicial no podía consumirse en narrativas puristas
izquierdistas. El voto del panista Yunes estaba ahí. Por supuesto que hubo una
negociación y algo se acordó, pero sus implicaciones están más allá del
berrinche moralista de los “izquierdistas”.
La 4T emergió de la convergencia de diferentes sectores del pueblo mexicano,
promovido y empujado por AMLO y otros liderazgos. Las autollamadas “izquierda
verdadera” y la “izquierda buenaondita”, nunca se sumaron al movimiento, lo que
exhibe su oportunismo político e ideológico. No hay que olvidar que Julio
Astillero, en su programa youtubero y en cuanto foro que aparece, niega
rotundamente el cambio en este sexenio. Quizás esperaba la estatización de la
economía, disolución de la propiedad privada, etc., lo que igualmente esas
izquierdas repelerían, porque en su infantilismo no cabe la gradualidad, el
progresismo desde una perspectiva no radical. En el movimiento de la 4T y
Morena, no hay duda: izquierda moderada.
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