sábado, 18 de enero de 2025

Nada nos detendrá, ni Trump

 

A un día que tome posesión del gobierno, en suntuosa ceremonia que congregará a la derecha y ultraderechas europea y latinoamericana, la guerra mediática en contra los migrantes arrecia. Trump amenaza con hacer de Chicago centro de las redadas para expulsar a los migrantes. No olvidemos que esa ciudad ha sido, desde el siglo XIX, pero sobre todo el XX, núcleo primordial de asentamiento de una buena parte de la inmigración mexicana. Varios estudios estadounidenses de fines de la centuria decimonónica y la primera mitad del siglo pasado, dieron cuenta cómo los mexicanos fueron arribando a la región e hicieron de La Villita un sitio esencialmente mexicano, sobre todo después de que inmigrantes de origen europeo lo fueron abandonando para reubicarse en otros sectores de la ciudad de los vientos.

En tanto, los miles inmigrantes asentados temporalmente en México, en tránsito a Estados Unidos, afirman que ni Donald Trump los detendrá para ingresar a ese país. En el extremo de estos dichos, parece que los migrantes, sobre todo latinoamericanos, podrían arriesgar sus precarias vidas con tal de vivir en el imperio que los rechaza, discrimina y criminaliza. Buscan ese “sueño americano” que en realidad no es para los otros, sino solo para los blancos anglosajones protestantes. Hay cerca de 40 millones de personas de origen hispano o latino, de los que más de 35 millones tienen sangre mexicana. Los hispanos son la minoría que mueve la economía estadounidense, sus ingresos y gastos implican miles de millones de dólares. E incluso, los indocumentados pagan impuestos, y buena parte sirve para las pensiones y jubilaciones de los WASP.

Como quiera, la travesía de los migrantes que transitan México no puede ser desandada, dicen muchos. Salieron de sus países por múltiples causas, pero la expectativa de una vida diferente es lo que los motiva. En Guatemala, El Salvador, las remesas son parte esencial de la vida de miles de familias y aportan al PIB porcentajes arriba del 20%. Es decir, los gobiernos de ambos países, muchos sumidos en la corrupción y el saqueo, han decido no invertir nada por sus habitantes y mejor dejar que las economías nacionales se sostengan de los ingresos de sus connacionales viviendo en Estados Unidos. En el último tercio del siglo XX, muchos salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses, emigraron al país del norte por medio de estatus especiales o como fuera –refugiados políticos sobre todos, maras, etc. Miles se quedaron y hoy, sostén de las economías locales, regionales y nacionales de sus países, están amenazados con deportaciones.

La amenaza Trumpista, podría ser mediática, pues sus Órdenes ejecutivas del primer día, incluso subsecuentes, tendrán que contar con fondos aprobados por el Congreso. Algunos expertos han calculado en miles de millones de dólares los procesos de expulsión, mientras el sistema judicial estadounidense no soportaría la andanada de demandas legales, a menos que el gobierno de Estados Unidos decida pasarse por el “arco del triunfo” las leyes migratorias vigentes, muchas de las cuales no se resolverían con las Órdenes ejecutivas del presidente, sino que tendrían que pasar por complicados procesos legales. Claro, excepto por los que ya tienen órdenes de salida legales, pero están presos y quienes, no estando presos, tienen ya órdenes de salir del país y las han eludido de alguna forma.

A los migrantes en tránsito en México, nada parece vencerlos. En algunas ciudades de tránsito han permanecido varados por meses –quizás años- intentando reunir algo de dinero en trabajos diversos y cruceros de calles importantes, pero no parecen vencidos ante la supuesta expectativa de que al llegar a Estados Unidos el sueño americano se les hará realidad. Donald Trump y sus huestes WASP están dispuestos a que esto no será posible. Porque, más allá del uso de las Órdenes ejecutivas y la legislación que lo permita, en algunos estados fronterizos los gobiernos, estatales y locales, están dispuestos a impedirlo a la mala. Ojalá las cosas no empeoren.

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