jueves, 14 de noviembre de 2024

Trump y los inmigrantes indocumentados

 

En 1986, Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, miembro del Partido Republicano, promovió y aprobó la llamada “amnistía”, que formalmente es la Immigration Reform and Control Act (IRCA), ley que modificó el sistema inmigratorio estadounidense y legalizó la estancia de al menos 2 millones de inmigrantes mexicanos y de origen mexicano, por medio de dos programas. En 1996, Bill Clinton, presidente del país del norte, miembro del Partido Demócrata, impuso una nueva ley migratoria, la Illigal Immigration Reform and Immigration Responsability Act (IIRIRA), una ley que criminalizó la inmigración indocumentada. Recordemos programas como Gatekeeper y otros que restringieron el acceso en la frontera México-EEUU, además de redirigir la entrada de migrantes a zonas muy peligrosas. Son incontables las víctimas –muchas no identificadas- de este proceso.

Los ataques terroristas a Nueva York y el Pentágono, en 2001, durante el mandato del republicano George Bush, incrementaron los controles migratorios. El Acta Patriótica (Patrior Act) jugó un papel importante. Asimismo, durante los tres primeros lustros del presente siglo, creció el número de migrantes mexicanos que, en ese periodo, ante el temor de las deportaciones, permaneció en Estados Unidos, rompiendo la circularidad migratoria, aunque le emigración mexicana a ese país continuó, con importantes reducciones. Pero el terror de las deportaciones se hizo realidad con Barack Obama, presidente miembro del Partido Demócrata, quien durante sus dos mandatos presidenciales fue como el “deportador en jefe”, porque expulsó a cerca de 4 millones de inmigrantes indocumentados

El republicano, Donald Trump, durante su primer periodo gubernamental, ordenó acelerar la construcción del muro fronterizo y una serie de incursiones en lugares de trabajo que implicaron el arresto y la expulsión de inmigrantes de diverso origen, sobre todo mexicanos. Asimismo, amenazó al gobierno de AMLO con mayores aranceles si no regulaba los flujos migratorios del sur que se dirigen a Estados Unidos. Después de décadas en la que la política migratoria mexicana no cambiaba, la 4T tuvo que hacer ajustes para responder a las coacciones del derechista Trump. El retorno del energúmeno a la presidencia del país del norte, con notorios cambios, pues tendrá al Congreso estadounidense, la Suprema Corte y el gobierno, a su servicio. Algunos analistas han insistido en que las campañas electorales imponen ciertos comportamientos, pero al llegar al gobierno, el candidato deberá ejecutar lo necesario para ponerlos en práctica, lo que no necesariamente sucede.

Con todo, es urgente observar la composición de sus funcionarios para la frontera y para la política exterior, la que pondrá gran atención en el sur latinoamericano, particularmente la migración. Durante la campaña electoral, Trump amenazó, no solo a los inmigrantes de origen mexicano y al gobierno mexicano, sino también se mostró más dispuesto a poner en práctica sus extremas políticas, tanto migratorias como económicas, para delinear lo que la MAGA desea: recobrar el “sueño americano”. La narrativa Trumpista no incluye a los inmigrantes latinos/hispanos, aunque residan legalmente o hayan nacido en Estados Unidos; va dirigida a los blancos anglosajones, en particular a los del medio rural y de áreas en las que la clase trabajadora enfrenta importantes situaciones. Si bien no es real que los inmigrantes les arrebaten los empleos, su sentimiento es que su “sueño americano” no los alcanza como les inculcaron.

La película de Trump y los inmigrantes ya la hemos visto. Las amenazas a los inmigrantes de origen mexicano y al gobierno mexicano también. De hacerse realidad el extremismo fascista de la nueva administración Trumpista, podríamos asistir a cambios fundamentales en la relación bilateral, más allá de relación comercial. En este contexto, Trump y sus fanáticos tienen la palabra.

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