Elon Musk, dueño de la plataforma X (antes Twitter) y de otras compañías,
ha protagonizado, en las últimas semanas, actos de golpismo digital, sin
precedentes. Primero, inició un golpeteo político-ideológico contra Nicolás
Maduro, presidente de Venezuela y triunfador en las pasadas elecciones
presidenciales de ese país soberano. Apoya abiertamente a la golpista, la
derechista María Corina Machado, y a su botarga, quien se ha declarado ganador
de la contienda electoral, pero sin probar ante las autoridades electorales su
supuesto triunfo. Pero X, le ha servido de escaparate golpista para diseminar
odio y mentiras, además de presentar una serie de imágenes de supuestas actas
electorales, las que ha usado, tanto Musk, sus trolls y bots, como Estados
Unidos, la prensa corporativa derechista y la Unión Europea para convertirse en
supremos poderes electorales, y declarar ganador a la marioneta de Machado.
Pero el golpismo del narcisista y sociópata dueño de Tesla, escaló en el
caso de Brasil. Un juez le ordenó cerrar una serie de cuentas fascistas en X,
propagadoras de mentiras, teorías conspiracionistas y auténticos vómitos de
odio y desprecio racial, misógino, homofóbico, transfóbico, clasista, para
favorecer al fascista Jair Bolsonaro, quien, al perder la presidencia, operó
una intentona de golpe de estado en ese país sudamericano. Con la intención de
eludir la sentencia de un juez, cerró su representación en Brasil, pero siguió
con el golpeteo fascista contra el gobierno de Lula da Silva, presidente
brasileño, quien, ante la actitud golpista del narcisista multimillonario
fascista, tuvo que intervenir para denunciar la intentona de Musk. El sociópata
Musk, es multimillonario gracias a las complicidades de gobiernos derechistas y
por eludir las leyes soberanas de distintas naciones. No tanto por la
tecnología que sus empresas desarrollan.
Los multimillonarios como Elon Musk, no solo pretenden incursionar
políticamente, sino también promover lo que a su narcisismo y sociopatía
satisface. Para estos individuos, la democracia estorba, los negocios
depredadores son lo que los mueve. En X, pretende que el golpismo digital es
igual a libertad de expresión, sin importar que se propaguen mentiras y odio
contra naciones y políticos que le impiden adueñarse de los recursos naturales
y violentar las leyes soberanas. En Venezuela amenaza al gobierno de Nicolás
Maduro, con el interés por apropiarse del petróleo, una de las reservas más
importantes del mundo. En Brasil, además de promover el regreso del fascista
Jair Bolsonaro, busca derrocar a un gobierno democrático y violentar las leyes
soberanas del país. Sin olvidar que durante el mandato del fascista Bolsonaro,
se impuso una política depredadora para arrasar con la Amazonia, el fundamental
pulmón del mundo.
No es casual que el narcisista y sociópata Elon Musk tenga entre sus
grandes amigos a otro similar: Donald Trump, quien recién prometió inventarle
un cargo gubernamental de ganar la presidencia en noviembre próximo, para que
el multimillonario se entretenga supuestamente saneando las finanzas públicas y
restringiendo presupuestos en áreas de seguro fundamentales y que afectarán a
las minorías no anglosajonas estadounidenses. El supremacismo blanco no es un
fantasma en Estados Unidos, es la encarnación real del sueño americano. Quien señale
que la Constitución de ese país “no es neoliberal”, lo cual es un absurdo
porque el término fue acuñado en el último tercio del siglo XX, ignora que los fundamentos
que crearon la Unión Americana fueron los de un capitalismo agresivo, invasor,
depredador, dominante, imperialista. La Constitución de ese país refrenda los
aspectos básicos de la acumulación capitalista y el expansionismo imperialista.
El sueño americano que pregonan Donald Trump y Elon Musk no es para el
mundo, es para ese sector supremacista blanco, racista, clasista, que se
enriquece a costa de millones de personas y con dinero público. Todas las
empresas de Elon Musk están subsidiadas por el gobierno estadounidense. La
empresa espacial de Musk, recibe fondos federales de la NASA, por ejemplo.
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