¿De qué hablan la derecha y la Iglesia católica cuando despotrican en
contra de lo que dicen es “ideología de género”? La “ideología de género” no
existe. Existen los géneros, masculino y femenino, según el lenguaje normado
por la Real Academia Española, pero la teoría feminista va más allá de la
normativa de una instancia que ha sido rebasada, no solo por los españoles locales
latinoamericanos, sino por la ciencia social y humanística. La “ideología de
género”, es una construcción sociopolítica de la derecha, para combatir el
empoderamiento de las mujeres en el contexto de la sociedad patriarcal.
Patriarcalismo que favorece el abuso, el feminicidio, la violencia contra las
mujeres.
Lo que la derecha y la Iglesia católica y el protestantismo evangélico
pentecostal llaman “ideología de género”, es un planteamiento, anclado en las
tradiciones académicas del conocimiento científico social y humanístico, que
desvela lo que históricamente se ha negado, desconoce o ignora. Los géneros,
femenino y masculino, son construcciones culturales e históricas, lo que en su
momento me hizo rememorar mis cursos sobre materialismo histórico y materialismo
dialéctico, en los que entendí que el trabajo es una categoría histórica y
científica. No es solo abstracta, sino concreta acorde con el sistema
socioeconómico en el que nos ubiquemos. El patriarcado capitalista ha
pretendido hacernos creer que los humanos solo somos lo que nuestros genitales
dicen, ignorando incluso a las personas que nacen con ambas características.
Negar la historicidad de los cuerpos humanos, pretender que la
naturaleza humana es ahistórica y distópica, suponer que los humanos somos
simple biología, naturaleza pura, es ocultar e ignorar los procesos
sociohistóricos y las formas culturales e ideológicas de las distintas sociedades
humanas. La humanidad es una, sí, pero como la paleontología, la
paleontropología, entre otras disciplinas científicas, siguen demostrando, es
sobre todo diversa. Fenotipos, genotipos, colores de piel, colores de ojos,
estaturas, complexiones físicas, formas de organización y producción de cultura
diversas, sociedades en las que las mujeres y los hombres han jugado,
históricamente hablando, papeles distintos. Los estudios de género están
fundamentados en evidencias científicas, no en ideologías basadas en las
creencias, la fe y las religiones.
La fe, la religión y las creencias que el patriarcado pretende
universales, únicas, ahistóricas, distópicas, no pueden seguir ocultando y
negando las realidades de los géneros. Las mujeres y los hombres están
histórica, social y culturalmente construidos. Por ejemplo, durante décadas se
supuso que las mujeres eran acompañantes reproductoras de los hombres
prehistóricos y cuidadoras de sus crías, pero las evidencias se imponen: han
sido quienes han contribuido, de manera fundamental, a la domesticación de las
plantas, a la agricultura y a otros procesos que ha implicado el camino de la
civilización. Asimismo, en el centro de los procesos civilizatorios, la mujer
ha sido crucial.
El capitalismo no solo cambió la organización de la economía y la
sociedad, poniendo las bases de los procesos de acumulación, explotación de
unos humanos sobre otros e hizo de la tasa de ganancia su motor, también
potenció la estructura patriarcal, confinando a las mujeres a posiciones ínfimas,
negando su historicidad. El hombre no es la humanidad, es solo una parte, pero
durante su camino hacia la civilización su “naturalidad” se fue construyendo
histórica y socialmente. En este contexto, los estudios de género también han
visibilizado los otros cuerpos que habitan en hombres y mujeres. La diversidad
sexual también es parte de la naturaleza humana. La heterosexualidad no es la
pauta central de la civilización humana. Existe una diversidad que, aunque
minoritaria, es histórica y socialmente parte de los procesos civilizatorios. El
género no es un simple asunto biológico o natural, es una construcción
histórica y social.
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