En el PAN, la crisis interna parece ahondarse. Elegir a un personaje
identificado con el llamado cartel inmobiliario de la Ciudad de México, negado
por Jorge Romero, quien ganó la dirigencia de ese partido político con una
tercera parte de la militancia panista, no solo pone en entredicho al PAN y sus
dirigencias, sino también a su voto duro, el que parece que prefirió a un
corrupto y saqueador conocido que a una mujer. No hay renovación –en realidad
eso de la “apertura” que esgrimió cuando se declaró ganador, confirma el vacío
político y narrativo del “nuevo” dirigente y su grupúsculo-, solo el intento de
paliar la debacle. Que el ya exdirigente Marko Cortés haya pedido, traidor a la
patria, la intervención de Estados Unidos con el grito de “narcoterrorismo”,
también puede entenderse como un aullido de auxilio de la derecha mexicana.
Ahora el Poder Judicial está en la CIDH, apoyado por la derecha panista,
lo que confirma que el PAN sigue buscando un asidero para no seguir
naufragando. La nueva dirigencia exhibe el fracaso del neoliberalismo y del PAN,
un legado de corrupción y descrédito, lo que muestra también que la camarilla
que sigue usufructuando el PAN no tiene proyecto político y tampoco proyecto de
nación. Pero el voto duro intenta detener la debacle, revelando que está cómodo
con la corrupción y el saqueo de sus dirigencias. No votó por irse al centro ni
por la extrema derecha. El voto duro del PAN votó por los los negocios que
hacen, como en Guanajuato que recién concesionaron una carretera, o los negocios
inmobiliarios que no solo fueron hechos en la CDMX. Parece que en los lugares
donde gobierna el PAN, son los negocios más jugosos. La degradación del PAN
sigue su curso. Pero no parece vergonzoso al voto duro.
Lo que esta elección en el PAN muestra, es que el voto duro de este
partido político está muy alejado de sus principios fundacionales. Quizás
algunos fundaron al PAN, pero a sus bases complace que la dirigencia del
partido derechista no tenga principios, menos los valores a los que algunos panistas
esgriman. La derecha y el fascismo van de la mano en esta elección panista. La
corrupción y el saqueo son parte esencial de ese voto duro y de ese PAN
inescrupuloso. Al parecer, la degradación del PAN es promovida por su propio
voto duro y no le aparece importarle su hundimiento. En el PAN no hay disputa,
solo contubernios para seguir reptando, corrompiendo y saqueando.
En este contexto, ante su debacle, el PAN no es más un partido político
de oposición. Es simplemente una oposición derechista que no tiene propuestas,
no tiene proyecto. La narrativa panista solamente reitera lo que su jefe real,
Claudio X. González les dicta, mientras los panistas se denigran cada día. Retomar
el neoliberalismo tampoco les redituaría votos, porque la mayoría de los mexicanos
experimentaron, durante 30 años, los efectos de una política económica que
deterioró su salario, profundizó la pobreza, concentró la riqueza en pocas
manos, promovió el saqueo, la corrupción y el feroz endeudamiento del gobierno
mexicano, disolvió los lazos comunitarios, sembró el individualismo extremo y
el consumismo, normalizó una guerra interna con miles de ejecuciones,
desaparecidos, asesinatos y violaciones a los derechos humanos. Con excepción del
voto duro del PAN, millones de mexicanos votaron por no regresar a ese pasado
reciente.
Como muchos analistas dicen, la oposición en México no existe. El PAN se
diluye como parte de un grupúsculo de opositores derechistas financiados por
algunos miembros de la oligarquía mexicana y agencias estadounidenses y
europeas. A lo único que le apuesta el PAN, es derrocar con un movimiento
golpista a la actual presidenta de México, como lo hizo en contra de AMLO, y la
4T. Por medio de Lawfare hasta la fecha le ha fallado; también sus llamados a
las fuerzas armadas, y sus marchas rosas por el INE, la SCJN, el Poder
Judicial, tampoco han tenido éxito.
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