En Madrid y Buenos Aires, las derechas del mundo se reunieron para
amenazar y denostar a sus enemigos: los “zurdos de mierda”, los “gobiernícolas”,
los pueblos que al ejercer su derecho al voto decidieron el camino hacia el
progresismo y la izquierda en general, hundiendo electoralmente a la derecha. Entre
discursos insultantes y vacíos, sin proponer una ruta alterna, en el caso de
México y otros países latinoamericanos, los encuentros dieron la voz al
narcoexpresidente Felipe Calderón en España, y al evasor de impuestos Ricardo
Salinas Pliego, cuya empresa Elektra ha perdido miles de millones de pesos. El empresario
mexicano, ubicado entre los más ricos de México, lanzó el exabrupto de la
“batalla cultural” de la derecha, con la intención de combatir a la izquierda y
los gobiernos progresistas.
Sin embargo, la “batalla cultural” de la derecha, basada en insultos,
saqueo, corrupción, evasión de impuestos y un libertarismo hueco, promotor de
pobreza, como en la Argentina de Javier Milei, es una simple narrativa
mediática, pues el campo del enfrentamiento entre derecha e izquierda no es
cultural, sino político y económico. En su momento, el fallecido Carlos
Castillo Peraza, argumentó que el PAN se había anotado un triunfo cultural; es
decir, la defensa de la democracia por la derecha panista había alcanzado
cierta pretensión paradigmática, la que se precipitó al vacío tras las famosas
concertacesiones con Carlos Salinas de Gortari, el expresidente que ocupó el
gobierno mexicano por un descomunal fraude electoral, y el triunfo de Vicente
Fox y la continuidad con Felipe Calderón. La derecha mexicana y, en general,
mundial, supone que el arribo de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos
hará la diferencia y los arropará.
El problema con la “batalla cultural” de la derecha mexicana y mundial,
es que nada tiene que ver con el regreso de Trump a la Casa Blanca. El voto que
impulsó a Trump no es producto de una “batalla cultural”, sino del hartazgo y
el miedo inoculado a los anglosajones, blancos y ciertos sectores
hispanos/latinos que suponen que los problemas de Estados Unidos –inmigración,
seguridad, comercio, adicciones- están afuera, no en su sueño americano. De
ningún modo se puede ignorar el grito de guerra de la derecha mexicana e
internacional con su idea de la “batalla cultural”, pero es necesario
desmenuzarla analíticamente y centrar el debate en lo político y económico, no
en una supuesta “cultura” de derecha, la cual se pretende presentar como un
modelo a adoptar y celebrar. Los “zurdos de mierda” si han ganado culturalmente
el debate, el gobierno y la narrativa. La derecha se revuelca en una “batalla
cultural” en la que la corrupción, el saqueo y la delincuencia prevalecen.
La izquierda y el progresismo en América Latina, no solo gana
elecciones, promueve la redistribución del ingreso, impulsa políticas sociales,
también genera consciencia crítica. En México, más de 30 millones de mexicanos
votaron por Claudia Sheinbaum y la continuidad de la 4T. Y acorde con las más
recientes encuestas, 74% de los ciudadanos la apoyan; es decir, a dos meses de
haber iniciado su mandato, más mexicanos aprueban a la presidenta de México y
su expectativa por los cambios se mantiene y crece. Pero la mayoría de esos
mexicanos no pueden ser encasillados como gente de izquierda. En el país
prevalecen formas ideológicas y culturales conservadoras, que, al parecer
fueron tocados por las expectativas políticas de un líder social y político
como AMLO, generando una consciencia crítica alimentada por los mismos partidos
políticos de derecha. Corrupción, saqueo, inseguridad, violencia contra las
mujeres, abusos de todo tipo, han influido en esa expectativa. Cambio cultural
fundamental.
Sin duda, el libertarismo de la extrema derecha y el fascismo
latinoamericano no puede convocar a una “batalla cultural”, porque su narrativa
no está anclada en conceptos e ideas novedosas, sino en insultos, bravuconadas,
odio, racismo, clasismo, desprecio a la gente y la democracia.
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