Los medios corporativos, en México, Estados Unidos, Europa, no puede
ocultar su afán de normalizar la idea de que los excelsos integrantes de la
extrema derecha son “polémicos”, libertarios” o “ultraliberales”, cuando en los
hechos son parte de un movimiento mundial que busca acabar con la sociedad de
derechos y hundir en una profunda crisis civilizatoria a Occidente. No es solo
que Trump, Musk, Milei, pretendan reducir la burocracia para eficientar al
gobierno; tampoco que repelan la diversidad sexual, o Trump, en sus afanes
expansionistas, pretenda adueñarse de Groenlandia, Gaza, parte de Ucrania y el
Canal de Panamá, son representantes del neofascismo que violenta todos los derechos
de las personas –sexogenéricos, trabajo, reproductivos, bienestar, ciudadanía,
territorio, migración, identidad, etc.- en aras de lo que llaman eficiencia,
libertad, libre mercado, capitalismo de cuates, imperialismo, capitalismo
salvaje. Es el fascismo depredador.
Quizás la gran diferencia con el fascismo de la primera mitad del siglo
XX, es que no son los judíos el objetivo racial y étnico a eliminar, tampoco la
emergencia de sociedades en las que se garantice empleo –Alemania, Italia. Los neofascistas
van por la destrucción de la sociedad occidental como la conocemos actualmente –con
sus devaneos socialdemócratas, Estado de bienestar, derechistas, izquierdistas
derechizados (España), promoción de los derechos de todos, incluyendo las
mujeres y las minorías, justicia social, etc. El problema es que los medios
corporativos no llaman por su nombre los fascismos latinoamericanos, estadounidense
y europeo, sino que buscan instalar su accionar como narrativas de la posverdad,
en la que el colapso de un país entero –Argentina- es una anécdota del “libertarismo-,
mientras a millones de ciudadanos les arrebatan sus derechos, bienestar,
bienes, empleos, y ven a la baja inflación como que todo va bien y las
atrocidades del capitalismo salvaje “funcionan”.
En México, los medios corporativos se incorporaron temprano, y sin
ambages, a las hordas derechistas cuando AMLO triunfó en las urnas en 2018 y
desplegó un gobierno en el que privilegia la redistribución del ingreso, la
justicia social, el bienestar de millones de ciudadanos, los derechos sociales,
el cobro de impuestos, el combate a la corrupción –aunque organismos como
Transparencia Internacional y su franquicia Transparencia Mexicana, afirmen que
hay más corrupción que en los gobiernos del PRIAN. En el primer sexenio de la
4T, columnistas, comentócratas, conductores y lectores de noticias, mesas de
análisis, en la prensa, radio, televisión y plataformas digitales, siguieron el
guion de la derecha: mentiras, fakenews, hashtags en redes sociales (narcopresidente).
Y nada de crítica constructiva y análisis. Todo, estuvo mal, era un desastre,
el país se caía. La comparsa mediática del neofascismo estaba en marcha.
Actualmente, los medios corporativos en México siguen cumpliendo con ese
ominoso papel, pero le han agregado grandes y ofensivas dosis de misoginia,
desprecio por las mujeres, clasismo, racismo. El arribo de la presidenta
Claudia Sheinbaum, significa, no solo para los neofascistas mexicanos,
estadounidenses y europeos, el impedimento por retomar el control del país,
sino también la extensión de los derechos, justicia social y bienestar de
millones de personas, en tanto la oligarquía no puede embolsarse el dinero
público y tiene que, a pesar de sus exorbitantes ganancias –caso de los bancos
y otras empresas-, pagar impuestos. De ahí el malestar de Trump con México.
Canadá es un caso aparte, pues los políticos canadienses le han cumplido sus
caprichos al energúmeno naranja, pero esperaba que le entregaran Canadá como
estado 51. Y en el caso de México, esperaba que les abrieran las puertas a
incursiones, invasiones, injerencismo para combatir al narco. Al neofascismo no
le interesan los ciudadanos, solo despejar el camino para fraudes tipo Javier
Milei y destrucción de los Estados nación.
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