Mientras en Estados Unidos, un juez en Nueva York confirmó la
culpabilidad de Donald Trump, con cargos criminales, lo que significa que un
presidente criminal estará al mando del imperio a partir del 20 de enero de
2025, en América Latina Nicolás Maduro asumía por tercera vez la presidencia de
Venezuela, en el contexto del rechazo de los alicaídos y cuestionados
presidentes de Colombia, Gustavo Petro, de Chile, Gabriel Boric, y de Brasil,
Luiz Inazio Lula da Silva, cuya autoridad moral está en entredicho, además de
que hay serias dudas de la continuidad de sus mandatos y de los gobiernos
progresistas en los tres países. Aunque cada izquierda nacional tiene sus
propias historias y trayectorias, los traspiés que han dado –entre el
inmovilismo en Chile, la amenaza de Lawfare en Colombia, y asonadas derechistas
y problemas de salud en Brasil-, sus impugnaciones al proceso electoral
venezolano, no los erigen en prístinos presidentes.
La reacción de los presidentes de esos países, exigiendo la presentación
de unas actas electorales, es simple injerencismo, y no los enaltece.
Respondieron como la izquierda buenaondita en México, la que usando sus
espacios en Youtube, atizó el rechazo a Maduro, además de dar espacio a los
montajes de la derecha venezolana y mexicana. No se trata de censurarla, pero
sí exhibir la fabricación de escenarios y narrativas que horas después, a pesar
del nado sincronizado de los medios corporativos internacionales, Estados
Unidos, la Unión Europea, algunos expresidentes latinoamericanos, entre ellos
el marihuano Vicente Fox y el narco Felipe Calderón, se cayeron. Por ejemplo,
en el caso de Julio Astillero, cabeza de una pequeña facción de la izquierda
buenaondita o progres buenaondita, se tardó 24 horas para finalmente reconocer
que María Corina Machado había hecho un montaje, pero no se disculpó con su
auditorio.
En otro momento, la facción de izquierda buenaondita, afirmó que la “izquierda
quiere más democracia”. Es una frase hermosa, pero desproporcionada en el contexto
del capitalismo salvaje, extractivista y depredador. Es una izquierda
capitalista, progresista con sus límites, que asume, sin cuestionar, la
omnisciencia del capitalismo. Es lo que queda del pensamiento único neoliberal:
el sistema socioeconómico actual es el único en el horizonte del proceso
civilizatorio, pero hay que democratizarlo. Lo cual es imposible, pues es ignorar
la existencia de poderes, Estados y oligarquías que son los que realmente rigen
el mundo. Por ejemplo, más del 60% del territorio mexicano fue obsequiado por
los gobiernos neoliberales a las mineras privadas, en particular las canadienses,
las que han causado daños ambientales y a la salud irreversibles en muchos
casos.
Asimismo, proyectos izquierdistas como el EZLN, han subsistido y sido
exitosos por su aislamiento, pero los munditos izquierdistas no hacen verano. Ni
se han extendido ni proliferado globalmente. El capitalismo salvaje sigue
dictando el rumbo. Por ello, el acoso y rechazo de Colombia, Chile, Brasil y la
izquierda buenaondita a Nicolás Maduro, es simple hipocresía. Que maduro ha perdido
base social y apoyo en general, es cierto, pero tenemos que analizar el
contexto, no solo local y nacional, sino sobre todo internacional. Venezuela
posee las reservas petroleras más grandes del mundo actualmente, pero Occidente
exige a todos los países virar hacia las energías limpias, las cuales pueden
incidir, de manera muy limitada, en el cambio climático y los gases de efecto
invernadero. Pero igual demanda que no se le compren paneles solares a China y
menos que sus políticas industriales y armamentistas depredadoras no van a
cambiar, y esperan asaltar el petróleo venezolano, el litio boliviano y
cualquier otro recurso natural.
El capitalismo omnisciente debe ser cuestionado, pero es imposible su
derrumbe y democratización. Las políticas de la 4T, que reivindican los
derechos sociales, son apenas paliativos al proceso de acumulación capitalista
y la concentración de la riqueza en pocas manos. Elon Musk es hoy el hombre más
rico del planeta. ¿La izquierda buenaondita democratizará su riqueza?
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